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De la cabeza a los pies - por Elena

Web: http://nihilomnisveritasest.blogspot.com.es/

Tengo un frío espantoso.
Las extremidades me hormiguean. El estómago me arde y no veo nada…
Negro.
Gris… y ahora sí, un blanco cegador tras el cual, una habitación cuadrada y vacía, iluminada precariamente por una bombilla colgada sobre mi cabeza, se configura ante mis ojos malheridos.

Trato de reconocer el lugar pero no hay manera, no sé dónde estoy ni porque estoy… ¡Joder! ¡Estoy atado a una maldita silla! Completamente atado. Estoy anudado de la cabeza a los pies por lo que debe ser la cuerda más gruesa y tosca jamás creada por el ser humano.
Genial…
Noto cómo se me acelera el pulso y mi corazón comienza a bombear a toda velocidad, haciendo bullir la sangre por unas venas que bajo las cuerdas tensadas, presionan como si fueran a estallar de un momento a otro.
Trato de mover una mano, la otra, pruebo con los pies… Imposible. Quién me haya atado, lo ha hecho a conciencia. Ni si quiera puedo estirar un dedo sin sentir horribles calambres.
Vale.
No puedo moverme.
¡Joder!
Las sienes me palpitan con fuerza y a pesar del frío, comienzo a sudar copiosamente. Me pesa la cabeza y ni si quiera puedo girar el cuello a un lado o a otro, lo único que tengo son ciento ochenta grados de libertad visual por los que corretear. Si al menos la vista fuera agradable…
Mierda, me duele el pecho, me duele mucho el pecho…
Quiero gritar.
Necesito gritar.
Joder, ¡voy a gritar!
O a llorar, no sé, lo que salga antes.
Dios…
Aprieto la mandíbula y cierro los ojos con fuerza.
Quiero gritar pero me contengo no sin dificultad.
Lo que debería hacer es respirar. Eso es, volver a respirar con normalidad.
Inspira, expira.
Me pesa la cabeza…
Inspira, expira…
¿Qué es eso? ¿Una sombra?
Sí, parece una sombra. Las veo a través de la rendija de la puerta. Están ahí. Está ahí. Quién o quiénes sean, caminando de un lado a otro, ¡puedo ver cómo caminan!
Pero Dios, me pesan tanto la cabeza, los párpados…
De pronto, la puerta se abre y mientras él, ellos, entran, mis ojos se cierran despacio.

Una sacudida, un crujido profundo y lacerante consiguen que abra los ojos de par en par.
Escupo y despido un espeso amasijo de sangre y dientes. Se me nubla la vista y apenas veo.
Delante de mi, entre nebulosas, unas manos protegidas por un puño americano se frotan cubiertas también de sangre contra un jersey.
Quiero hablar, preguntar algo, lo que sea, pero no puedo. Siento mi boca y mi cara cómo si no fueran las mías. Creo que el muy hijo de puta acaba de romperme la mandíbula.
—Ni si quiera lo intentes. —Oigo a lo lejos—. El puño de Jota resulta devastador, ¿verdad?
El puto puño americano retrocede y yo trato de enfocar la procedencia de la voz mientras ésta avanza. Joder, no veo nada; la habitación, el mundo, parecen desenfocados.
—Tendrás muchas preguntas. Pero supongo que sobre todo le interesará la cuestión de qué haces tú aquí si eres inocente. ¿He acertado? Sé que sí. —La voz me resulta sumamente desagradable—. Pues bien, intentaré contestarle de la manera más rápida y clara posible, ya que ante todo, queremos ser justos. Tanto como usted lo ha sido siempre con nosotros. Verá, señor presidente, usted está aquí porque llevamos años dudando de su integridad, tanto política como humana. —Si pudiera articular alguna clase de expresión en este momento, sería de asombro, de perplejidad. De horror quizá…—. Llevamos meses vigilándole, ¿sabe? —Ahora escucho su voz muy cerca y un escalofrío me atraviesa—. Así pues, tras hacer las consideraciones oportunas, decidimos juzgarle.
Sin querer, emito algo parecido a un gruñido.
—¿Cómo dice, señor presidente? —Pregunta mientras escucho risas al fondo—. Por supuesto que el juicio ya se ha celebrado. Teníamos todas las pruebas y documentos que necesitábamos en nuestro haber, y por si se lo preguntaba; sí, ha sido declarado culpable.
Culpable…
Quiero salir de aquí.
Me arde la cabeza, el corazón me va a estallar…
—Y en cuanto a quiénes somos nosotros…
Silencio.
Vuelvo a gruñir, a sollozar.
Noto cómo empiezan a derramarse las lágrimas por mis ojos según escucho cómo unos pasos pesados avanzan hacia a mi.
—Bueno, señor presidente, al fin y al cabo, para usted nunca fuimos nadie, ¿no es cierto?
Y en lo más hondo de mi cabeza, tan rota y cegada como está, puedo escuchar con todo lujo de detalle el sonido del gatillo amartillándose justo antes de…

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2 comentarios

  1. 1. Aurora dice:

    Está muy bien, me gusta cómo usas los puntos y aparte para darle más dramatismo, quizá el único fallo que le veo es la parte final, que no el final en si mismo, sino más bien lo justo anterior, la identidad del personaje y lo de que ha sido juzgado, se ve como forzado, quizá no hubiera sido mala idea obviar quién es o que se tratara de un ajuste de cuentas o algo por el estilo, aunque pudiera resultar evidente, puede que quedara más natural, pero sólo es mi opinión, también es difícil con tan poco espacio. Por lo demás me ha gustado el estilo y te felicito por ello.

    Escrito el 3 diciembre 2013 a las 16:09
  2. 2. Forvetor dice:

    coincido con Aurora en lo bien usadas que están las frases cortas en la primera mitad. y puede que eso hace que la parte final quede un poco apresurada. pero me ha gustado mucho el texto. la idea quizá merezca algo un pelín más largo y elaborado. si te animas no dejes de compartirlo 😉

    Escrito el 4 diciembre 2013 a las 20:52

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