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El perro, la caja y la bruja - por Doble M

Web: http://elmundonecesitaunempujon.blogspot.com.es/

Decidí visitar a la bruja con la esperanza de abrir aquella curiosa caja.
Las brujas hacen magia. Necesito magia para conseguir algo. Un perro murió el otro día delante de mi ventana. Se acercó allí, mientras yo observaba las musarañas, aullando y señalando con el hocico una caja que había entre la hierba. Me levanté de la silla con cuidado, porque los perros me dan miedo, y vi cómo caía al suelo para no levantarse más. Decidí salir y coger la caja sin dejar de mirar al perro, por si resucitaba… Pero la caja no se podía abrir, estaba cerrada. Por eso decidí visitar a la bruja, ella podría hacer magia. Finalmente, opté por dejarle allí la caja.

Un par de días antes, me encontraba en mi escritorio con la mirada allá por el infinito mientras ideas que pusiese fin a mi frustración. Detrás de un arbusto, apareció, para mi terror, un enorme perro negro aullando. Se acercó despacio a mi ventana, apenas a metro y medio del suelo. No paraba de aullar y señalar algo que no alcanzaba a ver. Con miedo, me levanté despacio de la silla para ampliar mi campo de visión y vi lo que señalaba: una caja semi-escondida entre la hierba. Mi gesto “WTF?” era difícil de disimular… Más aún cuando el visitante cayó al suelo después de emitir su último aullido.
Llena de curiosidad, salí fuera para coger la caja y analizarla mientras no apartaba la mirada de aquel perrucho… por si resucitaba. Volví a mi escritorio con la caja entre las manos e intenté abrirla, pero no podía; estaba cerrada con llave. Así que agarré una barra de metal que no sé muy bien qué hacía por allí (en fin, soy un desastre) y golpee la cerradura con esperanza de que la maldita caja se abriese… pero no hubo manera.
Permanecí un rato largo observándola, intentando que me hablase o que se abriese por arte de magia. Pero no encontré la forma de encontrar la idea que diese resultado.
El día pasó, seguí con mis tareas, comí, dormí,… mientras la caja esperaba en mi escritorio a que una idea se encendiese en mi cabeza como una bombilla. Y eso sucedió dos días después. Desperté de repente con la clave: ¡la bruja! Di un salto para levantarme de la cama, me vestí, agarré un paquete de galletas y desayuné de camino a casa de la bruja. Todo el mundo decía que hacía cosas… mágicas, que era una hechicera, que era mejor permanecer a una distancia prudencial de ella y agachar la cabeza si, por casualidad, te la cruzabas por la calle: podía hacerte víctima de sus “malas artes”. Pero lo cierto es que yo confío en el bien, y confío en las personas y, al menos, me propongo darles una oportunidad, conocerles antes de juzgarles y formarme una imagen errónea. Y, bueno…, si resultaba que era cierto todo lo que decían de ella, confiaba en mi agudeza de ingenio y agilidad para escapar de sus garras.
Llevaba una media hora andando, aproximadamente, y los pies empezaban a dolerme. Afortunadamente para mí y baja forma física, la casa de la bruja apareció en mi campo de visión. Solo tenía que subir una “pequeña” rampita y llegaría. Con el cansancio, mis pensamientos dieron un vuelco: llevaba más de media hora caminando al encuentro de un ser antisocial y repugnante a ojos de todos los que la conocían, llevaba una misteriosa caja cerrada a cal y canto entre las manos y para colmo, era una caja que me había dado un perro… Realmente, creí que había perdido el juicio.
Al fin, llegué a la puerta de la casa. Estaba abierta, así que entré, con las piernas temblando, mientras dejaba atrás el chirrido siniestro de la puerta. Alcé la mirada y descubrí una enorme escalera de caracol que parecía terminar en el cielo. Exhausta, llegué arriba. La bruja estaba de espaldas, sentada en una butaca enfrente de un gran ventanal. No me vio llegar, hecho que aproveché para dejar la caja en el suelo y huir.
Ya en casa, pensé que era el destino: el perro es el mejor amigo del hombre, ¿no? Seguro que la caja era para la bruja, ella la podría abrir y descubrir el secreto para reconciliarse con la sociedad.

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