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Buscando ayuda - por Robe Ferrer

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Decidí visitar a la bruja cuando vi que el caso que estaba llevando no avanzaba. No la conocía personalmente pero me habían hablado de ella. Aunque yo no creo en ese tipo de cosas, sabía que era la mejor en su campo.
Así que allí estaba yo, en un oscuro callejón de Madrid frente a aquella puerta de madera blanca. La puerta aparentaba ser muy débil, capaz de ceder ante un fuerte golpe. Por mucho que busqué, no pude encontrar el timbre. Justo cuando me dispuse a golpear con los nudillos la puerta se abrió permitiéndome el paso al interior.
—Adelante. Te estaba esperando. —Una vez que estuve dentro la puerta volvió a cerrarse. No fue como en las películas que las puertas se cierran de golpe, no. Se cerró lentamente y casi en silencio.
Quien me había hablado era la gitana que mi amigo Fernando afirmaba haber conocido en las fiestas del pueblo. Sin embargo, el resto del grupo jamás la había visto.
—Sabes quién soy y yo se quién eres tú —me dijo la bruja—. Me llamo Lola y tú Lucas. También sé la razón por la que estás aquí.
—Entonces eso nos ahorrará mucho tiempo y sabrás que tiempo es lo que no tengo.
—Como intuyes, tu amigo Fernando está vivo. También estás en lo cierto pensando que es él quien tiene retenido a ese niño. Pero hay algo que no sabes. Tu amigo Fernando ya no es el chico que tú conociste. Tu amigo murió en el sanatorio mental. Ahora su mente es distinta aunque el cuerpo sea el mismo. —La gitana se puso en pie y se acercó hasta mí.
No me había fijado en la estancia hasta ese momento. Era una pequeña habitación decorada con una gran lámpara de araña hecha con cientos de cristales. El suelo estaba cubierto por una alfombra de tonos rojizos y marrones. En el centro de la sala había una mesa redonda, de esas que tienen un brasero debajo y están cubiertas con un mantel que llega hasta el suelo. Encima de la mesa había una baraja de cartas del tarot, una pirámide de cristal y otros objetos que no pude identificar. Las paredes estaban cubiertas con tapices con motivos de caza en los mismos tonos que la alfombra.
—Sin embargo tengo malas noticias. No puedo saber dónde está ni dónde esconde al niño. —Las pocas esperanzas que albergué cuando la bruja comenzó a hablar, se disiparon en el acto.
—Pero tú has dicho…
—Sé lo que he dicho agente Lucas Murillo. Puedo sentir su espíritu y el del niño, pero no puedo localizarlos. Sin embargo, puedo ver que saldrás victorioso de esta empresa, aunque harás un gran sacrificio.
—Necesitamos saber dónde tiene retenido al niño antes de que lo mate. Ya hemos tenido dos víctimas y no queremos que esta sea la tercera.
—Lo sé, pero no puedo ayudarte. No sé más de lo que te he dicho. Sin embargo, deja que te dé un consejo: busca en los lugares más terroríficos para Fernando, pues se ha convertido en lo que más temía —me dijo.
—No te he entendido.
Pero ya no obtuve más respuestas. Sin saber cómo, me encontraba en el exterior, en el oscuro callejón, frente a una vieja y débil puerta blanca que se encontraba cerrada con una cadena y un candado. Aquella puerta pertenecía a un edificio en ruinas en el cual hacía muchos años que no entraba nadie.
Estaba seguro que no había imaginado aquella reunión, pero cómo era posible que estuviera dentro de la sala de la gitana y un segundo después me encontrase nuevamente en el callejón frente a la puerta. Decidí no darle más vueltas y regresar de nuevo a la Brigada para continuar con la investigación del secuestro del niño, presuntamente perpetrado por mi antiguo (y difunto) amigo Fernando.
Apenas a unos metros de la salida del callejón, un suave viento trajo a mis oídos un susurro: busca en los lugares más terroríficos para Fernando, pues se ha convertido en lo que más temía.

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