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La fuerza del mascarón - por Juan F. Valdivia

Web: http://juanfvaldivia.wordpress.com/

–¡Vela a la vista! ¡A estribor!
El infeccioso grito del vigía contagió de actividad la cubierta. El capitán empezó a restallar órdenes.
Yo, tutor de mascarones y gobernante del bauprés, nada más oír al vigía salté al viento del botalón para liberar las cinchas del foque. Mientras lo hacía mi mirada danzaba sobre los tres ajados mascarones de la 'Orgullo de Ashrae’. La superficie del maestro, incrustado bajo el mástil, apenas conservaba ya la capa de oro y esmeralda originales. Pero todavía imponía: clavaba su miraba ceñuda en el horizonte, desafiante. Sus voluminosos brazos prometían fuerza sobrehumana. Le flanqueaban los custodios, dos figuras de menor tamaño pero aspecto igual de impresionante. Por ellos ingresé en el templo, sufrí la iniciación y me tatuaron un corazón en el puño. Por ellos me enrolé: por los bellos y temibles mascarones de la Marina de Ashrae.
El viejo ladraba ordenando izar todo el paño.
–¿Qué sucede, Lork?
Mi compañero Lork tenía esa bendita habilidad de enterarse de todo cuanto ocurría a bordo, ya sucediera en la más profunda sentina o en el más alto de los mástiles.
– Esto no me gusta nada, Gus. Esa vela no enarbola estandarte alguno… y ha virado directo hacia nosotros.
Una nave sin bandera. Piratas.
–¡Larguen velas, caballeros!
Con el foque les libre ordené a Lork y sus compañeros que lo izaran. Similar operación sucedía por todo el barco: la nave saltó catapultada. El súbito empujón me tomó a contrapié, haciéndome caer. Sólo la red del chichorro me libró del chapuzón.
–¡Más velocidad! –bramaba el viejo. Desde mi posición divisaba los árboles con su velamen desplegado al completo. Miré a estribor, al otro buque: pequeño y ligero, nos alcanzaría sin dificultad.
Escuché un chapoteo a babor, luego otro, y otro. Soltábamos cargamento. El capitán debía haber visto en ese buque algo malo, muy malo, tanto como para tirar dinero por la borda.
–¡Señores: más velocidad!
El nerviosismo afilaba la voz del viejo. Llevaba cinco meses en el Orgullo y hubiera jurado que por las venas del capitán corría hielo. Ahora parecía una moza histérica.
–¡Los remos, preparen los remos!
»¡Gustaf! ¡Los mascarones!
Al fin se cumpliría mi sueño infantil: reviviría mascarones. Un mono no hubiera trepado por el bauprés más rápido que yo. Cuando pisé cubierta el viejo ya corría hacia mí.
–¡Venga, activémoslos! –en su aliento la furia apenas soterraba al pavor. Obedecí. Descubrí mi medallón de Thxotugá, señor del movimiento, y lo tendí hacia el viejo. Éste lo juntó a su emblema de Zuhlhu, guardián del océano. Sus poderes, unidos al anillo de Voluntad del capitán, obraron el milagro: la energía fluyo hasta mi puño activando la marca de vida. Mi mano estalló en un fuego que no quemaba. Me tendí sobre la cubierta y acaricié el pecho del mascarón maestro. Unos crujidos anunciaron el portento: los colosos salían de sus nichos. Quedaron quietos aguardando órdenes. Mis órdenes.
–A los remos –dije. Los mascarones caminaron hacia los seis desproporcionados remos que la tripulación ya había dispuesto.
–¡Bogad! ¡BOGAD!
Yo bramaba como un segundo viejo: todo capitán antes de ascender debe trabajar como tutor. Pero no todos los tutores llegan a capitán.
Nuestro Orgullo volaba gracias al viento y al empuje de los mascarones. Mientras tanto el capitán vigilaba en silencio al buque pirata. Ganábamos distancia. Sí, escaparíamos. El tiempo transcurrió mientras los colosos remaban impertérritos. Al fin el viejo sonrió: el peligro había pasado.
–Devuélvales, Gustaf.
–Parad. Regresad a los nichos.
Los titanes obedecieron soltando los remos. Ya caminaban de regreso a sus sitios cuando de improviso el mascarón principal se detuvo: había regresado a su estado natural de estatua. Los escoltas le secundaron, obedientes. El capitán me miró, pálido. Le devolví el gesto consciente de mi lividez. Nos acercamos al maestro y unimos los amuletos: por segunda vez llamas místicas envolvieron mi puño. Toqué el pecho del mascarón, pero éste no respondió. Insistí, golpeando con fuerza ese pecho de madera mística. No se movía. Pero debía hacerlo.
Debía hacerlo.
Apenas sentí las manos del capitán tendiéndome sobre la cubierta.
Yo miraba al mascarón. Seguía parado.
Tampoco vi el resplandor del cuchillo alzándose, letal.
No se movía. Nada.
La hoja se hundió en mi pecho. Hurgó. Sajó.
Mascarón. Quieto. Vergü…

Con gesto apesadumbrado el capitán extrajo el corazón de Gustaf y lo claveteó sobre el pecho del maestro: los mascarones despertaron.
–Regresad.
Los colosos avanzaron crujiendo maderas.
Gustaf había fallado: no pudo insuflarles vida. ‘Un tutor posee dos corazones: puede regalar dos vidas’, rezaba el dicho.

