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Naturaleza. - por Libres de Lectura

Web: http://libresdelectura.blogspot.com.es/

El fuego se acerca. Cinco días han pasado ya desde que se iniciase el incendio y aún no han podido controlarlo. Varias veces al día veo una especie de pájaros metálicos que desprenden agua para intentar apaciguar las llamas, pero nada, el fuego sigue y sigue avanzando.

¡Maldita sea! ¿Por qué nos hacen tanto daño los humanos? Infinidad de veces he podido ver a hermanos míos morir atravesados por unos artilugios de ruido ensordecedor, he visto a humanos cortar partes de muchos de nosotros para llevárselas a sus casas. ¿Qué diablos hará esa gente con ellas? Nunca lo he podido entender. Llevamos tantos y tantos años dándoles qué respirar, protegiéndoles, produciéndoles sombra y tranquilidad. ¿Para qué? ¿Para que lleguen ellos en bandadas y cojan nuestros frutos sin saber lo que nos cuesta producirlo? ¡Es parte de nuestra fisonomía! No podemos más con esta situación. Queremos vivir tranquilos, pero siempre aparecen los más mayores para sosegarnos a los más rebeldes recordando nuestra máxima, “respeta y serás respetado”. ¿No ven que esa máxima no sirve con los humanos? Yo no aguanto más. Hay que hacer algo.

A este momento de rebeldía se le ha sumado que cinco días atrás, una familia de humanos provocó un grave incendio que a día de hoy aún perdura y cada vez con más fuerza.

Todo ello me ha convencido para pronunciarme. No quiero seguir con esto. Quiero actuar. El fuego se está acercando y si seguimos sin hacer nada nos comerá. Después de discutir horas y horas con los más cercanos y convencerles de que es la única opción, esta mañana hemos enviado el mensaje con nuestra decisión con destinatario el Árbol Mayor.

El suelo acaba de temblar y, si sigue los mismos patrones que siempre, esto significa que al Árbol Mayor no le ha gustado nada nuestro mensaje. Así que creo que es el momento de actuar por mi cuenta. Se lo comento a mis más cercanos y como era de esperar ninguno me apoya en la decisión “nunca nadie a excepción del Árbol Mayor se ha puesto en contacto con ella” se puede oír de algunos. “Dicen que si te diriges a ella te conviertes en ceniza” dicen los más jóvenes. No me importa, si ellos prefieren morir sin actuar como se ha hecho siempre yo no lo compartiré. Llevo muchos años entrenándome en la meditación y en la concentración con mi ser interior que creo que ya estoy preparado para poder ponerme en contacto con ella.

Me adentro en mi esencia, bajo a lo más profundo de mi naturaleza y allí, la comienzo a notar. Me invade todo el cuerpo, la cabeza me comienza a dar vueltas, no sé si podré soportarlo, esto es más duro de lo que imaginé. La Montaña me tiene aprisionado. Soy suyo.

Muchas voces dicen en el pueblo que hace muchos y muchos años éste sucumbió al peor verano de la historia. En ese pueblo cada verano se había registrado las temperaturas más altas y ése alcanzaron récords inimaginables. La gente recurría los fines de semana al bosque, dónde encontraban un poco de paz en medio de ese infierno de sol abrasador. Pero un día un incendio amenazó con destrozarles su bien más preciado. Éste les proveía de troncos, leña, fruta, etc. No podían dejar que el fuego se lo llevase. Las guardias forestales de todo el país ayudaban con sus cuerpos de bomberos, aviones y helicópteros cisterna, pero nada era suficiente. La gente veía el fin de su pueblo. Sin el bosque no podrían hacer nada. Todo estaba acabado.

No había previsiones de lluvia en semanas vista, y las reservas cercanas se estaban quedando sin agua. Hasta una noche. La gente se despertaba a causa de un sonido aterrador procedente de la montaña. ¿Qué pasaba? ¿Se estaba rompiendo la montaña? Eso era imposible. De repente y como si de una cascada se tratase comenzó a llover, cada vez con más fuerza y el fuego iba poco a apaciguándose contrastando con la intensidad cada vez mayor de las lágrimas de los pueblerinos.

Todo el pueblo se encontraba observando ese milagro y entre ellos se oyó la débil risa de un niño que iba de la mano de su padre, cuando éste bajo la mirada para ver qué le pasaba, el niño dijo con cara de sorpresa y una sonrisa en la cara: mira papá, como en el cuento que me contabas ayer, “no hay fuerza más poderosa que la naturaleza”.

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