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Lemayo y la biblioteca abandonada - por David Ballester

Web: http://davidballestermena.blogspot.com.es

Manuel Lemayo aprieta las manos contra el volante de su Chevrolet, los ojos clavados en la carretera cuyos recovecos desnudan las potentes luces antiniebla. Las colinas a uno y otro lado pasan raudas, paisajes al óleo en la oscuridad. A su lado su tercera mujer, Marisa, y entre ellos un programa de radio absurdo en el que un locutor divaga sobre ángeles y extraterrestres.

—No pasa nada porque este año la cosa no haya ido como te hubiera gustado —dice Marisa, poniendo fin al silencio entre ambos.

—No estoy enfadado.

—Ni yo digo que lo estés, pero me pongo en tu lugar y… —Marisa se lleva un cigarro a sus blandos labios—. A mí me hubiese molestado. Ha sido un año difícil, lo entiendo. Sólo has sacado un libro.

—Dos —corrige Lemayo, y le avergüenza reconocer que el desprecio que cree agazapado tras el descuido, escuece en la herida.

—Sí, pero sabes a qué me refiero. Uno a tu nombre, el otro a nombre de Millán Icedo.

“Yo soy Millán Icedo”, piensa él, “Lemayo es mi pseudónimo”.

—Lo que quiero decir es que el próximo año irá mejor. Publicarás algo, seguro.

Manuel deja pasar el tiempo. Las colinas siguen volando a su alrededor, la carretera se empeña en vestirse de misterios que escapan espantados más allá de las luces de su coche.

—Le he estado dando vueltas a una idea —dice—. Algo que me pasó cuando era pequeño.

—A ver, cuéntamelo.

—Bueno, unas vacaciones de verano mi familia me llevó a la casa de campo de mis tíos. No había niños de mi edad, así que me dejaron invitar a un par de amigos. Javier y Alberto, creo que te he hablado de ellos.

—Sí —dice Marisa, que fuma y mira al frente, a la carretera.

—Pues eso, que pasamos juntos las vacaciones. Por allí cerca había un pueblo abandonado, de estos que se despoblaron tras la Guerra Civil, y ya no quedaba casi nada. Las casas estaban destrozadas, sin puertas ni ventanas, había un viejo coche todo oxidado estampado contar un árbol, y un montón de panales vacíos alrededor. Cosas así. También había una biblioteca, muy pequeña, como el salón de casa, más o menos.

»El caso es que contábamos historias sobre la biblioteca. Imagínate qué tontería, porque ninguno de nosotros había estado antes en ella, y no conocíamos a nadie de por allí. Pero nos inventábamos chismes. Hasta que decidimos entrar un día. Hacía un calor de espanto, de eso me acuerdo, y sudábamos a chorros, sobre todo Javier, que siempre iba por ahí comiendo algo. Aquel día llevaba una palmera de chocolate, y se le derretía en las manos, pringándole todo el antebrazo.

—La biblioteca, vamos —dice Marisa, sonriendo—. Siempre te vas por los cerros de Úbeda.

—Es verdad. El caso es que entramos por una ventana, porque la puerta estaba tapiada. El suelo entero estaba lleno de páginas arrancadas, de libros destrozados, sin lomo o sin tapas, hechos añicos, marrones y quebradizos por los años. Eran libros de kiosko en su mayoría, de a pocas pesetas. Las paredes estaban forradas de estanterías, y los libros que había en ellas estaban apolillados, desmigajados.

»Siempre he creído que los niños tienen algo especial en sus mentes, que su imaginación y su… no sé, su percepción de la realidad se funden, por eso son tan crédulos, por eso son capaces de vivir los cuentos que les contamos antes de dormir.

»Nosotros estábamos convencidos de que en aquella biblioteca había algo que llevaba viviendo entre aquellos libros desde la guerra, que salía a veces arrastrándose por los agujeros del techo, cuando había luna llena. Así que imagínate el grito que dimos cuando escuchamos una voz saliendo de entre las estanterías.

Lemayo ríe al recordarlo, pero un escalofrío recorre su espalda.

—Saltamos los tres por la ventana como alma que lleva el demonio.

—¿Una voz? —pregunta Marisa, sin abandonar ni su sonrisa ni su cigarrillo.

—Bueno, eso creímos nosotros.

Pero Lemayo no lo cree, lo recuerda, puede ver aquellos ojos donde debería haber encontrado la pared, puede escuchar la voz en su cabeza, y recuerda los arañazos en la madera de las estanterías. Aprieta las manos contra el volante y se niega a mirar por el espejo retrovisor.

—Si le añades algún aliciente —dice Marisa—, quizá puedas sacar algo de ahí.

—Supongo que tienes razón. El año que viene, tal vez.

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7 comentarios

  1. 1. Eunice dice:

    Me ha encantado. Dominas perfectamente la narración y los diálogos. Es más, me ha parecido tan interesante que me encantaría poder leer algún día la historia completa de lo que vieron en aquella biblioteca y lo que era realmente.
    También me he pasado por tu blog y he podido ver que habitualmente escribes así de bien.

    Felicidades!

