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QUIETUD BAJO LA LLUVIA - por Nuria

Web: http://www.nuriacmallart.wordpress.com

Era un soleado día de verano en el balneario Montmichelle de Suiza. Sus ojos cansados apenas distinguieron la masa borrosa que se dibujaba ante él. El murmullo de unas voces lejanas le despertaron de aquella larga ensoñación en la que vivía desde hacía unos años. La familia Uribe, de origen venezolano, había llegado poco antes del mediodía para hablar con el médico responsable de rehabilitación.
María Belén, la pequeña del clan, le acarició un pie. Le recorrió un escalofrío. Nadie le había tocado así desde hacía tiempo. Se sentía invisible.
– ¡¡Mira papi se le posó una mariposa!! ¿le hará cosquillas?- preguntó la niña emocionada.
– Sí mi vida pero no se da cuenta…- le contestó su padre acariciándole el cabello.
La niña espantó a la mariposa con la mano y salió tras ella correteando por el jardín.
– Siéntense por favor- indicó con un marcado acento francés el doctor Leboussier.
– Hijo ve con María- dijo el señor Uribe a Iván, su hijo mayor.
– Pero ¿por qué?- increpó el chico.
– Haz lo que te dice tu papá- dijo con dulzura la señora Uribe.
Llevaban casados 20 años y se amaban como el primer día. Isabel Uribe tenía una belleza inusual, exótica, que florecía con el paso de los años. Su cabello esculpido en un perfecto moño dejaba entrever una larga y cuidada cabellera castaña oscura. Sus formas eran elegantes y su lenguaje discreto. Lucía un elegante vestido de tirantes azul largo hasta la rodilla a juego con sus sandalias de verano.
Manuel Uribe aparentaba más edad por el bigote pero tenía un brillo azulado en sus ojos que le imprimían vitalidad y la dulzura de una lejana pero feliz juventud. Vestía con un elegante traje de domingo. Era de costumbres sencillas y muy culto.
– Doctor, ¿cuál es el diagnóstico?- preguntó angustiada Isabel.
– Señora Uribe, me temo que en estos momentos es precipitado y poco prudente emitir conclusión alguna- hizo una pausa -Si bien es cierto que ha habido una evolución en el aspecto físico, la parte cognitiva es la que va más lenta-.
– Pero se recuperará ¿verdad?- preguntó Manuel tomando la mano de su esposa.
– Doctor, se lo suplico díganos la verdad. Estamos…- A Isabel se le quebró la voz.
– Estamos preparados para escuchar lo que tenga que decirnos- continuó Manuel con lágrimas en los ojos – Sabemos que nunca recuperaremos quien fue antes de la tragedia, pero si hay una remota posibilidad de evolución…. Haremos lo que sea-.

Su cuerpo, frío y desgastado, albergaba un alma atrapada en una jaula de dolor punzante, diario. Las palmas de sus agrietadas manos miraban al cielo, como pidiendo ayuda o quizá clemencia. Las pocas ocasiones en que la gente le observaba era por compasión y casi por obligación. No lo soportaba y agradecía no poder siquiera mover su cabeza porque en esa postura sus ojos recibían el consuelo de los árboles, las montañas y el vuelo de los pájaros. El sonido del agua procedente de la fuente que alguna vez bañaba su rostro lo llevaba lejos de aquel lugar y soñaba que su cuerpo inerte cobraba vida y corría, corría lejos siguiendo el rastro aromático de alguna mariposa entre las flores.
– Señor Uribe, su hermano era una persona de fuerte complexión y muy sano debido a su juventud y a su condición atlética, sin embargo el accidente le provocó unas heridas internas prácticamente irreversibles.
– Doctor, vaya al grano…- el rostro de Manuel se endureció.
– Como les dije, no podemos emitir diagnóstico definitivo pero por el momento creemos que, para evitar más daños cerebrales, lo mejor es inducir a su hermano a un coma profundo.

Isabel se tapó los ojos con las manos. Manuel la abrazó. Lloraron juntos.

Avanzaba la tarde, las nubes aterciopeladas daban paso a una ligera llovizna. Cada gota era un elixir de vida. Quizá todavía habría esperanza para él en aquel lugar rodeado de tristeza y dolor.
La pequeña María Belén se arrodilló ante él.
– Angelito bello, cuida de mi tío. Haz que algún día despierte por favor-.
Isabel la cogió en brazos.
– Vamos amor, llueve. Llevaremos a tu tío a su habitación.
Sí, sabía que era solo una imagen de piedra buscando a Dios en aquel jardín, pero por primera vez sintió que más allá del espeso olor y las voces amargas, él representaba la esperanza y el amor de aquel lugar, bajo aquella lluvia.

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