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Llámame o muere. - por AlmudenaFuertes

Decidí visitar a la bruja. Ni siquiera sé porqué. No lo sabía entonces y sigo sin entender esta locura.
Nunca he creído en la magia, ni el destino. Nunca he creído en nada que no pueda ver y constatar.

El día que la conocí no prometía ser diferente a los demás. Estaba sentada en el autobús, con la mirada enganchada al móvil y la música a todo volumen en los auriculares. Conozco a la perfección el recorrido, lo hago cada maldito día de mi vida, con mirar un par de segundos por la ventanilla me sobra.
Por eso no pude ni intuirla. Alguien me agarró la mano, la intenté retirar por puro instinto. Era una mujer que no conocía de nada. A pesar de los improperios que salieron de mi boca no parecía dispuesta a soltarme la mano.
La gente ni siquiera nos miró, estaba dispuesta a partirle la cara cuando me susurró:
– Él volverá y tendrás que volver a ser tú si quieres vivir. Llámame.
– Espera sentada, chiflada.- tiré la tarjeta que había puesto en mi mano.
– Entonces muere… otra vez.
Soltó mi mano y se bajó en la siguiente parada. Me reí, no era la primera loca que conocía en mi vida. Por eso no entiendo por qué me agaché a recoger su tarjeta. Un instinto dentro de mí me empujó. El instinto de supervivencia, tal vez.
Los días siguientes no volví a pensar en el encuentro del autobús.
Ni siquiera hubiera podido describir a la mujer. Una mujer más, una sombra más en la ciudad.

Entonces todo cambió. La vida cambia cuando menos lo esperas. Te atropella, te pasa por encima sin dejarte un hueso sano.

El primer día lo vi en el metro, de pasada. Me fijé en él porque no estaba mal, pero era demasiado temprano hasta para los tíos buenos.
La siguiente vez, en la biblioteca. Casualmente fuimos a coger el mismo libro. Nuestros brazos se rozaron y sentí un escalofrío. Nada romántico.
Me cedió el libro y sonrió. Yo no, no quería sonreír, ni tontear, solo salir corriendo.
Con ese segundo encuentro empezaron las pesadillas.
Pesadillas de fuego, sangre y dolor. La sensación de angustia me duraba toda la mañana. Intentaban no pensar. Intentaba no recordar.
Algo dentro de mí me gritaba que no eran simples sueños. Significaban algo.
Mi yo realista insistía en que era el estrés.

La tercera vez que le vi fue en el parque que hay frente a mi casa. Sentado en un banco. No pasaba desapercibido. Vestía demasiado bien y leía un libro, no encajaba.
Eso era demasiado. ¿Me estaba acosando? No todos los asesinos psicópatas son feos y horteras.
Subí corriendo a casa, pero podía notar su mirada sobre mí. Recodé sus ojos verdosos, turbios. ¿Le había visto los ojos? ¿Por qué los recordaba tan claramente?
Entonces empezó la nausea y los temblores. Las pesadillas se hicieron más nítidas, más detalladas. Como películas que me agarraban directamente las entrañas.

“Es él” me desperté repitiendo esas palabras. Es él. Me ha encontrado.
Busqué la tarjeta de la loca del autobús desesperadamente. No, no la había tirado. Estaba sana y salva en mi mesilla de noche.
“Crystel. Lectora de destinos. Sanadora de almas” Genial, lo que me faltaba. Ni siquiera me había molestado en leerla antes. Esa mujer estaba peor de lo que pensaba.
Aún así marqué el teléfono.
– Así que ya está ahí.- fue lo primero que dijo. Yo que ya tenía preparado un chiste por si me preguntaba quién era.- ¿aún tienes humor?- ni siquiera me había dejado abrir la boca, era como si me leyera la mente.- te conozco muy bien, Gabriel.
– ¿Gabriel? Ya me parecía a mi… se confunde, me llamo Marta.
– Bueno, como quieras. Cuando te conocí eras Gabriel. Ya ha llegado a ti ¿verdad? En cada vida le es más fácil encontrarte, estás perdiendo facultades.
– ¿Cada vida? Esto me pasa por llamar… soy idiota. Debería ir a la poli.
– ¿La policía?- la escuché reír y pude recordar esa risa ¿Dónde la había escuchado antes?- Gabriel, empiezo a cansarme… no puedo pasarme la eternidad convenciéndote de que recuerdes. Recuerda y puede que vivas, vete a la policía y morirás.
– ¿Recordar qué?
– Quién eres en realidad, quién es él y porqué quiere matarte una y otra vez.
– ¿Y cómo se supone que puedo recordar todo eso?
– Con mi ayuda.

Decidí no acudir a la policía. Puede que sea yo la loca.

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