Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

La mujer y la bestia - por Noe

Ona llegaba tarde a la clase de Kundalini Yoga de las once y cuarto. Como siempre.
Solía aparecer alrededor de las once y media, cruzaba el vestíbulo del centro a toda prisa y al llegar al vestuario se quitaba los zapatos y la chaqueta dejándolo todo tirado. No era muy zen. Paseaba descalza el camino hasta la clase y sigilosamente, cruzaba la sala intentando no pisar a las seis mujeres tumbadas boca arriba en las esterillas, con los ojos cerrados, palmas de las manos hacia arriba, pies colgando a ambos lados del cuerpo, boca entreabierta. Inmóviles. Cogía su esterilla y se tumbaba rápidamente. Fundiéndose en el estatismo general que reinaba.Como siempre.
Se dispuso a realizar el ritual de lunes con maestría.
Abrió la puerta de la sala de yoga y observó a las mujeres tumbadas boca arriba y escuchó la suave voz del profesor llamando a la relajación de los músculos.
Quietas.
Puso un pie en la sala. Iba a cruzar rápido para alcanzar las esterillas y unirse a la clase y… los dedos de los pies se le encogieron resbalando débilmente por el parquet impoluto. Los pelos del cuerpo se erizaron. Un relámpago pareció recorrer todas y cada una de las vértebras de su espalda hasta llegar a la nuca y estallar en una señal de alarma más grande que una explosión de fuegos artificiales. Los ojos se cerraron, apretados. Y su garganta ahogó un grito de socorro. Dios mío. El corazón le palpitaba rapidísimo. Ante ella y al lado de su pie derecho, había estado a punto de pisar a una cucaracha que yacía boca arriba, mostrando su cuerpo inerte sin pudor alguno. Sí. Nunca lo habría creído. Ona pensó en las veces que habría huido despavorida ante la visión del monstruo. Incluso muerto. Su fobia a los insectos era conocida por todos. La última vez que se cruzó con una cucaracha en su casa se pasó una semana teniendo horribles pesadillas donde los insectos eran tremendamente grandes, ella pequeña y le tocaban la cara con sus largas antenas a la vez que la miraban con sus ojos negros. El miedo la corroía, y se levantaba de madrugada gritando y sudando. Esta vez, sin embargo, no tenía a mano ni el insecticida ni a nadie a quien llamar despavorida para que lo recogiese y lo quitase de su vista. Nadie se había enterado de su pequeño incidente. Todos seguían quietos, disfrutando de músculos y pensamiento relajado… menos ella.
Se dispuso a comportarse con normalidad. La cucaracha estaba muerta, seguro. No podía hacerle daño. La cucaracha quedaba cerca de donde ella debía tumbarse. Pero se estiró valiente. Tocó el suelo con sus brazos y piernas, apoyó el cuerpo en el reino del insecto. El pelo se deshizo en un abanico en el suelo.
Y cerró los ojos.
Dejó que cada uno de sus músculos se quedara quieto. Entreabrió la boca. Respiró acompasadamente. Inspira largo. Expira más largo. Y con cada expiración deja salir los miedos y el estrés. Relaja. Cada uno de tus músculos. Relaja el cerebro. Y respira. Adentro. Afuera. Lo consiguió. Su cuerpo permanecía inmóvil en el suelo. Sus músculos relajados. Y su mente en blanco. Todos estaban quietos. El arpa penetraba en sus oídos desde el altavoz de la sala llegando a lo más hondo de su ser, donde nada podía hacerle daño… donde el miedo no existía.
Debía permanecer quieta. Accediendo al mundo de los sueños. Deshaciendo traumas. Superando… Un cosquilleo en la mano derecha. La que queda más cerca de la pared. “Puede ser cualquier otra cosa”. Claro. “Puede ser que me pique una mano”. Pero las patas eran tremendamente tangibles. Debía permanecer inmóvil. Sintió el bicho correr por su brazo desnudo. Y su cuerpo empezó a dar mil y una señales de alarma. Respiraba entrecortadamente y sus músculos se tensaron. Su pensamiento era correr, correr lejos. Pero no quería que la cucaracha le ganase el pulso. Ella era una mujer que se tocaba las rodillas con la nariz. Y no iba a venir un insecto diminuto a deshacerle el ejercicio. Y cuando parecía que lo había conseguido… Una imagen. La de la cucaracha enredada en su pelo, restregándose hábilmente, metiéndose en su oído hasta lo más profundo y susurrando:
“Esto no es más que el principio de la historia. Es un miedo prehistórico, ¿recuerdas?”
Abrió los ojos. “¡Ella tenía razón! ¡Socorro!”
¡Gong!
Fin de la relajación. La buscó con la mirada. Y la cucaracha seguía muerta.
Claro.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

4 comentarios

  1. 1. Rafael F. Lozano dice:

    ¡Bravo! Como ya te dije en mi crítica, es uno de los textos que más me han gustado de todos los que he leído en literautas. Una escritura muy fácil de leer, que te engancha hasta el final, para contar algo cotidiano, de un modo extraordinario.

    Enhorabuena, sigue así.

    Escrito el 30 noviembre 2013 a las 03:53
  2. 2. Noe dice:

    Hola Rafael! Precisamente he entrado para ver si había algún modo de darte las gracias por tu crítica. Me ha animado muchísimo a seguir escribiendo, llevaba unos cuantos años bloqueada y hace poco que he empezado a desempolvar el teclado de nuevo, a desentumecer los dedos… y la mente. Comentarios como los tuyos con tanta sinceridad y fuerza me hacen creer que tengo que seguir escribiendo, aunque a veces no salga lo que quiero. me estoy domesticando poco a poco. Gracias por los ánimos, la dulzura y el apoyo. Ah! Y me encantaría leer tu relato, claro. ¿Cuál es?
    Un abrazo grande!

    Escrito el 2 diciembre 2013 a las 18:54
  3. 3. Rafael F. Lozano dice:

    Me alegra que lo comentes. Es el número 53, aunque se llama “E57”. Espero que te guste. 🙂

    ¡Saludos!

    Escrito el 5 diciembre 2013 a las 00:36
  4. 4. Servio Flores dice:

    Que fácil resulta leerlo! Me ha gustado como algo tan sencillo y comun mantiene hasta el final.
    Saludos.

    Escrito el 8 diciembre 2013 a las 09:19

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.