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Tenemos que hablar - por Pipa Pispireta

Notó su mano deslizándose por la espalda. Se sentía pesada y la empujaba hundiéndola en el colchón donde se quedó inmóvil esperando que esa caricia se desvaneciera.
Llevaban casados tres años. Él había comenzado a hablarle sobre avanzar en el proyecto de formar una familia juntos y ella empezó a sentirse lejos. Pero no lejos de Martín, su marido, sino lejos de ella misma.
Laura trataba de recordar si había tenido otra opción además de casarse con su único amor. El de la adolescencia, su compañero desde la infancia. Sentía que vivir la vida al lado de él había comenzado a significar: vivir la vida de él.
Ya no lo deseaba y quería volver a sentir la pasión que alguna vez sintió pero que había desaparecido hacía tiempo. La angustiaba pensar que aquellas sensaciones podrían haber desaparecido definitivamente dentro de ella y no solamente entre ellos. Necesitaba indagar sus propios límites, conocerse, saber hasta dónde llegaba su propio ser y donde comenzaba aquel otro ser que la buscaba ahora en la cama donde ella no quería ser encontrada.
La mano se detuvo en la cintura. A lo mejor esperando alguna respuesta, un movimiento de aprobación que no llegaría.
Recordó los pasillos de la escuela donde se conocieron. También vino a su mente aquel día en que se habían escondido en la sala de música que permanecía llena de instrumentos aún deshabitada y con las luces apagadas. Se escondieron en la penumbra detrás del piano, se miraron a los ojos y se dieron el beso más dulce y tímido que solo puede darse a esa edad. Ambos mantuvieron sus ojos cerrados al besarse, tomados de la mano casi sin contacto físico más que sus labios temblorosos. Se apartaron por un momento y él le propuso que fueran novios. Entonces ella le sonrió como única respuesta. Volvieron a besarse cerrando los ojos pero esta vez sus manos, las de ella, rodearon el cuello de él. Y las de él la tomaron tiernamente de las mejillas
Desde aquel día habían pasado más de 15 años, centenares de anécdotas en común y millones de recuerdos. Una vida de coincidencias hasta aquella noche en la que no coincidían.
Ella, tendida, muerta de miedo pensando que palabras usar para explicarle aquello que ella misma no entendía. Como convertir en palabras la certeza de que el amor se había transformado en una profunda necesidad de reconocerse a sí misma.
Él decidió acercarse, envolverla con sus brazos. Ella, al sentir su cuerpo tan cerca se inundó de rechazo y quiso apartarlo pero notó que no podía moverse.
Mientras era recorrida por caricias y la boca de él llegaba a su espalda, aquel destino que antes tanto disfrutaba durante el rito amoroso que solían compartir, ella sintió repulsión e impotencia.
Quería moverse y su cuerpo no respondía. La invadió un profundo temor. Quizás el de enfrentar ese momento con sinceridad.
Ya no quería decir, sino gritar su deseo de alejarse. Pero su voz la ignoraba y aquellas palabras no llegaron a existir. Intentó inutil y desesperadamente, apartar con sus manos los dedos que acariciaban sus pechos debajo de la sábana. Ya no intentaba parecer dormida, quería correr pero su cuerpo no obedecía. Desesperada pedía a sus cuerdas vocales que griten.
No quería ser amada, ni seguir ocultando su secreto. Quería apartarse y gritar que ya no pertenecía a ese lecho y que no estaba dispuesta a continuar en esa mentira.
¿Por qué su cuerpo la traicionaba de esa manera? Su esposo no registraba su rechazo. Ella misma no se sentía, no percibía su cuerpo, solo el de Martín avanzando sin permiso sobre ella. También alcanzó a distinguir lágrimas rodando por su rostro y cayendo silenciosamente en la almohada. Oía su corazón galopar atormentado y lleno de angustia. Lo escuchaba resonar en la habitación, fuera de ella, como si tampoco él le perteneciera.
Gritó sin voz, imaginó alejarse aunque sus piernas no respondieran. Y repentinamente despertó en su cama silenciosa temblando de desesperación tras la terrible pesadilla.
Respiró profundamente, abrió y cerró sus manos para asegurarse de tener control sobre su cuerpo. Luego giró la cabeza y miró a su lado. Allí dormía Martín sin enterarse que esa mañana ella tenía algo para decirle que cambiaría sus vidas definitivamente.

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2 comentarios

  1. 1. Forvetor dice:

    me ha gustado mucho tu texto. el uso del lenguaje muy correcto y la aplicación del tema estupenda. a lo mejor la historia da unos traspiés en el centro del cuento, pero en general es una idea estupenda, muy bien redactada. espero leer más cosas tuyas 😉

    Escrito el 4 diciembre 2013 a las 20:22
  2. 2. Pispireta dice:

    Gracias! estoy aprendiendo 🙂

    Escrito el 5 diciembre 2013 a las 02:11

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