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El remedio - por Carme

Web: http://www.azultrenzado.com

Teodoro camina nerviosamente de un lado a otro de la biblioteca, sin descanso. Se puede percibir en él un ligero tambaleo, fruto de la elevada cantidad de alcohol que ha ingerido. Dar vueltas a la habitación agrava su mareo, pero es incapaz de parar. Tiene un serio problema: sus desastrosas inversiones en Bolsa le han llevado a la ruina, y ahora mismo lo único que le queda es aquella casa. Un antiguo caserón, perdido en el monte, propiedad de su mujer y último vestigio de la antaño augusta familia Silvela.
Mira a su alrededor, a los estantes desde donde los libros le observan con indiferencia. Libros odiosos, libros llenos de palabras mudas. Lo más valioso de la mansión, según su mujer, gran amante de la lectura. Teodoro cree escuchar ásperas voces que provienen de ellos:
—¡Estúpido! ¡Perderlo todo tan tontamente!
O:
—¡Niño rico! ¿Qué sabes tú de la Bolsa?
O peor aún:
—¿Y qué le vas a decir a tu mujer? ¡Váis a vivir en la calle!
En un estallido de rabia, vacía a golpes los estantes cercanos. Trata de desgarrar con sus manos uno de aquellos aborrecibles papelajos, pero en ese momento surge la idea: quemar la casa. Quemar la casa y cobrar el seguro. Es toda una mansión, recibirán mucho dinero.
Azuzado por el alcohol, se lanza a la tarea. Los malditos libros le servirán para iniciar el fuego.
Hace una gran pila en el centro de la sala, y luego otra y otra y otra más. Hace una pila de libros en cada habitación y luego prende fuego a cada una de ellas con insano placer.

Martina ha decidido volver a casa a pie. El trayecto es largo pero necesita pensar. Ha tenido una mala racha este último mes y las deudas han crecido a un ritmo exorbitante. Teme la visita que le harán los “apoderados” del casino esta semana: se ha comprometido a saldar sus deudas con la cesión de su única propiedad, la gran mansión que sus antepasados adquirieron en el siglo XIX.
Sin embargo, ¿qué hará después? ¿Cómo seguir jugando? Si no lo hace, le falta el aire. Sólo durante el juego, con la emoción de la apuesta, de la incertidumbre, se siente bien. El resto de su vida es tedio, rutina, y odio hacia su marido, ese tonto de capirote que se casó con ella por el apellido, para abrirse camino en el mundo de los grandes negocios.
Una idea aparece, repentina, brillante: el dinero de su marido. Es más, el dinero del seguro de vida de su marido…
Pero matar a alguien no es fácil si uno no quiere acabar sus días en la cárcel. Hay que tener un plan. Uno bueno. Para empezar, ¿sería conveniente hacerlo ahora? ¿Con todas esas deudas acusándola, mostrando sus motivos? Demasiado pronto. ¿Cuánto debería esperar? ¿Tres meses? ¿Seis? ¿Un año? Sí, el año que viene, tal vez, si la cosa está más tranquila… Pero, ¿aguantará tanto sin jugar?

Al acercarse a la casa, descubre el humo, escapando furiosamente por las chimeneas. Más cerca, las llamas. Están en todas las ventanas. La sorpresa y el miedo duran apenas un segundo, el tiempo de darse cuenta de su ventura: un gran incendio, la casa entera está ardiendo. ¿Y si su marido está dentro?
Tiene que comprobarlo. Un golpe de suerte así tiene que aprovecharse.
Se acerca por el patio trasero a la puerta que da a la cocina. Entra. Allí no hay fuego, y el humo llega en finos hilos zigzagueantes. Hace mucho calor. Avanza hasta el salón y descubre el origen del fuego. ¡Sus libros! ¡Su amada biblioteca arde! La única posesión a la que nunca renunciaría, usada como alimento del fuego.
—¡No! —Llena de ira, sube a toda velocidad las escaleras. En cada habitación, una pila de libros arde alegremente, creando llamas gigantescas que suben hasta los techos, besan las cortinas y prenden con sus chispas colchas, alfombras y manteles.
Asfixiándose con el humo, pero dirigida empecinadamente por su cólera, llega a la biblioteca. Allí, inconsciente en el suelo, con la botella vacía de whisky a su lado, Teodoro respira superficialmente al calor de las grandes hogueras. Las estanterías han prendido y crepitan rojas y amarillas. Martina recoge la botella y se dispone a descargarla con fuerza sobre la cabeza de su marido.
—¡Malnacido! ¡Mis libros! ¡Mis libros!
Pero el falso techo cede ya al fuerte calor y, como una ardiente mantequilla ennegrecida, se desploma sobre Martina y Teodoro, librándoles de sus deudas para siempre.

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2 comentarios

  1. 1. Servio dice:

    Me ha gustado. La ludopatía de martina está bien trabajada y junto al alcoholismo de teodoro, tejen una buena historia.
    Me ha gustado también el final.
    Enhorabuena!

    Escrito el 1 julio 2013 a las 06:46
  2. 2. Candela dice:

    Me ha gustado mucho este doble camino individual lleno de agobios y secretos. Desde el principio genera intriga y capta la atención, y se resuelve todo al final con claridad y contundencia. 🙂

    Aunque la versión de tu blog me gusta más, no sé si tuviste que acortarla o algo, pero el principio del otro me encanta cuando mencionas a Mark Twain y demás… ^^

    ¡Saludos!

    Escrito el 1 julio 2013 a las 09:29

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