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La Muerte De La Bruja - por lGaspaRodriguez

Web: http://letrasycanciones-laurag.blogspot.com.es/

Decidí visitar a la bruja de mi tía. Nunca me llevé bien con esta mujer, ni yo ni mi hermana, y mis padres… porque la aguantan. Desde la muerte de nuestros abuelos mi padre y su hermana están peor. No fue ni para el entierro.

Ahora es ella la enferma.
Nuestros padres nos dijeron que fuésemos a llevarles el suero que la mantenía con vida. Ellos hoy no podían pues mi madre estaba de reunión y en el bar de mi padre seguramente, habría redada. (Que ojo tiene este hombre para los trabajos)
Ambos se deslomaban día tras día para poder llevarnos comida.
Desde que se fueron los abuelos vivíamos fatal. Yo misma no soportaba llevar ropa de hace tres temporadas.

Hoy tuve que ir yo sola, mi hermana había conseguido una entrevista de trabajo, y aunque no quería ir, no había excusas.
Para que luego muriera a la noche por no llevarle aquel suero.

Cuando llegué a su urbanización, tan sucia y lúgubre como siempre, di un respingo al encontrarme en medio de la calle un gato negro muerto.
Que se te cruce un gato negro, da mala suerte… Pero muerto no lo quiero ni comprobar.
Unas casas mas abajo y llegué, ni siquiera había rozado la puerta que ella ya dijo que pasara. Lo dicho, es una bruja.

– Hola tía – dije amablemente. De que la vi me quedé atónita. Hacía dos días que no la veía y… ¡uff!
– Dame ya el suero, niña

Ni medio muerta dejaba los modales.

– Niña… – la miré fijamente – ¿Y tu hermana?
– Trabajando.
– Claro – Añadió en tono desaprobatorio – Tendré que dártelo a ti – le entendí decir entre dientes. Estaba segura que convite no sería – Niña, pásame esa cajita, la que… esa – Me miró suplicante cuando se la entregué. Nunca la vi así. Parecía un corderito.

Ella siempre tan… altanera y ahora nada.
La enfermedad pone a cada uno en su sitio.

Entonces hizo una mueca y de aquella cajita, aun no sé como, sacó una caja aun más grande. Parecía una de aquellas cajas donde mi abuelo guardaban sus antigüedades. Cómo aquella donde tenía el fusil de la guerra.

– Guárdala bien niña. De que muera vendrán a por esto.
– Pero tía- -dije desganada. Inmediatamente se puso más pálida. Se le notaban las venas – ¿Tía? ¿Mali?

Cuando comprendí lo que había pasado me llevé las manos tapando el grito. Aquel odio que tenía por ella se esfumó. Miré a todos lados, dijo que guardara la caja, pero no dijo que me la tenía que llevar a casa. Que por cierto, ¿Qué sería?

Inmediatamente llamaron a la puerta, sonó como un trueno. Di otro grito del susto, y este si se oyó.

-¿Mali? – Dijeron al otro lado. Por la voz era Renato, su vecino. Una de las pocas personas con quien se llevaba bien. Decidí darle la caja
-¡Renato! – Abrí la puerta. No había nadie al otro lado. Miré a todos lados en la calle. Lo mas raro era que el gato muerto había desaparecido. Luego miré hacia mi tía.

Di otro grito a la vez que salía corriendo confusa y con mucho miedo de la casa de Amalia, "Mali", hacia la mía con la pesada caja.
Ha pasado una semana, a su entierro fueron gente que ninguno de los familiares conocíamos. Varias de aquellas personas se me acercaron y me hablaron de mi tía y de lo que me había dejado, entonces comprendí todo, y también porqué vi ese gato de ojos amarillos, con heridas de un atropello y la mandíbula desencajada, al lado del cuerpo de mi tía.

Verdaderamente era una bruja.

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