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Dolores - por Marta Anducas

Web: http://bainesliteraries.blogspot.com

—Parece que va a llover. —Montse miró por la ventana, la oscuridad de la tarde y los pájaros volando a ras del suelo le daban la razón. Dolores siguió comiendo, ni se inmutó—. Qué suerte que llueva, el campo necesita esas gotas, como yo necesito unas vacaciones.

Se miraron, ¡qué lejos quedaban aquel par de semanas en la playa! Los masajes de arena en la planta de los pies, el sol a través de la sombrilla, la brisa del atardecer.

—Que bonitos días pasamos en la Costa Brava. —Montse sonrió, reviviendo el momento—. ¡Éramos tan jóvenes!

Dolores empezó a toser, cómo si la risa se le hubiera atragantado. Tosió fuerte, expulsando algunas partículas de comida que Montse se encargó de limpiar con destreza.

—¡Que tos! Seguro que se acuerda de aquel señor que nos perseguía, cortejándonos como si de una paloma se tratara. Parecía una película de humor, él arrastrando el plumaje tras nuestro y su mujer, en paz descanse, amenazando con el bastón desde la silla.

La imagen de la señora Paloma en la silla de ruedas entristeció a Montse. Sin avisar, una gota de lluvia se estrelló contra el cristal de la ventana, disolviendo los recuerdos. Volvió a mirar el paisaje, la tarde se había transformado en noche sin estrellas.

—Hoy fui al médico. Me ha confirmado que todo está en orden: el azúcar, el hierro, las defensas… ¡Está en plena forma!

Dolores comía, impasible a los buenos resultados del análisis. Sonó el teléfono. Montse dejó la cuchara y el plato sobre la mesa, se limpió las manos con un trapo de cocina y salió de la habitación. Pasaron diez minutos. Regresó, con una triste sonrisa:

—Era Joaquín, ya está en Barcelona, llegó sin problemas —suspiró—. ¡Qué sola está la casa sin él!

Quedaron en silencio. La quietud se apoderó de la estancia. Solo se escuchaba el masticar de Dolores y el rumor de la lluvia. Un relámpago les iluminó la cara. Dos segundos y el estallido del trueno rompió la densidad del momento.

—¿Quiere postre? Voy a buscar un yogur, ¿de fresa hoy?

Montse se levantó y caminó hacia la cocina. Fuera, la lluvia había perdido la timidez inicial; ahora caía con fuerza sobre los pocos tejados que habitaban el pueblo. El otoño había llegado de improviso, llevándose, de golpe, el calor y los visitantes veraniegos. La quietud volvía a alojarse en el pueblo, de poco más de sesenta habitantes.

—Esta lluvia es ideal para los bosques, en un par de semanas estarán llenos de setas. —Montse había regresado a la sala. Se sentó y destapó el yogur. El olor a fresa invadió el cuarto—. Esperemos que el frío se demore en llegar, el año pasado no empezó hasta noviembre, ¿se acuerda? Pero parece que este año tiene prisa por llegar.

El yogur se terminó. Montse se levantó, besó cariñosamente la esquelética mejilla de Dolores, la acomodó en la silla y salió del cuarto. Antes de apagar la luz, observó aquel viejo cuerpo maltratado por la edad. Entonces se dio cuenta, era 26 de octubre. Le invadió una oleada de tristeza. Un día como aquel, quince años atrás, un pequeño derrame cerebral se había llevado una parte de Dolores; dejando la otra vegetando en una silla de ruedas.

* Historia basada en hechos reales. Dedicada a todas aquellas personas que cuidan, incondicionalmente, de los más necesitados.

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1 comentario

  1. 1. Aurora dice:

    Además de ser conmovedora, y del detalle de la dedicatoria, me gusta la facilidad con que describes una situación cotidiana, a veces es lo más complicado de hacer porque nos resulta tan cercano que no nos parece digno de mención, me encanta la forma en que describes la escena y la escena en sí, aunque sea triste y real. Enhorabuena.

    Escrito el 3 diciembre 2013 a las 16:42

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