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Demasiado Quieto. - por Carlos Dauro

Con los ojos cerrados y como saliendo de un túnel infinito, siento que mi cerebro despierta. Estoy agotado por el esfuerzo realizado, no soy consciente de dónde estoy, solo recuerdo una luz cegadora y el sonido de un claxon, no sé nada más. Tengo la garganta seca y aprisionada. Mis neuronas parece que empiezan poco a poco a desperezarse, sin prisa.
Vengo de trabajar. ¿Trabajar? ¿A qué me dedico? Sí, lo recuerdo, en una empresa inmobiliaria importante. Allí, tengo un despacho con imágenes de edificios y planos colgados de las paredes, la mesa redonda de reuniones y la pizarra donde anotamos los objetivos de la semana.
¿Qué día es hoy?, no lo sé, ¿Qué comí hoy? ¿Cómo es posible que no recuerde eso tan trivial? Estoy alterándome por nada.
Necesito volver a pensar en mi despacho, sí, lo estoy viendo, amplios ventanales que dan al parque, mi mesa de nogal llena de propuestas y contratos y un gran marco de plata con la foto de mi mujer y de mis hijos. Menudo susto se llevarán cuando se enteren del accidente. Menos mal que estoy bien, algo aturdido y dolorido pero estoy bien. No comprendo por qué no puedo mover ni un músculo del cuerpo. ¿Me habré quedado parapléjico? ¡Bah! ¿Cómo va a ser eso si lo recuerdo todo? Mi mujer Helena, mis hijos Cristina y Álvaro, mis compañeros de trabajo, mi ciudad, mi coche, sí, lo recuerdo todo. No tardarán en venir a recogerme y llevarme al hospital, será cuestión de poco tiempo. Gracias a Dios mi cabeza está intacta.
Sigue estando oscuro y por más que lo intento no puedo abrir los párpados. Estoy agotado, muy cansado. Noto una presión en mi antebrazo, creo que se me ha clavado algo, sin embargo empiezo percibir un olor que me resulta familiar y único, pero no puedo ubicarlo en este momento, también noto que mi cuerpo está cómodo, creo que estirado, no lo sé con certeza, sólo sé que no puedo mover ni un músculo. Debe de haber sido un golpe muy fuerte para que mi cerebro no tenga la suficiente fuerza para obligar a moverse mis músculos.
Es Enero, sí, mañana vamos a ir a ver la cabalgata de los reyes magos. ¡Qué ilusión tienen mis hijos! Este año, ¡por fin! vamos a poder regalarles todo lo que han pedido. Las cosas nos han ido bien. ¿Y mi chaqueta? ¿Dónde tengo la chaqueta? He de coger la cajita que llevo en el bolsillo antes que la encuentre Helena. Es una sorpresa, mi primer regalo de joyería después de nueve años, tantos como llevamos casados. Helena es mi apoyo, mi fuerza, sin ella no habría podido conseguir lo poco que ahora tenemos y, sobre todo, la amo. ¿También tengo atrofiadas mis lágrimas? Necesito llorar de alegría y amor.
¿Por qué sigo sin poder moverme? ¿Qué me pasa? ¿Dónde estoy? ¿Y este silencio tan ruidoso? Me da pánico este silencio ¿Me habré muerto? No, no tengo frío. ¿Cuánto tiempo llevo consciente? ¿Me he vuelto a dormir en este rato? ¿Por qué no viene la ambulancia, la policía? ¿El conductor del otro coche estará bien? No, no lo estará, sino ya habría venido a ayudarme.
Este olor, no es un ambientador es el olor típico de… ¿No puede ser? ¿Ya? ¿Cuándo? ¿Cómo? Estoy muy alterado y empiezo a tener miedo, pánico. No puedo mover ningún músculo. ¿Cuánto tiempo llevo aquí, en el hospital?
Oigo pasos acompañados de voces susurrantes que abren una puerta. Mis constantes vitales conectadas a algún aparato les habrán puesto sobre aviso de que estoy bien gracias a Dios.
— Helena, como ve, sigue todo igual. El golpe en la cabeza fue definitivamente irreversible y no hay nada más que podamos hacer. La última prueba, la última oportunidad, después de tres años también ha fracasado. No puedo decirle nada alentador.
¿Tres años? ¿Llevo aquí tres años? ¡Dios mío!
— Gracias doctor. Sé que han hecho todo lo posible. Álvaro… ¿sufre?
Sufro porque no os dais cuenta que estoy escuchándoos. ¡Maldito cuerpo! Muévete algo, lo que sea. ¿Por qué nadie se da cuenta? Estos aparatos seguro que van mal.
— No creo, en todo este tiempo su cerebro ha estado inactivo, lo cual quiere decir que lo ha inhibido de sensaciones y emociones.
— Desconectarlo ¿Será lo mejor para él?
— Sin duda Helena. Pero eso has de decidirlo tú.
¿Desconectar? Helena, mírame por favor. Estoy vivo. No lo hagas. Necesito llorar. Te quiero, no lo hagas.
—Déjenme a solas con él por favor. Quiero despedirme.

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4 comentarios

  1. 1. Servio Flores dice:

    Me há gustado. Unicamente siento elipsis muy bruscas.
    Me gusta el diálogo que lleva el prota al final, se intercala bien con lo que sucede en el hospital.
    Con más desarrollo dar para más.
    Felicidades!

    Escrito el 30 noviembre 2013 a las 15:11
  2. 2. Carlos Dauo dice:

    Gracias Servio, lo que pasa es que con 750 palabras hay poco margen para más, sin embargo, como tú dices si no hubiera habido el límite de palabras hubiera habido más y mejor historia.

    Escrito el 1 diciembre 2013 a las 15:35
  3. 3. Aitor dice:

    Me ha gustado mucho como has desarrollado el relato y la escena final.

    Escrito el 7 diciembre 2013 a las 15:41
  4. 4. carlos dauro dice:

    Gracias Aitor por tus palabras.

    Escrito el 8 diciembre 2013 a las 21:06

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