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Cloroformo - por Maiwey

Valeriano Martínez, químico de profesión, se encontraba inmerso en la inconsciencia cuando el olor a sangre le despertó. Un olor metálico, pútrido y ligeramente picante, camuflado bajo un intenso aroma a desinfectante.
Tal fetidez formaba una mezcla casi sólida que se subía por las fosas nasales, se pegaba a la parte alta de la nariz y le taladraba el cerebro. Era realmente molesto.
Intentó abrir los ojos, pero no pudo. Algo suave y resistente le oprimía los párpados y fijaba su cabeza contra una superficie plana. Apenas podía sentir las extremidades, los límites de su cuerpo parecían difuminarse en el espacio y el tiempo. No podía pensar con claridad.
Ante la imposibilidad de gritar o realizar cualquier clase de movimiento, Valeriano concentró sus mermados sentidos en descubrir donde estaba.
Un repiqueteo metálico, algo que goteaba desde cierta altura, un pitido corto y agudo que se repetía a intervalos regulares, un golpe, otro golpe, algo que se arrastra, murmullos… Oía voces en la distancia tan lejana y distorsionada que apenas podía entender lo que decían. Valeriano no lograba componer una imagen de lo que le rodeaba, sin embargo, un recuerdo casi primigénico le alertaba del peligro a una muerte inminente.
Un cosquilleo en el bajo vientre le alertó de que unas manos enguantadas le palpaban con demasiada dureza, una caricia fría y después el dolor.
En el preciso instante en el que el bisturí atravesó su carne se dio cuenta de que se encontraba. Un quirófano.
Al momento se le vinieron a la cabeza multitud de relatos y vivencias de pacientes que habían asistido impotentes a su propia operación porque el anestesista había cometido un fallo al calcular la mezcla de fármacos.
Cada fibra de su cuerpo clamaba de dolor cada vez que las manos cortaban, separaban y jalaban trozos de su ser. Mas no se permitió entrar en pánico, concentró todas sus fuerzas en la punta del dedo índice de su mano derecha, tal vez consiguiera moverlo a tiempo para alertar a los médicos y detener así semejante tortura. Tenía que lograrlo, tenía que lograrlo ¡Tenía que lograrlo!
El apéndice se movió de forma espasmódica apenas unos centímetros, pero fue suficiente. El médico se dio cuenta y un instante después Valeriano sintió un frío vertiginoso que le subía por el brazo, se retenía un momento en el pecho y llegaba a la espina dorsal donde el impulso nervioso se convirtió en oleadas de felicidad.
Mientras volvía a sumergirse en las negras aguas de la inconsciencia tuvo un último pensamiento: “¿Por qué estoy en un hospital si nunca he estado enfermo?”

El médico, era en realidad, un fallido estudiante de medicina que había abandonado los estudios por el lucrativo negocio del mercado negro de órganos.
Una vez terminada la extracción, y mientras la enfermera procesaba los órganos para su posterior envío, comenzó la sutura. Estaba satisfecho, por este trabajo su cliente, un viejo anónimo podrido de dinero, alargaría su vida unos años más mientras él ingresaría otros 50 millones en su cuenta de las islas Barbados.
Ya sólo quedaba el desagradable asunto de deshacerse del cuerpo, pero eso no era asunto suyo.
Semanas más tarde saltaría a la prensa la noticia de Valeriano Martínez, un químico que había desaparecido de la región sin dejar rastro al igual que otras tres personas en los últimos tres meses.
Habría una investigación, por supuesto, pero nunca lograrían sacar nada en claro ya que los chicos del matadero hace mucho que habrían despiezado el cuerpo y vendido sus restos como morralla para la fabricación de pienso para cerdos. Ninguna prueba o indicio podrían relacionarle con la muerte y desaparición de Valeriano Martínez.

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2 comentarios

  1. 1. Servio Flores dice:

    Muy interesante, por el limite de palabras queda casi a nivel de bosquejo. Puede dar para más.
    Saludos.

    Escrito el 8 diciembre 2013 a las 06:32
  2. 2. Marier dice:

    Maiwey,
    Me gustó como desarrollaste el contenido y el vocabulario utilizado.
    Las descripciones, olfativas, auditivas están muy bien logradas, al igual que el clima de suspenso
    Sigue escribiendo, para seguir leyéndote
    Slds

    Escrito el 10 diciembre 2013 a las 15:11

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