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Un nuevo rey en la ciudad - por Mar Mare Maris

Una vez fui muy grande. Tomé reinos, construí ciudades y conquisté mujeres. Fui amo y señor de grandes dominios, pero hoy mi reinado parece que se ha limitado a una modesta y pequeña plaza. Mis pocos súbditos son unas asquerosas palomas que usan mi testa como atalaya convirtiendo los ricos brocados de mis ropas en ricos pero en cagadas. Y al fondo de mi plaza se encuentra un bufón que ha decidido convertirse en lo que yo soy: una estatua.

Como en mi época, todo el mundo baja la mirada al pasar ante mí y sólo aquel hombre con ropas ridículas se atreve a mirarme fijamente. Ambos, quietos, pasamos desapercibidos en este mundo en movimiento. Al principio me fijé en que a mi bufón le daban unas monedas y él lo agradecía con una exagerada floritura, pero ahora se ha convertido en otra estatua de mi plaza.

Sin embargo, hace tiempo algo me perturba más que las palomas. Desde mi alto pedestal, como buen rey vigilante de sus dominios, he percibido a ciertas figuras bien vestidas que me miran y rumorean. ¡Malditos cortesanos, nunca me desharé de ellos! Creo que traman una nueva traición pues esta mañana, al alba como buenas alimañas, han traído a mi plaza extraños artilugios y algo tapado con una lona. Mi bufón ha llegado pronto y al ver el revuelo ha roto su silencio y su compostura marchándose finalmente muy enfadado. Por lo visto era una estatua muy viva.

Pasadas unas horas he podido ver lo que ocultaba la lona. Un gran cartel con la imagen de un rey muy sonriente comiendo un apetitoso bocado y al lado un mensaje: “Ha llegado un nuevo rey a la ciudad, prueba nuestras nuevas hamburguesas”. ¡Traición, malditos, sabía que me intentaríais derrocar!

Aunque, entre la marabunta, parece que por fin alguien levanta una mirada pura y sin maldad, un niño que alza su tierno dedito mientras le pregunta a su adorada madre que quién es ese hombre que tiene una estatua. La madre, la muy bruja, me mira y despacha su curiosidad infantil con un simple: “pues alguien que fue importante”. Eso me hace pensar que he perdido esta batalla y, con ella, mi modesta y pequeña plaza.

Ya me bajan de mi pedestal y colocan a un nuevo rey.

Pero antes de que me cubran con la lona del olvido y me hagan desaparecer veo a mi bufón al final de la plaza. Ya no va vestido de forma ridícula, sino que viste regio como yo, cagadas de paloma incluidas. Parece que perdí esta batalla pero que la guerra del recuerdo puede seguir viva en mi leal bufón.

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2 comentarios

  1. 1. Aurora dice:

    Entre conmovedor y divertido, me ha gustado leerlo, sobre todo porque este buen señor no debió ser tan bueno, y su prepotencia traspasa el texto, pero es bonito el giro del mimo haciéndole su homenaje silencioso.

    Escrito el 2 diciembre 2013 a las 16:47
  2. Gracias Aurora! Para mí era importante la imagen del mimo, él único que parece que le echará de menos

    Escrito el 3 diciembre 2013 a las 17:47

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