    Escrito el 28 junio 2013 a las 13:17
  2. 2. lunaclara dice:

    Ea, ea, estoy de acuerdo con Eunice: nos preparas el terreno y despues… Que habia en la biblioteca? A donde van por la noche?
    Ya me gustaria a mi dominar asi la narracion. Quizas echo en falta algo mas de accion en la escena principal, la del viaje… Aun asi, fantastico!! Felicidades!

    Escrito el 28 junio 2013 a las 20:33
  3. 3. Milenia dice:

    Hola David, aquí estamos.
    Lo primero es felicitarte porque escribes muy bien, esto creo que lo sabes y es etapa superada.
    Las descripciones que más me gustan están en medio del texto: “Las colinas siguen volando a su alrededor, la carretera se empeña en vestirse de misterios que escapan espantados más allá de las luces de su coche”. En contraste, las del inicio se me hicieron algo confusas “recovecos desnudan los faros”, “paisajes al óleo”, pelín enrevesado. También es porque las otras van más al unísono, transmiten la velocidad, el misterio y el temos de la noche, las primeras no me generan la misma unidad de efecto (que diría Poe).
    Los diálogos están muy bien, sólo que quizá la narración de la historia no la metería en diálogo, es una opinión personal.
    Me gusta tu narración, pero me parece que te ha faltado más espacio para desarrollar la idea. La relación entre el susto de Lemayo niño y la conexión con ese Lemayo adulto que reniega de sí mismo en su interior identificándose con Millán Icedo no la termino de ver. Diría que leo dos historias: la del fracaso de Lemayo adulto, y la de la biblioteca, pero no las veo muy conectadas entre sí, no sé si me explico.
    En fin, que me gusta leerte y espero seguir haciéndolo.
    Y perdona por mi sinceridad, creo que es lo que en el fondo todos lo agradecemos… y tienes mi total permiso para hacer lo mismo.
    Abrazos.

    Escrito el 29 junio 2013 a las 19:42
  4. Muchas gracias a todos por vuestros comentarios, le alientan a uno a seguir intentando mejorar. Tenéis razón en que me he quedado corto en el relato, no he explotado la acción principal, a ver si la próxima vez consigo estar atento a lo importante.

    Muchas gracias por tu comentario, Milenia, te puedo puedo asegurar que ha sido muy enriquecedor y bien recibido (más útil y extenso que alguno de los comentarios que recibí por correo 😀 ). A Lemayo le creé para otro relato (que presenté a concurso infructuosamente, como tantos otros), pero de vez en cuando me gusta rescatar personajes antiguos, aunque no haya sabido meterlo muy bien en contexto :S

    En cualquier caso, vuelvo a agradeceros a todos la visita y espero tener ocasión de seguir leyéndoos.

    ¡Un saludo!

    Escrito el 29 junio 2013 a las 21:02
  5. 5. Servio dice:

    David, que buen cuento!
    Ya le han dicho lo bien que escribe y el gustazo que causa. Me uno a ellos.
    Entre otras cosas me encanta como describe el miedo, Lemayo se niega a ver por el retrovisor! Quien no ha sentido eso? A pesar de lo dificil que resulta acomodarse al moldecito de las 750 palabras, lo hace muy bien, aunque se que la historia puede dar más.
    Me encantan las raod storyes y esta no digamos.
    Gracias por este relato.
    Felicidades.

    Escrito el 29 junio 2013 a las 22:50
  6. 6. Abbey dice:

    Vuelvo por estos lares. Aunque me declaro fan de tus anteriores relatos y de tu blog, me temo que esta vez estoy de acuerdo con Milenia. Me suena rara la voz que usas para la narración, creo que le resta fuerza a la historia, pero tal vez estés experimentado nuevos retos ¿?.
    Aun así, tienes verdadera maestría para contar mucho y dejar adivinar más, con pocas palabras. El inicio del relato me ha sugerido una historia de desencuentros entre marido y mujer ( “… entre ellos un programa de radio…” ¡genial!), también un viaje a la vida de un escritor fracasado, o de conflicto de personalidades y reconocimiento profesional…. muchas cosas. Y luego, la historia torna a un relato de misterio/terror. Me encantan los giros de las tramas pero en esta ocasión ha sido demasiado radical en mi opinión.
    Siento ser tan crítica, y más después de lo generoso que has sido conmigo, pero creo que se aprende más de los errores que de los triunfos (la próxima vez, si te animas,dame leña, no te cortes). Espero que sepas ver que es con la mejor de mis intenciones y que mi criterio es sólo eso, el mío particular. Esto es lo que pasa cuando pones el listón tan alto con tus anteriores relatos…
    Siempre es un gusto leerte!!

    Escrito el 1 julio 2013 a las 19:16
  7. Te doy toda la razón Abbey, ha sido un giro bastante radical. Intenté en esta historia tirar por otras temáticas, un poco a lo loco, y esto fue lo que salió. No obstante, quizá me anime a intentar hacer algo un poco más estructurado.

    Y te agradezco mucho el comentario crítico. Es así como se aprende, te lo puedo asegurar, no hay cosa mejor. Recuerdo que hace tiempo, cuando daba mi relato a leer a alguien cercano, lo que más rabia me daba era recibir por respuesta un “está muy bien, yo no cambiaría nada”. ¡Así no sabía uno en qué flaqueaba!

    Gracias otra vez. Espero tener ocasión de leerte antes de la vuelta del taller.

    Escrito el 1 julio 2013 a las 19:22

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