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El Negro Olmedo - por Marla

Rodolfo todos los días en la mañana como una rutina se dirigía a la plaza central, se sentaba en la banca y comenzaba una particular conversación con Alberto Olmedo más o menos así:

-Mire negro esa mujer que Dios me mando es una fiera enjaulada, quiere tenerme todo el día a su disposición; que si no le hago el sanwiche de miga, que si no lavo la loza, que si no hago los quehaceres de la casa. Hoy por ejemplo tuve que barrer toda la casa dos veces, la segunda porque no le gusto la primera, nunca le gusta lo que hago y de un tirón, viene la cantaleta… Mi vida es un caso perdido. Me volé en un descuidito para no faltar a nuestra cita, es que hablar con usted me alegra el día! Además no tengo para donde coger, usted es mi único amigo.

Pero no vayan a creer mis queridos lectores que Alberto era un amigo del barrio con el cual se sentaba a tomar en el parque unas cervecitas. El negro Olmedo como cariñosamente lo conocían, era una estatua de bronce ubicada en una banca del parque pichincha, con la pierna cruzada y con su brazo izquierdo abrazaba a todo aquel que se sentaba a su lado. Esos encuentros en el parque, era una válvula de escape a su arruinada vida matrimonial al lado de Yamila y, aunque pareciera una locura esa visita representaba todo para él; se sentía comprendido, escuchado y lo llenaba de energía ver esa sonrisa fija.
De regreso a su casa estaba cabizbajo. Allí junto a la puerta estaba su mujer quien lo recibía con la cantaleta fija de todos los días:

-¿Cuándo me vas a decir donde te metes bandido? Siempre te me escabulles a mis espaldas, pero un día de estos te voy a seguir, encontraré a esa mujer con la que te escapas y le diré que se quede contigo. Eres un miserable. Y yo aquí enferma, haciendo panes desde que me levanto hasta que me acuesto para poder pagar la luz, la comida, todo…. Por lo que veo nunca dejaras de ser un mantenido! O cumples con tus deberes o vas buscando donde vivir. Así de facilito. Que decides?

En silencio nuestro hombrecito entraba y retomaba sus labores. Como podrán ver esa es la vida de un hombre que se casa para evitar la soledad y tener que trabajar, tarde que temprano se encuentra con una vida infeliz sumida en la cantaleta. Rodolfo soñaba haber nacido por allá en los años 1950, haciendo giras con el negro Olmedo, ganándose la vida en presentaciones, lleno de dinero, de lujos y teniendo a su alcance cuanta mujer bonita quisiera. Pero al despertar su mujer estaba a su lado, con el ceño fruncido y dándole la lista de quehaceres del día y todo terminaba.

Un día Rodolfo visitó a su amigo en el parque y le dijo seriamente:

-Mire Negro, ya no aguanto más. Tenemos que hacer algo. Tengo una solución: que te parece si yo también me muero y pido ser una estatua como tú. No es mala idea, igual seremos amigos y estaremos juntos, de esa forma me librare de esa mujer porque, la verdad no creo que nadie se encarte con ella. ¿Qué te parece?.

Sus deseos no se hicieron esperar. No vayan a pensar que Rodolfo murió, sucedió algo ilógico como todo lo que rodea esta historia, pero dejemos que sea él mismo quien nos cuente la historia.

-Queridos amigos les voy a terminar de contar mi historia. Un día me desperté pero mi mujer no estaba al pie de la cama con la lista de quehaceres, pensé que finalmente me había abandonado. Después, escuchó a mi mujer riéndose animadamente como hacia muchos años no lo hacia, me sorprendí mucho y decidí acercarme sigilosamente, no se alcanzan a imaginar lo que vi: mi amigo el negro Olmedo estaba con Yamila en la sala contándole historias. Mi cuerpo lo recorrió un escalofrío, empecé a sudar sin parar y temblaba como una gelatina, me quede literalmente como una estatua. Al verme mi mujer me dijo: -ven Rodolfo siéntate con nosotros, es tu amigo Alberto, ya me contó de sus encuentros en la mañana, es muy amable de su parte venirnos a visitar. En ese instante salí corriendo como un loco busque a los pocos conocidos que tenia pero nadie me creyó solo me dijeron que aquí me podrían ayudar. Desde entonces estoy con ustedes en el Manicomio Central.

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2 comentarios

  1. Me encanto la introduccion y sobre todo el desenlace. El nudo me parece bueno, pero siento que en algun momento pierde algo de fuerza e intensidad. Creo que debes revisar esa parte, pero de verdad me gusto tu cuento…

    Escrito el 29 noviembre 2013 a las 16:32
  2. 2. Aurora dice:

    El fondo de la historia es muy bonito, pero coincido con Aristides en que la parte central deberías revisarla, así como los signos de puntuación, por lo demás, me ha encantado el vocabulario, me imagino al negro Olmedo como un músico de jazz, y es muy tierna la historia de que todos los días vaya a quejarse a él.

    Escrito el 2 diciembre 2013 a las 16:32

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