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8 comentarios

  1. 1. Martina dice:

    ¿Qué puedo decir? Personalmente, y como lectora ávida y compulsiva, tan solo puedo añadir: PERFECTO. El vocabulario, la atmósfera que creas y los personajes, piden a gritos más. Es decir; que tu relato bien podía ser el inicio de una novela. Lo que más me ha gustado es que el lector ha de hacer un pequeño esfuerzo para adentrarse en el relato, igual que sucede con el gran Borges. Lecturas que motivan el intelecto del buen lector o para lectores aventajados.
    Enhorabuena.

    Escrito el 29 noviembre 2013 a las 13:49
  2. Hola, Martina.

    Muchas gracias por tu comentario. Me alegra que el relato te haya gustado. Por desgracia, tal y como se intuye de tus palabras, el texto necesita más. Mucho más. Eso me han echado en cara los comentaristas, y yo mismo ya lo puse ayer en mi blog: http://juanfvaldivia.wordpress.com/2013/11/28/comentarios-a-la-fuerza-del-mascaron/. La lógica limitación que impone el taller, esas fatídicas 750 palabras, me ha impedido entrar un poco más en detalle y desarrollar en su justa medida (no mucho más, pero sí varios cientos de palabras) la historia.

    De todo ello he tomado nota para una reescritura. Cuando el relato lo acabe puede que lo publique en mi blog, como ya hice en su día con otro cuento revisado (http://juanfvaldivia.wordpress.com/2013/07/24/silenciosos-tumulos-de-revelacion/). Si sigues mi blog o mi twitter ya te enterarás de ello en su momento 😉

    Un saludo y de nuevo muchas gracias por tus palabras.

    Juan.

    Escrito el 29 noviembre 2013 a las 14:05
  3. Hola, Martina.

    Muchas gracias por tu comentario. Me alegra que el relato te haya gustado. Por desgracia, tal y como se intuye de tus palabras, el texto necesita más. Mucho más. Eso me han echado en cara los comentaristas, y yo mismo ya lo puse ayer en mi blog: http://juanfvaldivia.wordpress.com/2013/11/28/comentarios-a-la-fuerza-del-mascaron/. La lógica limitación que impone el taller, esas fatídicas 750 palabras, me ha impedido entrar un poco más en detalle y desarrollar en su justa medida (no mucho más, pero sí varios cientos de palabras) la historia.

    De todo ello he tomado nota para una reescritura. Cuando el relato lo acabe lo más seguro es que lo publique en mi blog, como ya hice en su día con otro cuento revisado (el de ‘Silenciosos túmulos de revelación’). Si sigues mi blog o mi twitter ya te enterarás de ello en su momento 😉

    Un saludo y de nuevo muchas gracias por tus palabras.

    Juan.

    Escrito el 29 noviembre 2013 a las 14:34
  4. 4. Cibeles dice:

    Hola de nuevo

    Estoy de acuerdo con Martina, el texto es perfecto! Leí el comentario de tu blog, y creo que todo lo que le tuviste que quitar al primer borrador le da profundidad, hay que dejarse llevar, pero se entiende, aunque no niego que siento curiosidad por saber todo lo que no se dice (más que nada lo que asustó al capitán). Me parece que lograste el equilibrio que buscabas al cortar.

    Por cierto, te felicito por el buen manejo del vocabulario náutico!!

    Escrito el 29 noviembre 2013 a las 18:49
  5. Hola, Cibeles.

    Gracias también a tu por tus palabras.

    Tranquila que sabrás lo que asustó al capitán, y muchas cosas más (tanto por el relato en sí como por el proyecto paralelo que he empezado).

    Ahora mismo estoy reescribiendo/ampliando el relato que me incluyeron en la recopilación del taller, el de ‘Los precios del avatar’. Aun pasando de 750 a 1000 palabras se me siguió quedando corto. Llevo buena parte de la tarde dándole vueltas y al fin dispongo de un borrador de cerca de 2100 palabras, borrador en el que ya narro TODO lo que creía necesario narrar. En cuanto lo tenga bien pulido lo subiré a mi web (como le dije a Martina, si quieres enterarte de cuándo subo esos textos sólo debes estar atenta a mi web o mi twitter, que allí lo anuncio siempre). Haré lo mismo, reescribirlo y ampliarlo, con este del mascarón y con el cuento del ejercicio anterior (‘La extraña conquista de BaradSar’), que también me quedó un poco corto.

    Cada vez tengo más claro que el taller, más que para general relatos me sirve para arrancarlos, darles una base sobre la que luego pulir y perfeccionar. Y como diversión, por supuesto.

    Respecto al manejo de los términos náuticos, decir que soy un desastre: leyendo a autores como Hodgson (o libros del tipo de ‘El lobo de mar’, de London) uno se da cuenta de la complejidad y hermosura que poseen esas historias.

    De nuevo muchas gracias y recibe un muy cordial saludo.

    Juan.

    Escrito el 29 noviembre 2013 a las 21:22
  6. 6. Giriel dice:

    Caramba Juan, tu relato es tan imponente como los mascarones, la misma fuerza! Me alegro de abrte leído, me encanta tu vocabulario y la armonía de tu texto. Solo tengo una duda, si el narrador es el protagonista y muere, ¿quién narra las últimas líneas?

    Escrito el 17 diciembre 2013 a las 18:12
  7. Hola, Giriel.

    Magnífico comentario el tuyo. No había caído en ese detalle: me he liado y he empezado narrando en primera persona para de repente al final usar la tercera. Deberé cuidar ese detalle cuando lo reescriba. Muchas gracias por descubrir ese error.

    Por lo demás me alegra que el cuento te haya gustado.

    Un saludo.

    Escrito el 17 diciembre 2013 a las 18:27

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