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Lilith, la bruja de Guadamur - por UserOn

Decidió visitar a la bruja. Manfredo, el calificador del tribunal de la inquisición provincial de Toledo, partió de la capital en dirección a Guadamur. Para ello se abasteció de un poco de cecina de ternera y una cantimplora de cuero llena de agua, de sobra para recorrer los 16 kilómetros que separaban ambas poblaciones a lomos de su corcel.
Al cabo de aproximadamente una hora y media llegó al claro que albergaba la cabaña de madera en la que habitaba Lilith. Manfredo aporreó la puerta al mismo tiempo que vociferó:.
—¡Lilith, abre! ¡Sé que estás ahí!
Para su sorpresa, la puerta se abrió enseguida. Manfredo se quedó sin palabras. El cuerpo de Lilith, iluminado sólo en parte por la rendija de luz que entraba por la puerta entreabierta, estaba cubierto únicamente por un vestido de gasa de una sola pieza que a duras penas cubría su figura desde los pechos hasta la altura de las rodillas. Empatizó al momento con las decenas de hombres que hechizados por la belleza de “la bruja de Guadamur”, testimoniaban la voluptuosidad de sus senos, cubiertos parcialmente por su larga melena de reflejos rojizos y la ceñida cintura que unía su torso a unas interminables piernas de color lechoso. Sus labios eran carnosos y el color de sus ojos era de un verde tan intenso como el jade.
Manfredo sacudió su cabeza de un lado a otro.
—Te estaba esperando —susurró Lilith mientras apoyaba una mano sobre la jamba de la puerta y la otra sobre su cadera—. Adelante, pasa.
Manfredo entró en la cabaña apartando a Lilith de la puerta como quien atraviesa una tela de araña.
—Siéntate Manfredo, no estás acostumbrado a cabalgar y debes estar cansado.
—No me quedaré mucho. He venido en deferencia a la amistad que unía a nuestros padres. Prometí que cuando tuviese un veredicto vendría en persona a comunicártelo.
—Tienes toda mi atención —Lilith parecía despreocupada.
—En calidad de calificador de la Santa Institución del Tribunal de la Inquisición de la provincia de Toledo, capital del Reino de España, te comunico que mi veredicto respecto al proceso que hay abierto contra tu persona, es el de culpable de innumerables crímenes contra la Iglesia y por tanto contra el propio Estado. Y así se lo haré saber al tribunal antes de que termine el presente día.
—En concreto ¿de qué se me acusa? —preguntó Lilith sin perder en ningún momento su sonrisa.
—Los hechos de los que se te acusa y que he podido constatar personalmente son, en primer lugar, utilización en beneficio propio de la sexualidad femenina, utilizando malas artes de seducción que nublan el juicio de aquellos hombres a los que son dirigidas. En segundo lugar, se te acusa de estar organizada. Acudes periódicamente a reuniones locales, conocidas como “akelarres” con otras brujas como tú.
—No puedo negarlo ¿Alguna acusación más?
—Sí. Por último se te acusa de poseer poderes mágicos por los que eres capaz de sanar. Existen varios casos comprobados, como por ejemplo el de Oberta o Guido “el tuerto”.
—¿Se me acusa de poder curar a otras personas?
—Así es. Ese poder sólo está reservado a los médicos, los Santos y el propio Señor Jesucristo.
—Debes retractarte de tu acusación o con ella te arrastrarás a ti mismo a la hoguera —el semblante de Lilith cambió a un tono mucho más severo.
—¿Cómo dices? —Manfredo, echó instintivamente su mano a la empuñadura de la bracamarte que siempre le acompañaba.
—Manfredo, tú y tu séquito de ignorantes no tenéis ni idea de a quién os enfrentáis. Soy yo, Lilith. La legendaria bruja que se nombra en Isaías 34:14 —Manfredo palideció—. Primera mujer de Adán y que abandonó el Paraíso por iniciativa propia, estableciéndome junto al Mar Rojo con el demonio Asmodeo.
—¡Cállate mujer! ¡Herejía! —Manfredo se atragantaba con sus propias palabras.
—¡Y convirtiéndome —Lilith elevó la voz tanto como pudo— con el paso del tiempo en la Bruja que ahora intentas condenar!
—¡Morirás en la hoguera, pero antes sufrirás terribles tormentos que yo mismo me encargaré de supervisar! —Manfredo intentó superponer su voz a la de Lilith infructuosamente.
—¡Bruja que por las noches yace como súcuba con hombres como tú, aprovechando la simiente que es derramada en las poluciones involuntarias mientras duermen! Y engendrando —Lilith bajó de nuevo la voz y relajó la expresión de su rostro— hijos como el que ahora te presento…

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6 comentarios

  1. 1. lunaclara dice:

    Vaya, vaya… Logras transmitir miedo y expectacion. Tu relato esta muy bien escrito y da para mucho mas. Solo siento que no tenga un final mas cerrado, y tambien que algunas frases me suenan a topico: como el ponerse la mano en la cintura o el terrible odio de la inquisicion. Para cuando la novela?

    Escrito el 31 octubre 2013 a las 02:23
  2. 2. UserOn dice:

    Hola lunaclara,

    Muchas gracias por tus comentarios. Era la primera vez que participaba en el taller de escritura y la limitación de palabras me cogió totalmente por sorpresa quedando un final abrupto o demasiado abierto que me hubiese gustado concretar más. Nos vemos en el próximo taller

    Escrito el 31 octubre 2013 a las 10:44
  3. 3. Servio Flores dice:

    me ha gustado, como dice lunaclara, transmite miedo. entiendo la limitante de palabras… pero da para mas. el final puede mejorarse.
    felicidades.

    Escrito el 2 noviembre 2013 a las 23:33
  4. 4. UserOn dice:

    Muchas gracias Servio,

    Ya estamos preparando el siguiente taller a ver que tal.

    Saludos 🙂

    Escrito el 4 noviembre 2013 a las 16:35
  5. 5. Montse León dice:

    Me ha gustado muchísimo. Muy bien redactado manteniendo expectación en todo momento. Enhorabuena.

    Escrito el 10 noviembre 2013 a las 19:51
  6. 6. UserOn dice:

    Muchas gracias Montse. Con estos ánimos da gusto escribir 🙂

    Escrito el 11 noviembre 2013 a las 11:17

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