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El Libro y el Adios - por Jose Torma

Web: http://www.cuentoshistoriasyotraslocuras.blogspot.mx/

Gustavo entro a la casa como vendaval de aire fresco, a sus cinco años era poco lo que podías hacer para detenerlo.

-¡Abuelo! – Grito al entrar al estudio, este estaba tenuemente iluminado, pero lo que más lo motivaba era las paredes cubiertas de libros, -¡Muchos libros!- gritaba.

-Ven acá, ¡dame un abrazo!

-¡Recuerda que lo prometiste! – dijo al tiempo que adoptaba una pose solemne y recitaba….

-“El año que viene, tal vez”.

Sebastián sonrió al ver lo bien que lo imitaba.

-¡Claro renacuajo! Ahora ven, te estaba esperando.

-¿Que vamos a leer ahora? -Pregunto

-Creo que será de tu agrado, se llama “La Cabaña de Tío Tom”, es un clásico de la literatura norteamericana, ven siéntate….”

-“Una tarde desapacible del mes de febrero se hallaban sentados frente a una botella de vino dos caballeros en el comedor de una casa del distrito de B……”

Pasado un tiempo cerró el libro al verlo dormitar, siempre era lo mismo, le vencía el sueño. Guardo el libro y recordó la primera vez que su Tata se lo había leído a él. En su momento no entendía lo que era la esclavitud, pero no importaba, recordaba el olor a pipa que desprendía la sala y como se impregnaba todo el ambiente de aquel olor dulzón, pero sobre todo, lo importante que se sentía de que su Tata se tomara el tiempo de leerle, ¡Solo a él!

El verano siguió su paso y fueron avanzando en el desarrollo de la lectura, aunque era muy difícil mantenerlo serio lo suficiente antes de que preguntara algo, esa mente tan inquisitiva que lo enorgullecía a la vez que lo irritaba. Era un torbellino que llenaba su vida, que lo enloquecía al punto de desear que terminaran las vacaciones y temer al mismo tiempo el momento del adiós.

-Abuelo ya me tengo que ir, promete que no vas a seguir leyéndolo sin mí.

-¡Te lo prometo renacuajo!

Sintió un nudo en la garganta al llevarlo al aeropuerto, no cabía duda que de “tal palo tal astilla”. Cinco años y era su segundo viaje en avión solo.

Al regresar a casa llamo a su ama de llaves. Tenía que tomar sus medicinas ya que el dolor estaba siendo más fuerte que de costumbre. Se metió en el estudio sin molestarse en echar la llave, sin el niño ahí… ¿Quién iba a entrar?, Se sentó a contemplar su soledad, ¿cómo había llegado a estar así?, tan distanciado de su hijo que este prefería mandar al niño solo antes que venir a verlo, pero sobre todo ¿cómo se quitaba de encima la angustia que sentía por la partida de su nieto?

Los libros eran la panacea que hacia llevadera su existencia, poseía una tableta pero no terminaba de convencerse. “Para leer es importante sentir el peso del libro en tus manos y percibir su olor” tal era su mantra.

Pasaron seis meses, en los cuales hablo con Gustavo un par de ocasiones. ¡Ese pequeño bribón! Siempre se despedía con la misma frase. –Recuerda que no puedes seguir leyendo sin mí-

Ese domingo despertó con una sensación de pesadez en el pecho, tenía tiempo que no se sentía así. Se sorprendió al escuchar el timbre del teléfono. Lo tomo con mano temblorosa, calzándose los lentes. Sonrió al reconocer el número.

-¡Renacuajo!, ¿sabes lo temprano que es para tu abuelo?- ¡Silencio!, Pensó que se había cortado la comunicación… iba a colgar cuando escucho a su hijo.

-¡¿Papa?! Es Tavito papa, hubo un accidente y, ¡está mal papa! Los doctores no nos dan muchas esperanzas, pero el niño pregunta por su Tata; Papa…. ¿Vendrás?

Sebastián sintió un dolor muy fuerte en el pecho, pero supo de inmediato que no iba a morir, no ahora, no en este momento. Con voz temblorosa dijo –Ahí estaré hijo-

Al colgar las lágrimas le cubrieron el rostro, no tenía tiempo que perder. Se aseo y llamo a un taxi, no llevaba más que una cosa en su equipaje.

Llegando al hospital entro en el cuarto. Aguanto las lágrimas al verlo ahí, tan indefenso, con tantos tubos saliendo de su pequeño cuerpo.

-¡Hola renacuajo!, aquí está tu Tata- El niño abrió los ojos y esbozo una pequeña sonrisa. -¡Sabia que vendrías!, ¿lo trajiste?-

Sebastián saco el libro de su maletín, y buscando el separador, continuo la lectura, sabía el final y al llegar a la última frase soltó el llanto. Tavito se había ido apenas terminar la lectura.

-¡Lo logramos renacuajo!- Cerro el libro para no abrirlo jamás.

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2 comentarios

  1. 1. Patriciandr dice:

    Hola Jose!
    Siguiendo el mensaje que has dejado en el post del libro recopilatorio he venido a parar a tu relato y, ciertamente, tienes un problema con las tildes :p
    A voz de pronto, dejaste sin acentuar la mayoría de verbos en pasado (llevan tilde todas las palabras agudas terminadas en vocal o “s” o “n”) y algún adverbio exclamativo/interrogativo. Pero creo que puedes darle fácil solución sentándote un ratito a repasar junto con la normativa.
    En cuanto al relato en sí, creo que le podría haber quedado mejor un aire más introspectivo que contrastara con la inocencia del niño, y que explicara algo más la mala relación que se intuye con el hijo. Me da la sensación de que explicas muchas cosas pero sin profundizar en esas ideas que dejas esbozadas.
    Espero que no te tomes mal mi comentario, sólo me mueve el ánimo de echar una mano y animarte a que sigas mejorando con esas tildes.
    Un abrazo!

    Escrito el 2 julio 2013 a las 19:24
  2. 2. Jose Torma dice:

    Muchas gracias por tus palabras. Se que tengo un grave problema al escribir en español y acepto todas las directrices… ya tengo planeado reescribir el relato poniendo especial atencion a los acentos.

    Una vez mas gracias por tomarte el tiempo de leer mi relato y pasarme tus opiniones.

    Saludos

    Escrito el 5 julio 2013 a las 17:38

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