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LA BRUJA - por PILA GONZÁLEZ

Web: http://www.destinonewzealand.com

LA BRUJA
Decidí visitar a la bruja de mi suegra. Luego del trágico accidente de mi esposa y mi suegro, junto a mis hijos, resolvimos llevarla a un hogar de retiro. Había quedado sola en el mundo y no tenía más familiares que nosotros. Aunque a decir verdad, yo nunca la considere parte de mi familia. Si me hizo la vida imposible desde el momento que conocí a su hija. Siempre se opuso a lo nuestro y no escondía sus sentimientos de desprecio para conmigo. Por eso la llamo la bruja de mi suegra. Si hubiese sido por mí, no voy a visitarla ni borracho, pero mis hijos me insistieron tanto que al final terminé cediendo a sus suplicas infantiles.
-Papá, te manda cartas todas las semanas para que vayas a verla. Hazlo por mamá.
Melinda fue mi único amor en la vida. Fuimos el uno para el otro siempre. Desde que se fue hace quince años, me falta una parte de mí. Solo me quedan mis dos hermosos hijos, ya casados ambos, que por lo menos me vienen a visitar todos los domingos.
Pero volviendo a la Bruja. Estuve casado con Melinda por el tiempo de 22 años, 3 de novios, es decir, 25 años aguantando a este ser despreciable que es su madre, y cuando consigo librarme de ella para siempre –pagando un costo altísimo por ello-, me vuelve a atormentar para que la vaya a ver. Seguro es para reprocharme o echarme la culpa de algo. Ya me la veo venir.

-Usted es el hijo de Doña Elsa –me dice una enfermera de unos 45 años saliendo a mi encuentro.
-No. Soy el marido de su hija.
-Venga. Pase. Lo está esperando en el salón.
Y ahí la veo. Sentada en un rincón, mirando por la ventana hacia la calle, con su típico halo de maldad sobre su rostro. Le hace señas a la enfermera para que nos deje solos y vuelve la vista hacia el exterior.
-Hola Ricardo –me dice
-Acá estoy Elsa. Te mentiría si te dijera que me alegro de verte.
-Lo mismo digo. Pero vayamos al grano. Vos te preguntaras para qué carajo te hice venir.
-Solo vine porque me insistieron mis hijos –le aclaro.
-Mira Ricardo, voy a tratar de hacértela corta. Me cuesta mucho contarte esto. Yo no te agrado, vos no me agradas.
-Te escucho.
-La historia que te voy a contar no va a durar más de cinco minutos. Después te podés retirar y no volver nunca más, como es el anhelo de ambos.
Solo cinco minutos y me libero de esta mujer eternamente.
-¿Recordás la primera vez que fuiste a mi casa? –como no recordarlo. De los momentos más incómodos que viví en mi vida-. Bueno, había algo en vos que me resultaba un tanto extraño. Así que decidí investigarte. Quería saber con quien estaba mi hija –no digo que es una bruja-. Contraté al mejor detective privado de la ciudad y le pedí que me trajera un informe tuyo, lo más completo que pudiera.
-¿Un investigador? ¿Pero…?
Sin escuchar mis palabras y mirando siempre hacia la calle continua su relato.
-A la semana se apareció en mi casa portando una carpeta con toda tu vida. A que escuela fuiste, tus novias anteriores, a que te dedicabas, etc., etc., etc. Obviamente la analicé con detalle y cuando estaba llegando al final, el investigador me frena y me dice: <<Lo que viene es la frutilla del postre, pero le advierto que puede ser duro>>. Le había pagado mucho dinero para no seguir con la lectura, y sus dichos, no hicieron más que intrigarme. Cuando terminé de leer la carpeta sentí una fuerte presión en el pecho. El mundo se me vino abajo. No podía soportar lo que estaba leyendo, y tenía que impedir que siguieras de novio con mi hija. Hice todo lo posible, pero la pobrecita ya se había enamorado de vos.
-¿De que estas hablando Elsa?
-Traté de separarlos de mil maneras, pero todos mis intentos fueron en vano. Así que me guardé este secreto para mí con la intención de llevármelo a la tumba. Pero ya no puedo más… ya no puedo más.
Se lleva las manos hacia su rostro y rompe en llanto. La tomo desesperado por los hombros, pidiéndole explicaciones y me escupe las palabras en la cara.
-Melinda y vos… eran hermanos. Te dimos en adopción cuando naciste.

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