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Una segunda oportunidad - por Selyse

Decidí visitar a la bruja porque, aun habiéndome pasado la vida huyendo de la magia, sabía que era la única que podía ayudarme con mi reciente problema. Nunca imaginé que algún día volvería a confiar en la brujería, ¿Quién en su sano juicio lo haría?, y mucho menos si has visto como tu familia se destruye por aquello que consume a los brujos, el poder. A medida que el tiempo pasaba la adicción de mis padres por la magia se volvía cada vez más enfermiza, llegando incluso a olvidarse de sus propios hijos.

Hace ya más de dos años de su muerte a manos de aquello que tanto llegó a obsesionarles y lo más doloroso de todo es, de alguna forma, que no logró evitar pensar en las enseñanzas que mis padres quisieron darme sobre brujería. Si no me hubiera negado a aprender algo, ellos seguirían junto mí y ahora no me vería en la situación de tener que pedir ayuda a la bruja.

Kiowa era la única con poderes en el reino, pues pocos cuerpos humanos son capaces de soportar la potencia de la canalización y a pesar de haber sido una enemiga mortal de mi familia, le pediré ayuda.

Había perdido a dos de mis seres queridos y necesitaba recuperarlos porque cuando alguien te falta significa perder una parte de ti mismo, cómo si te arrancaran el alma.

Caminaba rápidamente por el escarpado e irregular terreno del bosque de Bendhor cuando me di cuenta de la poca luz que había, las nubes se estaban agrupando en el cielo creando un triste manto gris. Menos mal que el hogar de la bruja estaba cerca, desde donde me encontraba era capaz de ver el característico árbol centenario con forma de semiesfera, un lugar muy conocido por los aldeanos del reino que evitaban aproximarse a su casa ya que, nadie quería verse envuelto en alguno de los planes de Kiowa. Terminé de bajar la pendiente del diminuto valle y me acerqué a la puerta.

A pesar de tener el corazón a mil por hora levanté el puño y me dispuse a llamar a Kiowa, estaba a punto de tocar cuando la puerta se abrió sola. El interior de la casa se encontraba a oscuras por lo que no podía ver más allá de mis pies y eso era decir mucho ya que, el único alumbrado que había provenía de la puerta.

Comencé a sentirme insegura allí dentro así que decidí dar un par de pasos y así tantear un poco el terreno, quería comprobar si tenía algún objeto delante que pudiera entorpecer mi camino pero por suerte no había absolutamente nada y justo cuando iba a alzar la voz para preguntar por Kiowa escuché el crepitar de unas llamas a punto de encenderse. Esa pareció ser la señal perfecta para que toda la habitación se alumbrara gracias a las numerosas velas esparcidas por todo el habitáculo semiesférico, de paredes enramadas y muebles que parecían brotar de la superficie del suelo.

Y ahí, justo en medio de la habitación, estaba Kiowa con su lisa melena azul, ojos negros cual carbón y esa tez pálida, casi enfermiza, que la caracterizaba.

—Te estaba esperando.

—¿Qué debo hacer?

—Algo sencillo —me dijo mientras se acercaba tranquilamente—. Tú vida a cambio de las suyas.

—Pero…

—La magia siempre tiene un precio, querida. —acarició mi mejilla tiernamente y se agachó para susúrrame al oído—. Mi tiempo es demasiado valioso, niña, no puedo perderlo contigo así que si no vas a hacerlo te aconsejo que salgas por esa puerta.

—D-de acuerdo.

—Muy bien—dijo mientras sonreía y me entregaba un pequeño frasco con un líquido azul turquesa—. Bebe ésto.

—¿Así de simple?

—Así de simple —Dubitativa cogí el frasco de entre las manos de Kiowa y bebí el líquido, después de todo no tenía más opciones.

El líquido me abrasó por completo, quemó mis cuerdas bocales e incluso llegó a corroer la boca de mi estómago pero, por extraño que parezca el dolor desapareció en seguida dando paso a un tremendo alivio. Ya no notaba el peso de mi cuerpo, ni el frío de la lluvia o el calor de la hoguera, no ahora me sentía mucho mejor porque flotaba, era ligera y lo más importante de todo, me sentía libre.

Durante mi último aliento de vida sólo fui capaz de pensar en mis padres y en la segunda oportunidad que tendrían en su nueva vida.

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