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Petrificus Totalus - por @lGaspaRodriguez

Web: http://letrasycanciones-laurag.blogspot.com.es/

Estaba limpiando en casa y de repente llamaron a la puerta, pregunté quien era pero nadie contestaba. Abrí un poco la puerta y vi a Renato.

— Hola, ¿Están tus padres? — Negué aquello. Fue a decir algo más, pero no pronunció palabra alguna. Estaba muy quieto.
— ¿Renato?
— Tienes algo que por derecho, y obligación, me pertenece — dijo una voz a mis espaldas. Me di la vuelta. Como de la nada un hombre alto e imponente estaba en mitad del pasillo. Apenas pude verle bien la cara, la tenía tapada — ¿Dónde tienes la caja?

Me quedé muda. Algo me contaron algunas personas, de entre los amigos magos, en el entierro de mi tía. Aquel hombre sería Amäel.

— No sé de que me habla, si es tan amable de salir de mi casa, por favor.
— Claro — dijo frío y cortésmente.

Esta vez salió por la puerta. Me pareció irónica esa salida. Y muy extraño.

— ¿Renato? ¿Qué pasa aquí?
— Es Amäel. No le des la caja.
— Vale… bueno vamos… ¡Pero muévete!
— ¡Que no puedo! Me ha paralizado — Puse los ojos en blanco. ¡Que desesperación!
— ¿Y como hago que te muevas?
— Sólo puede hacerlo un mago.
— Bueno, alguna vez tendría que estrenarme — dije sonriente.

Hacía un mes que había muerto mi tía Mali. De golpe y porrazo era maga, justo la que debía proteger la caja. Me previnieron de lo que podría pasar y de la gente que estaba tras ella. Tal y como en la película de Harry Potter, me enseñaron defensa contra la magia oscura….. Pero yo no era muy “Hermione”. Era más patosa.

— ¡No, no, no, no….! — dijo nervioso, con miedo
— Anda, no seas así. Necesito practicar, ya los oíste.
— ¡Pero no conmigo! — Intentó moverse, irse de casa, pero era incapaz. Reí aquello.
— Que no pasa nada, confía en mi — No sé como lo hizo que aun sin poder moverse, cayó al suelo — ¿Estás bien?
— Si… No me ha dolido — dijo extrañado.
— Por un momento creí que te harías añicos. — intenté llevarle como pude al salón — Venga, vamos

Tuve que coger el patinete con el que jugábamos de pequeñas mi hermana y yo. Sólo así pude transportarle.

— ¡Joder, lo que pesas!
— ¿Ya guardaste la caja? — Lo afirmé.
— Además vi lo que contiene….
— No debiste hacerlo. Así vendrán más magos.
— ¿Y todo este embrollo por una pluma? No me creo la leyenda… Es demasiado ficticio.
— Debes guardarla bien. No abrirla. Ni usar la pluma.
— Am… — aun quieto, me miró con esa cara…
— Cornalina… ¿Dónde la tienes?
— En mi cuarto, bien escondida.

Noté una ráfaga de aire frío tras de mi. Era aquel hombre, vi como entraba en mi cuarto. Corrí hacia él, intenté pararle, zarandearle… hacer algo que le parara. Resultaba inútil. Le lancé los cojines pero los destrozó con sólo tocarlos. Me quedé atónita. Instintivamente miré hacia detrás de mi ropero. Se dirigió hacia él, ansioso.
Yo me lancé hacia el lado contrario, donde guardaba los zapatos. Allí abrí la caja y saqué la pluma y el libro.

Me miró de esa forma… Creí estar muerta…
De pronto la pluma la noté un poco más pesada, y el libro desapareció. Lo busqué pero no lo hallaba.

— Eres una simple niña… — dijo mirándome nervioso cuando la pluma se transformó en aquel arma
— Soy la nueva protectora — dije tímidamente.

Me armé de valor y le apunté con el arma en el que se transformó la pluma. La famosa arma de los seis reinos. Le cambio radicalmente la cara, acto seguido se desvaneció dejando un rastro de ceniza.

Corrí hacia el salón, Renato seguía igual. Con lo que sabía de magia intenté devolverle la movilidad. Pero era incapaz…
Han pasado dos semanas y aun sigo sin poder devolverle la movilidad a Renato

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2 comentarios

  1. 1. Marier dice:

    lGaspa, tu relato es agradable, facil de leer y con acción.
    Al pobre Renato, lo dejaste inmóvil y ahora pienso que has podido hasta prescindir de ese personaje.
    Te felicito!

    Escrito el 6 diciembre 2013 a las 21:12

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