El fin de semana en la biblioteca - por Candela S.

EL FIN DE SEMANA EN LA BIBLIOTECA

Es fin de semana y esta biblioteca no abre hasta el lunes. En su interior reina el silencio y la oscuridad, ambiente sepulcral, total son sólo libros aburridos y algunos tan viejos que no se entiende lo que cuentan.

Ahora estamos en la época de nuevas tecnologías, PC, iPod, Tablet. Poco futuro para el libro de papel.

Nadie, en la ciudad, ha recordado que hoy es el aniversario de esta biblioteca. Pero al pasar por la calle, si pones un poco de atención, puedes oír un susurro casi imperceptible.

— ¿Recuerdas cuándo llegamos aquí?, mi querido Sancho.
— ¿Qué si lo recuerdo? ¡Aún tengo los pelos de punta! Ese silencio, la negrura de los primeros días, el no pasar las horas.
— ¡Mira qué hemos pasados aventuras juntos, pero como esta ninguna! Imaginábamos cómo serían esos vecinos que aún no teníamos.
— ¡Sí, mi señor Don Quijote! Y los que ya teníamos se pasaban todos los días reunidos, contando sus cosas y cantando sus rezados.
— ¡Ah, sí! Te refieres a esos religiosos, los que cruzaron el desierto y comían maná, o cruzaron un mar al separarse las aguas. ¡Y me acusaban a mí de fantasear, o de estar loco!
— Mi señor, usted también tiene buenas aventuras, puedo mencionar las de los pellejos de vino, o la de los molinos que usted decía que eran gigantes. ¡Cuánto peligro pasó, este su fiel escudero, casi pierdo la vida, por su cabezonería! Todo por no confiar en mí, porque yo era quien mejor veía, le decía las cosas y usted no hacía caso.
— ¡A ver, me sacas de mis casillas! ¿Quién de los dos es el Señor?
— ¡Usted, usted mi Señorrrrrrrr!
— Lo ves, pues el Señor siempre tiene la razón. ¿O acaso quieres que prescinda de tus servicios?
— ¡Ya comenzamos otra vez! No Señor. Además en los tiempos que estamos, uno más al paro, y con la suerte mía, seguro que el Gobierno me señala como la razón de no haber cumplido con lo prometido al pueblo, en materia de empleo.
— Veo los titulares, ya. “El fiel escudero, Sancho ha sido despedido de su puesto de trabajo y ha impedido que se cumpla la previsión en materia de empleo que tenía previsto nuestro Ministerio de Trabajo”
— Usted ríase, Señor. Para usted todo es divertido.
— Mi fiel Sancho, sabes bien que yo sin ti no puedo vivir, mi vida te la debo a ti, sobre todo en la época en que tú eras mis ojos y yo no lo reconocía. Pero llegaron las gafas, y para mí fue como comenzar a ver un mundo nuevo.
— ¿Usted se refiere a los libros de ese autor que están en el estante vecino, Don Benito Pérez Galdós?
— ¡Primero a sus gafas! Con él me informé sobre ese artilugio que tanto bien me ha hecho. A los libros también, Sancho.
— ¡Qué bien le ha quedado la frase! ¿No fue que usted le quitó las gafas y él vino a pedírselas?
— ¿Aún no me explico cómo ese muñeco de madera descubrió que yo las tenía? De verdad Sancho.
— Pobre Pinocho, por una vez que decía la verdad y casi le cuesta la vida. Creo que nunca más se ha metido en nuevas aventuras.
— Recordar eso, me pone triste. ¡Qué crueldad con ese pobre e inocente niño! Menos mal que recobré el juicio a tiempo y no pasó nada de lo que me tenga que arrepentir, mi querido amigo.
— Cambiar de tema es lo mejor. Esta fiesta organizada entre todos los que nos encontramos en esta biblioteca ha sido una buena idea. Desde aquí, nuestro sitio, podemos ver a muchos conocidos, que con el tiempo han ido alejándolos de estantes y estanterías.
— Hace 50 años que estamos viviendo aquí y siguen llegando nuevos habitantes, cada vez menos, lo reconozco, pero con igual miedo que nosotros. Sancho, fiel amigo, baja y reúnete con ellos yo disfruto desde aquí.
— Mi señor Don Quijote, yo estoy gozando de nuestra conversación y de estos mojitos que nos ha recomendado nuestro Pirata del Caribe. “El año que viene, tal vez”.