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El sabor de un arcoíris - por Expósito

Decidió visitar a la bruja, pues decían que era la única persona que podría sanar su enfermedad. Aunque muchos vilipendiaban sus artes, era famosa en el pueblo por su enorme poder y su admirable sabiduría. Se rumoreaba que podía resolver cualquier duda, aunque sus respuestas fuesen confusas. Se llamaba Ravin Treacle.
Poseía una belleza divina, mas intentaba alejarse de todo halo de misticismo. Mientras atendía a los clientes, era común que comiese golosinas, contase chistes o canturreara alguna canción famosa. Aquellos que dudaban de su profesionalidad callaban cuando descubrían que curaba y respondía con verdad.
–Adelante, la puerta está abierta. – dijo la bruja con tono jovial.
Cuando el hombre entró en su refugió, se encontró con una muchacha que lucía mechas rosa fucsia en el cabello y vestía con la últimas tendencias en moda. Pensó que aquella imitadora de estrella del pop sería incapaz de ayudarle. Pero cuando se quiso dar cuenta, le había tumbado en una camilla y estaba masajeando su espalda desnuda mientras silbaba una versión acelerada de «Somewhere over the rainbow». La relajación que experimentaba provocó que sus deseos de marchar volasen con el viento. Los síntomas iban desapareciendo, y a su vez, toda negatividad fluía lejos de su organismo. La salud parecía reconciliarse con él.
El proceso no duró más de unos minutos. Cuando terminó, Ravin le entregó la factura y extendió la mano para recibir la cantidad estipulada. Tras el pago, examinó al detalle la autenticidad de cada billete.
La mentalidad de aquel individuo había dado un cambio radical y deseaba divulgar el milagro que vivió en sus carnes. Ella le detuvo. Aún podía darle un último servicio a aquel buen hombre.
–¿Deseas que lea tu futuro?
Él asintió con la cabeza. Espera que su clarividencia fuese tan efectiva como sus poderes de sanación. Se colocó frente a él y posó sus manos a ambos lados de la cara. Miró más allá de sus ojos, como si penetrara en cada pensamiento que encontraba y nadase en su interior. Murmuró una especie de oración.
La bruja se sentó en un taburete y quedó inmóvil, reflexionando sobre sus visiones.
–He traspasado los tres primeros muros y colado mi vista a través del cuarto. Allí hablé con El Creador y supe más de ti.
–¿Qué has descubierto? – dijo él, consciente de no haber comprendido bien sus palabras.
–El Creador te da vida y El Lector te observa.
–¿Te refieres a Dios?
Ella emitió una sonora carcajada.
–Te sorprendería el rostro de aquel que llamas Dios.
–¿Y El Lector? ¿Quién es?
–Es uno y es muchos a la vez.
–¿Muchos? ¿El Lector es el Diablo?
Volvió a reír aún con más fuerza, llegando a derramar algunas lágrimas.
–A veces puede serlo si su crítica es severa.
Él cerró los ojos y se frotó las sienes. Su cuerpo se sentía renovado, pero su mente no podía soportar tanta información confusa.
–No entiendo nada.
–Lo que intento explicarte es que vives gracias a ellos. Sin embargo, ninguno de los dos se para en tu existencia. Careces de nombre, rostro y personalidad. No tienes valor y tu existencia pronto llegará a su fin.
El hombre se encogió atemorizado. La alegría que le dio su óptima salud se desvaneció en segundos.
–¿Quieres decir que moriré pronto?
Ella emitió un suspiro. Aquella parte siempre resultaba más difícil de aceptar.
–Sí, antes de lo que crees. – respondió con expresión maternal.
El cliente se echó las manos a la cabeza y dejó escapar un leve sollozo. Entonces, imaginó por qué tanta gente hablaba mal de la bruja.
«Aunque pueda hacer el bien, la magia siempre pedirá algo malo a cambio».
–¿Me vas a matar? – dijo con voz temblorosa.
Ella lanzó una débil risilla y volvió a posicionarse frente a él, con saltitos de niña traviesa y su canción favorita volviendo a salir de sus labios.
–Yo no lo haré, cariño. Lo hará el malvado olvido.
Acarició su mejilla e introdujo en su boca una piruleta que sacó del bolsillo. Degustó su sabor y se puso en pie. Sin que ella intentase impedírselo, salió al exterior con la mirada clavada en el suelo.
Había comprendido que su presente, pasado y futuro yacían en un universo que se escondía tras los sentidos. Era un reino infinito que se alzaba más allá de la cuarta pared, cuyo nombre era Imaginación. Como un último consuelo, gracias a Ravin Treacle, sabía que moriría con un dulce sabor en la boca y el deseo de encontrar un arcoíris en el cielo.

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3 comentarios

  1. 1. Aurora dice:

    Realmente sorprendente, me ha encantado, tiene un punto de vista muy interesante. Enhorabuena. Además no cambiaría una sola palabra.

    Escrito el 30 octubre 2013 a las 16:01
  2. 2. Expósito dice:

    Muchas gracias por el comentario. Me alegro que te haya gustado y me motiva a seguir a seguir trabajando.

    Escrito el 30 octubre 2013 a las 21:00
  3. 3. Marazul dice:

    Ese contraste entre la preocupación del hombre y el desparpajo de la bruja es genial. Nos deja sorprendidos, igual que al protagonista. Un relato muy fresco. Saludos

    Escrito el 31 octubre 2013 a las 17:45

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