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Rebecka - por Vanesa

El autor/a de este texto es menor de edad

Decidió visitar a la bruja, odiaba tener que hacerlo, pero la necesitaba. Tomo aire y toco a la puerta.
-Rebecka. ¿Qué haces aquí?
-¿Puedo pasar?
Lentamente se aparto de la puerta, para dejarla entrar.
-Siéntate. ¿Quieres te?
-Si por favor, gracias.
Mientras traía el te, Rebecka se quedo sentada mirando a su alrededor. Ese lugar le daba escalofríos, pero de igual forma ella no podía hacerle daño.
-Aquí tienes.
-Gracias.
Se llevo lentamente la tacita de te hacia la boca. Se detuvo antes de beber, olio el liquido y lo aparto con desagrado de su rostro.
-Sabes que el veneno para vampiros no es mi favorito, prefiero el te con miel.
Se cruzo de piernas y la miro directamente, estaba un poco enojada. ¿Cómo se había atrevido a ponerle eso en el te?
-¿A que haz venido Rebecka?
-Pero si creí que éramos amigas Mónica-dijo con fingido dolor en su voz-solo quería pasar una agradable tarde contigo y tu intentas envenenarme-miro la taza un par de segundos-de igual forma, es una pequeña dosis, solo me mantendrá inconsciente unos treinta segundos.
-Tiempo suficiente.
-Sabes que no puedes matarme.
-No. Pero podría atarte mientras el llega.
-Le haz llamado.
-Tú que crees.
-Tanto que odias a los vampiros, y le haz pedido ayuda a uno de ellos.
Sus ojos se tornaron negros totalmente, y sus colmillos se alargaron. La miro fijamente durante un rato, luego, lentamente se levanto de la silla.
-Ni siquiera intentes huir.
Se acerco a ella, tomándola desprevenida. Estaban cara a cara. En los ojos de Mónica se podía ver el miedo, como le encantaba a Rebecka esa sensación que le producía ver a una victima asustada. Mónica maldecía por dentro una y otra vez a la miserable bruja que le había hecho a Rebecka un hechizo de protección contra la muerte y otras brujas, imposible hacerle daño. ¿Cómo fue tan estúpida como para dejarla entrar?
-No tengas miedo tesoro. Ahora, veamos. ¿Cómo le doy la bienvenida a mi adorado padre?

-¡Mónica! ¿Estas ahí?
Tocaba desesperado la puerta, rogaba para que Rebecka no le hubiera hecho daño. Conocía a su hija, en un ataque de ira podía hacer mucho daño, y no era que su hija fuera especialmente sutil al momento de matar, a ella le encantaba dejar su huella.
Decidió abrir la puerta, no era lo que se esperaba, pero por lo menos seguía con vida. Entro lentamente mientras mantenía la mirada fija en la chica que tenia enfrente atada a una silla.
-¡Se que estas aquí Rebecka!
-Hola papi.-de repente la tenia en frente, y antes de que pudiera darse cuenta estaba al lado de Mónica.
-Déjala ir. Por favor, no le hagas daño.
-¿Sabes? Conozco a una estupenda bruja que hace una magia negra exquisita, y veras, le pedí que hiciera un hechizo. Cualquier cosa que le haga a ella, lo sentirá otra persona, si padre, un hechizo de alianza. Pero si la mato, la otra persona no morirá, lo único que quiero es que sienta su dolor.
Cogió una estaca y se la atravesó en el estomago, Mónica grito, pero también lo hizo el padre de Rebecka.
-la haz aliado a mi.
-captas rápido padre.
Tomo un cuchillo y se lo clavo en la mano. Otro grito de ambos. Luego rápidamente comenzó a clavarle estacas en todo el cuerpo. Mónica gritaba y gemía, no podía hacer nada, el padre de Rebecka estaba de rodilla en el piso.
-Por favor Rebecka…
Rebecka alargo sus colmillos y los enterró en el cuello de Mónica.
-Deliciosa.
Y le arranco la cabeza antes de que su padre si quiera pudiera rogarle que la dejara con vida.
Salió de la casa enojada.
-¡Maldita sea!-pensó-con lo fácil que es encontrar a una bruja tan pura que no se deje corromper por la magia negra.
Tomo aire y se subió a su auto. Sonó su teléfono. Era el.
-¿Y bien?-preguntaron al otro lado de la línea.
-Esta muerta.
-Rebecka…
-Llamo a mi padre y eso me enojo, sabes como soy con los ataques de ira, no los manejo. Créeme estoy que me atravieso una estaca de la rabia.
-No importa, buscaremos a otra.
-Con lo fácil que es.
-Tranquila, ya veremos que hacemos, te espero.
-Nos vemos.
Colgó y encendió el auto. Y tuvo una idea, una gran idea. Una enorme sonrisa se dibujo en su bello rostro.
-Soy un genio.
Y rápidamente se alejo de allí.

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