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Alguien me curó - por F.A.B.C.

—Ja Ja, estoy curado. Si, completa y perdidamente curado. Ja, las pastillas del doctor resultaron súper. Hoy voy a demostrar y demostrarme que estoy curado… sano como una manzana. Debo terminar este asunto cuanto antes, ahora que lo pienso, cinco años de espera es mucho tiempo.
Su abuelo murió un viernes trece, y eso cambió su trayectoria astral. Un escritor popular y deschavado, de gran producción literaria, cayó en un vacío creativo, social y humano, del que muy pocos auguraban su salida. Sus lectores, que esperaban por él todos los días, eran algunos muchos de esos pocos.
—Salté de la cama y no me preocupó encontrar solo la zapatilla derecha, golpee con el pie izquierdo el suelo frío y me incorporé con energía. Me dirigí por instinto hacia el baño de la planta baja, pero reaccioné a tiempo y regresé sobre mis pasos. Si tengo un baño al lado, por que ir al de más lejos, que importa si tiene el espejo roto…que rayos me importa, después de todo.
El escribano lo citó a Estole y a sus familiares, para abrir el testamento del abuelo, en una lejana y lluviosa mañana de octubre. Todos concurrieron, menos él. Alguien cometió la locura de abrir el paraguas antes de salir al exterior, lo que ató a Estole a su silla con una soga invisible.
—El sol de la mañana me golpeó con tibieza. Hoy le demostraré a ese escribano impaciente que estoy decidido a cumplir con las peticiones del abuelo. Si esperó cinco años, ¿que le pueden hacer unos minutos más? Caminaré hasta la parada del ómnibus para despejarme. Ja, esos pintores piensan que su escalera atravesada en la vereda me detendrá. Buenos días, saludé mientras cruzaba con desdén por entre sus patas de madera. El trabajador me contestó con asombro cuando suspendió su pincelar para verme cruzar de ida, de vuelta, y otra vez de ida, por debajo de su escalera.
No hubo quien pudiera mover a Estole de su silla aquella mañana. Recién a la tarde, cuando llegaron del notario, uno de sus parientes le alcanzó un pequeño colgante suave y peludito que solucionó la situación. Estole se levantó ufano con la pata de conejo colgada de su pecho, y les prometió que pronto iría con el escribano. Cinco años tardó en cumplir esa promesa.
—Continué mi camino hacia la parada del bus. Pisé cada baldosa rota, cada grieta en el hormigón, y me reí cuando a la vecina se le escapó su gato negro que pasó delante de mí como si nada…como si nada. Por fin llego mi ómnibus. Dejé subir cortés mente a unas personas, para regocijarme cuando tomé con la mano izquierda la barandilla para ascender, y apoye de pura y soberana gana mi pie del mismo lado en el estribo. Antes que el conductor pusiera en marcha el coche, me dio tiempo de soltarme del asidero, bajar el pié, volver a tomarme de la manija y subir nuevamente el escalón del bus todo con el lado izquierdo. El chófer me saludó con recelo, pensaría que estoy loco…que sabe él de estas cosas.
La familia se esforzaba en sacarlo del pantano que él mismo se había creado. Necesitaban que volviera a ser quien era, por él y por ellos. Cuando en la cena, su esposa derramó sin querer la sal, un sudor frío se apoderó de Estole, y otra vez la inmovilidad, la inercia, la ausencia volvieron a reinar en su mente. Como poco a poco, todos comprendieron la situación, no faltaba quien llegara a la casa de Estole, anunciando con alegría haber conseguido un amuleto nuevo, que sanaría todos los males, que abriera definitivamente el candado que sujetaba su entendimiento. Algunos de los integrantes de la familia, ya mencionaban al psiquiatra como única solución.
—Bajé en la parada de la esquina, cerca del estudio del escribano. Ya falta poco para superar esta prueba, Ja. Si que estoy curado, tan curado que no necesito dejar la huella de mi zapato en esa mierda de perro que está en mi camino…como si necesitara esa suerte. Tomé con fuerza el llamador del estudio, con forma de cabeza de lechuza, y lo aventé tres veces…de lechuza o de gorrión, que mas da. Espero que el escribano aún me esté esperando, estaba aquí hace solo cinco años. Estoy ansioso por saber que me dejó el abuelo en la herencia.
El placebo es la solución para estos casos. Denle una cada ocho horas, dijo el doctor.

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