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Madera de artista - por Pato menudencio
El teatro estaba tan lleno que los dueños tuvieron que acondicionar los pasillos para que el público pudiera sentarse. Mi socio Gino, estaba más nervioso que de costumbre, no entiendo el por qué, esta rutina la hemos presentado miles de veces a lo largo de todo el país y siempre la gente termina riéndose a carcajadas, además, las personas repletan los escenarios sólo para verme a mi, el gran Fabrizio De Grazia, una de las estrellas más importantes de toda Italia, y soy yo, y sólo yo el verdadero centro de atención.
Sobrevivir en el mundo del espectáculo no es fácil, con decirles que cuando yo empecé en el negocio, hace más de 30 años, existían cientos de parejas de artistas que hacían lo mismo que Gino y yo, pero no eran rivales dignos, todos terminaron sucumbiendo ante mi talento sin igual. No quiero sonar soberbio, pero yo soy el alma de la rutina, aunque si bien, Gino es un gran compañero, el tiempo le ha pasado la cuenta y sus movimientos se han vuelto lentos, incluso, no pocas veces ha olvidado los parlamentos en medio de la rutina, imaginen eso, ¡Imperdonable!, en cambio yo, apenas he sufrido el paso de los años, pese a lo mucho que llevo en el ambiente y la vida nocturna propia de la bohemia Italiana.
Estamos a 30 minutos de empezar y Gino está agotando mi paciencia, lo veo dar vueltas de una lado para otro sin dejar de murmurar el guión que tiene que decir esta noche. Aún recuerdo nuestros inicios, Gino tenía un talento natural para hacer reír y lo más importante, poseía la mente más ágil que había visto en toda mi vida. Me da un poco de pena contemplar su ocaso, ahora no queda nada de aquel artista nato. Ahora es un viejo nervioso y vacilante, debería aprender de mí, siempre sentado en un rincón, imperturbable antes de actuar.
Estamos a unos pocos minutos de salir, el público esta noche parece difícil, desde el camarín podemos escuchar unos fuertes abucheos hacia nuestros teloneros, un domador de perros bailarines. ¿A quien se le ocurrió contratar a esos novatos? Ojalá se sienten en primera fila para que vean actuar a los verdaderos profesionales.
Noto a Gino respirar hondo y tragar saliva, su mirada me encuentra y en apenas un susurro me dice ¡Buena suerte Fabrizio! Sus palabras de ánimo antes del show siempre son esas, nada de cosas como “rómpete una pierna” o la que a mi gusto siempre me ha parecido tan vulgar “mierda, mierda, mierda”, no, Gino nunca ha sido supersticioso, a diferencia del resto de nuestros colegas artistas.
Con gran solemnidad nos dirigimos al escenario. Los reflectores nos daban de lleno en la cara y por un instante pude ver, no sin cierta preocupación, el sudor que le recorría la cara y las manos de Gino, sólo imaginar que debe tocarme con esas manos durante el show me causa cierta repugnancia, pero es un sacrificio menor que todo artista de primer nivel debe hacer en beneficio del espectáculo.
Ambos sabíamos que mantener al público entretenido no sería una tarea fácil, Gino es el encargado de iniciar la rutina, y si comete un error, nuestra carrera podría terminar de inmediato. Por suerte para ambos, Gino abrió con el chiste del burro y la monja, ese nunca falla cuando el público es complicado, y eso dio paso para que nuestra rutina fluyera de forma natural. Teníamos a todos comiendo de nuestra mano, salvo unos pequeños errores de Gino, todo resultó espectacular.
Los aplausos eran ensordecedores dentro del teatro, todos nos aclamaban, aunque el público desde sus asientos no podía ver a Gino, jadeante por la falta de aire que le acarreaba el esfuerzo de actuar. Debo cambiar pronto de socio, o si no, el declive de Gino me arrastrará junto con el. He pensado seriamente asociarme con Salvatore, su hijo. Es 20 años menor, y se sabe toda la rutina de memoria. Tiene talento el muchacho, Gino debe de intuir el curso natural de las cosas, no en vano ha pasado estos últimos 5 años enseñándole los secretos del negocio. Veo en su hijo el futuro de la comedia, y para el sería un honor trabajar a mi lado. Es muy sabido que muchos ventrílocuos matarían por poder actuar junto al gran Fabrizio De Grazia, el mejor y más talentoso muñeco de madera del mundo.
Me ha gustado la idea y cómo la presentas, el principio es bueno, pero al final, con el cambio de presente a pasado, queda raro. Sobre todo si tienes en cuenta que lo más inmediato, precisamente es el final. Por lo demás, en general está muy bien. ENhorabuena.
Gracias por leer mi cuento, tendré presente las sugerencias.
pd: tengo la segunda parte del cuento.
Muy bueno. Al principio me parecía la típica estrella de los años 60 trasnochada y que va de diva 🙂 a partir del segundo párrafo y al leer el título, he llegado a la conclusión que era un muñeco, como Rockefeller o Macario. Si me permites un consejo, yo no hubiera escrito la última línea, das a entender bastante bien la situación del personaje.