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La mala fortuna del Piloto - por PILA GONZÁLEZ

Web: http://www.destinonewzealand.com

Basado en hechos reales…

El Gran Premio de Francia tenia toda las condiciones para que finalmente, lograra su primera victoria arriba de un auto de Fórmula 1. No era martes ni trece, sin embargo El Piloto era una persona muy supersticiosa, más después de todo lo que le había pasado en su vida. La mala fortuna había estado presente en muchos momentos de su carrera deportiva. Tomó todos los recaudos para que no le volviera a suceder lo mismo de siempre. Antes de salir a competir besó sus amuletos que tenía guardado con candado para que nadie los “contaminara” con malas ondas, revisó él mismo su vehículo minuciosamente, chequeando cada detalle decenas de veces y luego se dirigió muy confiado hacia la competencia.

El Piloto creció en una granja en un pueblito de Nueva Zelanda. Desde muy chico se interesó por los coches. Siendo un adolescente ya mostraba sus habilidades en competencias de carreras de autos antiguos en la playa. Es así como comienza su trayectoria como piloto, que lo llevó a competir primero en Australia y mas tarde en Europa.

Animado por sus brillantes resultados, y con solo 18 años, El Piloto logra llegar a la máxima categoría del automovilismo profesional; la Formula 1. Su corta edad y su capacidad al volante, prometían una carrera deportiva llena de éxitos y campeonatos. Pero la suerte nunca estuvo de su lado. De sus 99 Grandes Premios que participó, no pudo ganar ninguno. Solo se tuvo que contentar, como mejores resultados, con seis segundos puestos y diez terceros, a pesar de haber largado 29 veces desde la primera fila. En dos oportunidades logró pasar la bandera a cuadros en primer lugar, sin embargo, y como si la suerte intentara burlarse de él o fuera una broma de mal gusto del destino, esas carreras se trataban de Grandes Premios no puntuables. Estas dos victorias estaban fuera del calendario oficial de la Formula 1 y no entregaron puntos a los pilotos.

Otros eventos como roturas de motores en momentos claves, que se le detenga el auto en la largada, quedarse sin combustible en mitad de la competencia, no poder salir a la pista por descomponerse minutos antes de la carrera, peleas con sus compañeros de equipos, choque involuntario con el auto de seguridad, entrar a boxes en momentos en que no lo estaban esperando, y el hecho de que, cuando en la temporada del 67 compitió con un auto de Ferrari no pasara del quinto lugar, y al año siguiente otro piloto con el mismo monoplaza que él dejara haya sido campeón con mucha ventaja sobre el segundo, lo convirtieron en el centro de atención de los periodistas y colegas por su mala fortuna. Incluso, su reputación de mala suerte era tan fuerte que un escritor de la revista Campeones bromeó sobre él diciendo que "si fuera un enterrador, la gente dejaría de morir".

Pero ese fin de semana parecía distinto. Dominó ampliamente los ensayos y las clasificaciones, se hizo con la Pole Position, y desde el inicio de la carrera había conseguido una distancia casi inalcanzable sobre el resto de los pilotos. El sueño de la primera victoria se acercaba cada vez más. Todo el mundo estaba pendiente de esta carrera.

Con media vuelta para finalizar la competencia y con la bandera a cuadros flameando en el horizonte ante sus ojos, se dirigió hacia un triunfo seguro. Ya se veía levantando el trofeo y bañando con champagne a todos los miembros de su equipo. Notas en los diarios y revistas, invitado a la televisión. ¿Por qué no, que en los programas de chimentos le inventaran un romance con alguna modelo?

El mundo entero se iba a rendir a sus pies. Pero la diosa fortuna volvió otra vez a jugar con él. Una piedra, en mitad de la pista, se fue a incrustar en el neumático delantero derecho acabando para siempre con su sueño. Después de hacer varios trompos y de terminar hundido en la cama de leca, quiso finalizar la carrera a pesar de todo, pero el auto nunca encendió. Intentó como último recurso empujarlo nuevamente hasta la pista pero fue en vano. Ya no tenía más fuerzas ni voluntad para seguir. Ya se había rendido ante el destino de su vida. Finalmente abandonó a escasos metros de la llegada, viendo como sus colegas pasaban uno a uno a través de la meta que él nunca llegaría a alcanzar.

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