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Un golpe de magia - por Rey Mono

Decidió visitar a la bruja y se encontró a un mago. Todo lo que llevaba buscando en su vida lo encontró con tan solo dar una patada a una piedra. De allí salieron ranas, sapos y culebras, pero ni las ranas ni los sapos se convirtieron en princesas ni príncipes, por muchos besos que les dio. De hecho, quien sí cambió algo tras esa experimentación erótica con los animales fue él… que si a algo olía no era precisamente a humano. La culebra tampoco cumplió con sus expectativas. Estuvo un rato mirando fijamente sus ojos, intentando caer hipnotizado, y el resultado fue un mordisco en la nariz que, afortunadamente, no pasó a mayores.

El mago, que no llevaba una escoba voladora ni tenía una gran verruga en la nariz, básicamente porque no era una bruja, tampoco llevaba una varita mágica, y esto sí que le extrañó. La suciedad de su barba y el mal olor que despedía cuando alzaba los brazos no le parecieron muy normales. Tampoco era muy propio de los magos, al menos de los que él recordaba, que cuando levantaran los brazos fuera para echar a un niño de su casa, en lugar de para invocar a las fuerzas sobrenaturales del universo durante la preparación de un hechizo, ya fuera este bueno o malvado. Y es que la magia, tanto blanca como negra, no podía resultar tan estridente.

Parecía claro que aquel anuncio que leyó en el periódico estaba equivocado. Ni allí había una bruja -eso saltaba a la vista y al oído- ni ese hombre tenía mucha pinta de ser un experto en el arte de los hechizos. "Ni en el arte de la higiene", añadió su olfato a sus pensamientos. "Pensándolo bien -se dijo-, quizá no sea tan mala idea limitarme a la literatura si de verdad quiero conocer la magia." Desde aquel día ha leído muchas cosas, pero ni un solo periódico.

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