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El destino de Salomé - por Ricardo Felipe Nieto Pavía

El autor/a de este texto es menor de edad

Decidió visitar a la bruja, sin advertir lo que realmente ocurría. Su madre le había dicho que no hiciera eso, que esas cosas no las hacen las niñas de casa. Pero cuando a Salomé se le mete algo en la cabeza es más terca que un filósofo, o peor, que un psicólogo. Pero bueno, esa fue su decisión. Detestó por un momento la idea de estar equivocada, pero no podía darse el lujo de arrepentirse, teniendo en cuenta su situación. Además, ponía en duda la afirmación de su mamá, todos sabían que ella no era una niña de casa desde hace ya varios años. Cuando entró, ella esperaba encontrarse con el típico ambiente, la bola de cristal, un par de tzantzas y la bruja con su vestido negro. Pero no fue así, era una habitación con una mesa, un mantel verde marino, que desentonaba, y unas sillas de plástico. Esto le brindó confianza. Pensó que todo lo terrible que decían de la bruja en el pueblo no era más que exageración, no le iba a pasar nada malo.

Cuando entró la bruja, tenía puesto un vestido rojo, con un escote muy profundo, y con los labios exageradamente pintados de rojo, con el cabello ondulado y suelto. Salomé pensó que esta bruja o había acabado de follar, o se disponía a la casería. Pero, dejó de divagar, y se concentró en lo que venía a hacer. Pero, un gato negro, que estaba jugando con la falda del vestido de la bruja, le llamó la atención y le causó gracia, después de todo tiene algo de bruja. El gato, después se dirigió a las piernas de Salomé y empezó a frotarse con suavidad y a ronronear.
–Que lindo gato –dijo Salomé.
–¡Mefisto!, siempre me acompaña en mis sesiones, parece que le caes bien. Pero bueno, dime ¿qué necesitas?
–Quiero que mi novio vuelva conmigo. Me dejó por otra, mi mejor amiga ¡la ramera esa!
–Listo, está hecho, pero para completar el conjuro mágico debes darte un baño de esencias en el cuarto que está al final, y después te tomas esto.
Le entrega una bebida embotellada, que Salomé mira sin prestarle mucho cuidado. La bruja le indica donde debe darse el baño con esencias. Ella entra, se desnuda. Le entrega la ropa a la bruja que la coloca en una silla. La bruja le vierte unos líquidos vaporosos con olores penetrantes, que poco a poco embriagan a Salomé. Al final, La bruja le indica que tome la pócima que hará que su novio vuelva. Salomé bebe, aturdida por los vapores del baño, el brebaje misterioso, siente un sabor amargo que le quema la garganta; siente como poco a poco baja por su esófago y finalmente llega a su estómago. Es cuando Salomé pierde la conciencia.

Salomé se despertó aturdida. No logra determinar en qué lugar se encuentra, está desnuda. Alguien que no reconoce dice algo que no puede escuchar con claridad. Cuando su vista se aclara se da cuenta que ya no está en la casa de la bruja, ese es otro lugar. La persona que se acerca no es la bruja, es un hombre desconocido. Ella a medida que se incorpora, comprende que esté recostada en una cama. Al parecer le ha sucedido algo y la bruja la llevó a un hospital para que la atendieran, o por lo menos es lo que pensó. Balbucea unas palabras, pero son ininteligibles. Poco a poco comprende lo que dice el hombre. Escuchó «no temas», luego «ya estás mejor». Salomé se siente más tranquila. La impresión del ritual le afectó de manera tal que perdió los sentidos, cree ella. El hombre ausculta su cuerpo desnudo. Asiente.

A pesar del sinsabor en la garganta, Salomé se siente mucho mejor. Quiso identificar el hospital donde está internada, pero no reconoció ningún elemento. Le pidió al hombre algo para cubrir su desnudez. El hombre le hace señas con las manos, para que espere un momento, mientras marca un número en su celular. Ella, observa con detenimiento la habitación y no le parece una habitación de hospital, parece más bien un motel barato.
–Doctor, ya me siento mejor, ¿a qué hora me dan de alta? –Pregunta Salomé.
–Tranquila, ahora hablamos.
En el semblante de Salomé se comienza a dibujar un gesto de tristeza y preocupación, cuando escuchó la conversación que tiene el hombre por teléfono:
–Sí bruja, está bien. Me pareció caro, pero creo que vale la pena.

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4 comentarios

  1. 1. Servio Flores dice:

    Me ha gustado, crei algo sobre tráfico de organos, pero aborda lá trata personas. Siento que el relato da para mucho mas.
    Felicidades

    Escrito el 1 noviembre 2013 a las 13:37
  2. 2. Javier Giraldo dice:

    Magnifico cuento profe, que buena Critica, y concluimos en lo mismo “La ignorancia cobra caro”

    Escrito el 7 noviembre 2013 a las 05:36
  3. 3. Ricardo Felipe Nieto Pavía dice:

    Muchas gracias por sus comentarios.

    Escrito el 8 noviembre 2013 a las 19:27
  4. 4. Montse León dice:

    Muy buena historia. Yo también pensé en el tráfico de órganos.

    Escrito el 10 noviembre 2013 a las 12:43

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