El polizón - por Mapi

Oyó el sonido acordado y voló hacia su escondite. Levantó el suelo de madera y se coló debajo. Se quedó quieto y en silencio.
– ¡Sebas! ¡El saco está disminuyendo más rápido de lo que debiera! Dame una explicación.
Juan se estremeció en su escondite al sentir al patrón acercarse enfadado hacia su hermano. Sebas se quedó blanco y habló tembloroso.
– Los hombres comen mucho patrón… ya llevamos muchos días a bordo y como no hay mucho que hacer…
– ¡No me mientas, pillastre! ¡No es la primera vez que hago un viaje como éste y se cómo reaccionan los hombres!
¿Qué no era la primera vez que hacía un viaje como ese?, se preguntó Juan, Idiota. Por supuesto que era la primera vez que hacía un viaje como ese. El patrón no sabía leer ni sumar, ni leer cartas de navegación, pero era capaz de detectar la falta de una sola ración de comida. Juan amaba los barcos y todo lo que estaba relacionado con ellos desde que tenía uso de razón. Cuando oyó de aquel proyecto, se presentó como voluntario pero le rechazaron. Le dijeron que era muy joven para ser marinero. Él y su hermano mayor eran huérfanos, así que decidió convencerlo para que se alistara como ayudante de cocina. Interrumpió sus pensamientos cuando vio el reflejo de la navaja del patrón, que acabó en la garganta de su hermano.
– Si no me cuentas qué estás haciendo con la comida acabo contigo…
Juan se tensó, podía oír la respiración de su hermano. Estaba muy asustado… su hermano tampoco era muy listo, pero era buen chico y no podía quedarse sin el. Era la única familia que tenía.
– ¿Qué dices? ¿Vas a confesar que estas comiendo doble?
El tono del patrón parecía duro y decidido. Tensó el brazo y una gota de sangre bajó por la garganta del chico. Sebas abrió la boca y Juan estuvo a punto de descubrirse levantando la tapa de su escondiste… pero en ese momento entró el capitán.
– ¿Que sucede?
– Este pillastre está comiendo de más, la comida baja demasiado rápido.
El capitán pasó la mirada por la bodega y se centró en el chico. No estaba muy gordo para comer doble. Suspiró.
– Habrán sido las ratas. Y además, si lo matas, ¿quien fregará los cacharros? A los hombres no les apetecerá mucho. ¿Lo harás tú?
El patrón relajó el brazo y Sebas comenzó a respirar con más sosiego.
– Déjame a solas con el chico. Voy a explicarle cómo debe matar buscar y matar las ratas que encuentre en las bodegas.
El patrón salió de la bodega aún con aire enfadado. Juan se relajó y siguió escuchando. El capitán, se puso directamente en frente de Sebas. Juan se movió un poco para poder verlo desde una rendija. Su tono era serio pero no enfadado.
– ¿Y bien?
– R-R-ratas, señor…
– No mientas a tu capitán, chico. En esta bodega no hay ratas. Si las hubiera se habrían comido todo y estaríamos todos muertos. Lo que probablemente haya en esta bodega sea un polizón.
Juan no pudo ver la cara de Sebas pero estaba seguro de que le había cambiado de color. También él se quedó todavía más quieto y sintió su corazón latir mucho más rápido. No tenía idea de qué le sucedería si lo descubrían.
– Aparta un saco de comida y dile a tu patrón que has encontrado ratas muertas dentro y que lo has tenido que tirar. Te echará la bronca pero no te matará. Procura que tu polizón se alimente de ese saco hasta que lo descubran.
– Gr-gr-gracias capitán…
– Y tendrá que trabajar. Desde que El Cojo murió de no sabemos qué extraña enfermedad, las bodegas de carga están sin limpiar. Bajad cada noche y limpiadla. Le diré a tu patrón que te lo he impuesto como castigo para que te deje en paz. Es todo, chico, dile a tu polizón que se oculte cuanto más tiempo mejor, ya sabes que los hombres están impacientes por llegar a tierra y no sé qué podría ocurrir si lo descubren.
El capitán salió de la bodega y Juan por fin se relajó. Sintió como su hermano se sentaba en el suelo y lloraba por la tensión. Quiso salir a abrazarlo pero tampoco podía moverse. Pensó en el capitán, y entendió cómo había logrado sacar adelante el proyecto de ir por primera vez a las Indias en barco. Tenía personalidad.