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Número 366 - por Brillo De Luna

Número 366

Un viejo amante de la lectura dueño de una librería en el centro de la ciudad, entre sus excentricidades tenía la costumbre de buscar entre sus estantes y seleccionar cada año nuevo 365 libros y leer uno cada día.
Al anochecer cuando el hombre salía para su casa, el libro que había sido leído cobraba vida y sus personajes contaban frente a sus compañeros la maravillosa experiencia de haber sido leídos.
En el rincón de una repisa alta, empolvado y olvidado permanecía un viejo libro azul. Con nostalgia había visto transcurrir varios años y nunca ser escogido para formar parte de la especial colección anual del librero.

Eran mediados de febrero, el viejo Aurelio ya había leído 58 libros cuando sobresaltado al mirar el calendario se dio cuenta de que era año bisiesto. ¡Horror! Pensó, son 366 días y necesito un ejemplar más.
Dio una mirada rápida a los estantes tratando de encontrar alguno que se le hubiera pasado por alto pero todos ya los había leído; eran cerca de las 09:00 la ciudad ya estaba en movimiento y todavía nadie había entrado a trocar un libro.

Esperó y esperó, pero su impaciencia senil lo consumía. De pronto sonó la campana de la entrada, era un cliente con un libro ya usado que venía a canjear por otro.
El librero casi arrebatándolo de las manos se apresuró a leer el título, que decepción, ya lo había leído. El joven comenzó a buscar un ejemplar que le llamara la atención, cuando removiendo uno y otro libro, dejó caer aquel viejo libro azul.
Lo revisó superficialmente, no tenía título, era de un grosor interesante y quiso probar suerte.
Ya al acercarse al mostrador, Don Aurelio estaba a punto de anotar en su registro la transacción por realizar, cuando con ojos de asombrosa curiosidad se dio cuenta que ese ejemplar nunca lo había visto. Decidido negó al muchacho la salida del mismo y ofreció otras posibilidades.
El joven no objetó, escogió otra obra y salió satisfecho.

El dueño de la librería tomó el viejo libro y lo colocó en el último lugar del estante especial, este sería el número 366.
Al caer la noche cuando el librero hubo terminado de leer el último renglón de la obra escogida para aquel día, recoger su abrigo y marcharse; empezó el momento tan deseado de cada libro, pero para el 366 no hubo relato que lo saque de la ensoñación en la que se encontraba. Tal es así que pasaron los días y los meses de una forma tan rápida que su ilusión se mantuvo intacta.

Aquella mañana la última del año, el viejo tomó el libro número 366 de la misma forma que lo había hecho con los demás; se preparó una taza de tinto y encendió su pipa, se acomodó en su sillón y se dispuso a leer.
Observó que el libro no tenía título y que por el color de sus hojas debía ser muy antiguo; la primera hoja estuvo en blanco pero en la segunda reconoció una letra familiar en la dedicatoria, esta era la razón por la que se había pasado la vida leyendo, buscando y añorando.
Tanta fue la emoción por su hallazgo que se tomó del pecho, el dolor quemante fue insoportable, segundos más tarde el libro cayó de sus manos y él cayó de su asiento.

No fueron sino unas dos horas después en que un cliente dio aviso a la policía. Don Aurelio había muerto.
Un miembro del departamento forense que se disponía a realizar su inspección encontró el libro azul, lo tomó del suelo, lo cerró y lo colocó en una repisa cualquiera; en ese mismo momento con un silencioso suspiro el desdichado 366 pensó: “el año que viene, tal vez…”

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