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LAS DUDAS DE AURORA - por NHICAP

Viernes, 11/11/2011

Me llamo Aurora y tengo 45 años, ese fue mi primer recuerdo al despertar en la cama del hospital. Tenía la sensación de que mi cabeza iba a estallar, a punto de inundarse con las imágenes difusas de un diabólico episodio que, en realidad, no sabía si pertenecía a mi vida real o era un sueño perverso.

De pronto, empecé a recordar la noche lluviosa en que el coche se salió de la carretera e impactó contra un árbol. Sin embargo, quise aparcar el accidente y dedicarme primero a la tarea de reconstruir, de acuerdo con mi estructura mental y capacidad imaginativa, aquel sorprendente episodio. Me iba a requerir mucho esfuerzo, ordenar el aluvión de imágenes que mi mente ya procesaba para componer el puzzle.

El extraño recuerdo

Me fijé en aquella joven, a la que llamaré Carmen, desde que entró en el bar. Dos cosas centraron mi atención en Carmen. Primero su indecisión, escudriñó el interior del local antes de entrar, y el otro detalle, su gesto de sorpresa, eso creí entonces, al verme allí, inmóvil en la silla de ruedas. Aparentaba unos 25 años, esbelta, cuerpo bien proporcionado y aspecto muy atractivo, pero sus luminosos ojos no lograban suavizar el halo de preocupación grabado en su rostro. Transcurridos unos segundos, Carmen se encontraba a mi lado, acariciaba mis mejillas y me besaba con dulzura en la frente. A continuación, condujo con parsimonia la silla de ruedas hacia la salida del bar y, por el camino, exclamó, en voz alta para que la escuchasen desde las mesas cercanas: " Aurora vamos a casa que se hace tarde. Juan nos espera en el coche"

¡Conocía nuestros nombres! Yo estaba atónita ante la desfachatez de Carmen, pero mi estado, de absoluta inmovilidad, me impedía solicitar ayuda. Aunque conservaba la vista, el oído y el olfato, había perdido la voz y el tacto. Juan había salido a realizar unas compras y confiaba que regresara a tiempo para evitar lo que semejaba un secuestro, ejecutado con gran descaro, sin levantar sospechas, en un bar muy concurrido. En pocos segundos, seleccioné tres posibles móviles que justificaran el secuestro: una broma de mal gusto, un secuestro con fines económicos o una venganza por alguna intervención profesional, era la responsable del servicio de psiquiatría del hospital, que hubiese provocado un grave perjuicio a algún paciente. Me horrorizaba esta última opción, Carmen podría haber perdido el juicio y hacer cualquier locura conmigo.

Carmen me sacó del bar, cruzamos la calle y se dirigió al mono-volumen blanco, acondicionado para trasladar a discapacitados. Mi sorpresa fue mayúscula al ver descender a Juan del asiento del conductor y aproximarse a nosotras. Se acercó a mí y dijo con gesto airado:

—¡Sorpresa! Soy el hermano de Pedro, tu amante. Lo asesinaste, una noche de lluvia torrencial, al estrellar el coche que conducías borracha, contra un árbol.

¡Me acusaba de asesinar a Pedro!

—¡Otra sorpresa! —intervino Carmen—. Yo era la verdadera novia de Pedro, nos íbamos a casar el próximo mes. Tu solo fuiste su capricho, una aventura que ya le había perdonado —dijo, mientras me agitaba la silla.
—Te llevaremos a una clínica donde te operarán de la vista, quedarás ciega total. También te romperán el tímpano y los otros huesecillos del oído —dijo de nuevo Juan—. Debes pagar por el asesinato de Pedro —me chilló al oído.
—Las lesiones que has sufrido en el accidente, nos parecen una pena insuficiente y mereces un castigo mayor —dijo ella—. Juan, subamos la silla y terminemos, de una vez, con este asunto —gritó nerviosa.

En unos minutos, el mono-volumen enfiló la salida de la ciudad. Yo, muerta de miedo, lloraba en silencio.

Retorno al viernes, 11/11/2011

—¡Hola! ¿Ya has despertado? Dormiste muchas horas por los tranquilizantes, pero estás bien y pronto te enviarán a casa —dijo Juan, mi cuñado.
— Si Juan, estoy bien. Pero,…..¿dónde está Pedro? ¿Ha fallecido?
— Aurora, tu marido vive. Permanece en la UCI, está consciente. Parece que saldrá adelante.

No me gustó " el parece " de Juan y comencé a llorar desconsolada. Al rato, una médico joven y esbelta, entró en la habitación.

—¡Aquí está tu colega de psiquiatría! Ya estás despierta, vamos a caminar un rato para desentumecer los músculos.
—¡Hola Carmen, cariño! Te haré caso, me levantaré para ir a ver a Pedro.
— Ten paciencia Aurora, quizás sea pronto para verlo —intervino Juan, esta vez autoritario.

Juan consiguió confundirme, y alterarme. Ahora no me fiaba de él y temía seguir soñando.

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1 comentario

  1. 1. Emyl Bohin dice:

    No es relato de una sola lectura, al menos para mí. Accidente de coche, realidad que es un sueño, unos personajes que luego son los otros. En cierto modo es Mulhollan Drive (El camino de los sueños en Argentina y Sueños, misterios y secretos en el resto de Hispanoamérica) de David Linch. Y como el film también requiere una segunda lectura para poder saborear todo el encanto que tiene.
    Lo dicho, un cuento sólidamente construido para leer con detenimiento.

    Escrito el 30 noviembre 2013 a las 19:15

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