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Langford y la bruja - por Roberto

Decidió visitar a la bruja, para informarle del asalto que el pueblo pensaba hacerla-pensó, que tal vez por gratitud ella cumpliera sus deseos, que un favor se cobrara con otro.
Con disimulo y delicadeza, empezó a escabullirse de la urbe enfurecida, que a grito de pulmón vibrante, cantaba la consigna- Que arda la bruja- y con un brillo inusitado, con una mueca escalofriante en los labios, hacía prender sus improvisadas armas, hasta hace poco herramientas de trabajo para el campo, ahora al servicio del pueblo y de su oscuro sentido de la justicia.
Antes de adentrarse en el bosque oscuro que conducía a casa de la bruja, echó una rápida mirada atrás; viendo levantarse columnas de fuego resplandeciente y columnas blancas espesas arremolinarse en la negra noche como nubes de tormenta.
Conocía todos los caminos del bosque, incluido el que llevaba a casa de la bruja, solo unos pocos lo conocían y nadie todavía se había atrevido a cruzarlo. El sería el primero, pero no el último, por eso fue todo lo rápido que sus pequeñas piernas le permitían.
La localización de la morada donde habitaba ese ser maligno, se había ocultado en una vieja leyenda que servía para ahuyentar a las personas curiosas de allí. Alegre pensó que se podía admitir la comparación entre él y el músico:
Según decía la leyenda; un antiguo músico buscando inspiración en el bosque, esperando que el espíritu de las musas se le contagiara bajo ese cielo de hojas, topó con un muro de al menos tres metros de alto, donde las hojas nacen negras, y crecen frondosas enredaderas espinadas, de las cuales se advierte que su pinchazo provocan una muerte lenta y horrible, ya que están impregnadas de veneno, el más letal de ellos, también la historia amenazaba que acercándote demasiado, las enredaderas cobraban vida y te ataban bajo sus tentáculos mortíferos para después comerte.
El músico consiguió abrirse camino ante la muralla utilizando la música, Langford había planeado hacer lo mismo.
Llevó una vieja y añada flauta. Se colocó delante y empezó a tocar, poco a poco las enredaderas y los brazos emponzoñados fueron abriendo un claro, el cual cruzó sin dejar de tocar.
Aspirando con fuerza el aire, sintió como una fuerza superior, invisible, le alzaba sobre el suelo como si fuera una débil hoja. La flauta cayó haciéndose pedazos.
-¿Quién es el osado que ha decidido irrumpir en mi santuario?
-Soy Langford, un triste zapatero, que ha venido dispuesto a darle una nueva transcendente y …-
-Transcendente- susurro la vieja bruja. Enjuta y arrugada, cara agriada y aspecto alicaído- Sí es cierto ¿porque has venido a hacerlo? el último que lo hizo me pidió un deseo del que todavía no se ha olvidado- se rio guturalmente, con aspavientos exagerados-
Langford se asustó, y si la historia era cierta. Colgado en el aire, hizo un esfuerzo por recordar como acababa la historia. Recuerda que el músico se encontró con la bruja, que esta le leyó la mente y supo así el porqué de que alguien irrumpiera en su morada.
La bruja hizo un gesto descendente con su mano, y Langford fue aterrizando sobre el yelmo suelo. Mientras bajaba veía acercarse las llamas hacía aquel lugar, se quedó petrificado, y entonces pudo oír la música, silbante como una serpiente, pero armoniosa como si la tocara un ángel.
-Quieres que te conceda una vida eterna- se volvió a reír exageradamente en un tono tan agudo, que los cristales temblaron- Langford eso es algo imposible, pero si puedo concederte algo muy parecido-
El muro que la bruja levanto en su momento, cayo pasto de las llamas, y los hombres y mujeres entraron en estampida. La bruja con un leve gesto, hizo que todos ardieran, y se tornasen en cenizas que arrastraba el viento-
Langford salió corriendo, mientras en su cabeza la música que oía le rugía aquella vieja historia en la voz de la bruja:
-Le pedí que me compusiera una canción. Él me dijo que no era digna de que me compusieran una canción. Le convertí en viento, para que siempre tocara para mí.
Corrió hasta no oír la música y aquella voz. Llego a un río; tan sediento estaba que se acercó a beber, y allí vio en el reflejo como se había convertido en un gato.
No vivió eternamente, pero tuvo siete vidas para recordar que su deseo egoísta condenó a su pueblo y a él.

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