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Incursión - por Spinnerdark

Web: http://trazosyrasgos.wordpress.com/

Robert se apoyó en la pared, mientas se recolocaba las gafas sobre la nariz. Justo sobre su cabeza el alógeno encargado de iluminar la escena parpadeaba incesantemente. Cogió con ambas manos la pistola para sacar el cargador. Todavía le quedaban balas suficientes para continuar. Con la palma de la mano se secó el sudor que le recorría la frente mientras lanzaba una mirada al pasillo por el que había accedido al edificio. Allí tendidos en el suelo se encontraban los cuerpos sin vida de dos guardias que había abatido a duras penas.

El sonido de la estática en su oreja le sorprendió. Pulsó justo detrás del lóbulo para conectar el micrófono.

—¿Mike, puedes oírme? —dijo con un susurro.

— Sí, te escucho Robert. He podido recalibrar el sistema de Breaker y reconectar la comunicación. Quién se iba a imaginar que pudiesen ejecutar aquellas instrucciones en un segundo plano. Menos mal que he activado el…

—Céntrate. Toda esa jerga ahora no me interesa. ¿Sigue allí?

—El sistema de posicionamiento todavía no he podido restablecerlo. Voy a tardar unos minutos.

—Mike, no tengo dos minutos. Voy a continuar.

Agarró con decisión la pistola y giró la esquina del pasillo, apuntando su arma hacia delante.

Unas horas antes su compañero se había colado en los sistemas de seguridad de la compañía. Robert ya se había acostumbrado a todo el despliegue tecnológico que su compañero había conseguido reunir en una pequeña sala a la que llamaban Breaker. El edificio en cuestión se trataba de unas oficinas que, según indicaban los informes oficiales, estaba completamente inoperativa. Y sin embargo los análisis de Breaker confirmaban todo lo contrario.

Y aquel era el único lugar donde podían tenerla retenida.

En cuanto apareció la imagen en uno de los monitores de Breaker Robert lanzó un grito de rabia. La cabeza de la mujer estaba tendida sobre el pecho y el pelo le cubría la cara, pero sin duda alguna la reconoció. Estaba agarrada del techo con unos grilletes que le aprisionaban las manos y en ambos pies otros iguales, de modo que no podía moverse ni aunque quisiera. No dudó ni un segundo en coger todo su equipo y salir en su búsqueda.

La voz volvió a sonar en su cabeza.

—Bien Robert, Breaker se ha recuperado al cincuenta por ciento. Ahora verás cómo se reactiva el sistema portátil.

Con un pitido largo se iluminó una de las lentes de las gafas. Con un par de órdenes activó una de las rutinas que le permitía detectar el calor corporal. Justo a tiempo.

Antes de atravesar una puerta pudo comprobar que al otro lado le esperaban otros dos agentes. Cogió impulso y empujo la puerta, tumbando a uno de los hombres. Al entrar apuntó con el arma al guardia que mostraba una cara de incredulidad. De un tiro lo abatió, y giró el cuerpo para acabar con el otro individuo.

Con una sonrisa de satisfacción continuó su ascenso. A medida que los programas de Breaker se recuperaban se volvía más fácil abatir a los guardias y pudo llegar al último piso sin apenas dificultades.

Abrió la puerta de una patada y apuntó el arma hacia delante. La estancia estaba a oscuras, salvo por la luz que ahora entraba desde la puerta. La mujer se encontraba sola en la habitación y los sensores indicaban que era la única presencia de la sala. Bajó la pistola y la guardó en la funda de su cinturón.

—Robert, esto tiene mala pinta —dijo Mike. Su voz se entrecortaba con un sonido de estática —. Breaker ha encontrado algo extraño.

—Lo tengo todo bajo control.

—No, creo que…

Se escuchó un clic y la transmisión se cerró. Robert intentó comunicarse pero desistió al segundo intento. Volvió su mirada hacia la mujer atada. Mientras se acercaba lentamente su expresión denotaba cansancio. Al llegar a ella le apartó el pelo de la cara, susurrándole:

—Tranquila cariño. Ya estoy aquí.

Cuando pudo verle el rostro abrió los ojos, pasmado, y se le cortó la respiración. Aquella no era Suzanne.

Detrás de él una pantalla se encendió iluminando con su tenue luz. En la televisión apareció la imagen de un hombre trajeado, con ambas manos entrelazadas sobre la mesa. La sonrisa con la que mostraba todos los dientes era pura maldad. Sus palabras resonaron con firmeza.

—Se acabaron tus juegos. A la calaña como tú solo hay un modo de acabar con ella.

Separó las manos para, con uno de sus gruesos dedos, pulsar un botón de la mesa.

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