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Paralizada - por Angie L.

El autor/a de este texto es menor de edad

Paralizada

¡Por el amor de Dios! Este miedo me está matando. Mi madre me dijo: “No leas ese libro Anna. Sabes que si lo lees no podrás dormir en la noche y yo no voy a soportar tus temores solo porque quisiste desobedecerme”.
Y aquí estoy, en mi cuarto; cubierta solo por una fina sábana la cual siento que no me protege nada. Tal vez tendría que decir que valió la pena, que el libro estaba muy bueno y despertó en mí toda clase de emociones, que es el mejor escritor de terror que he leído. Pero admito que realmente me estoy arrepintiendo de haberlo leído. Además para agregarle la cereza al pastel hoy es viernes trece, “El día de la mala suerte”. Créanme que realmente lo estoy creyendo porque definitivamente este no es mi día. Parece que toda mi suerte se hubiera esfumado el día de hoy. Este día me han sucedido las cosas más extrañas, y justo como en el libro, eran trece. No puede ser, ¿acaso ese tipo de casualidades existen? Yo no lo creo, a lo mejor ese escritor había hecho algún tipo de conjuro y yo fui hechizada, o incluso peor, todos los males de la protagonista son reales y quien lee el libro los sufre. Tengo que aceptarlo: Estoy aterrada.
¡Basta! Tengo que contenerme sino mi madre se dará cuenta y me castigará. Me quité la sábana y me sentí más fresca (claro, si son las doce del día). Llegué al comedor y almorcé con mi madre, me costó actuar normal, ya que en cada objeto veía una nueva amenaza. No dejaba de esperar que mi madre derramara un poco de sal por accidente y luego los tenedores empezarían a ser lanzados hacia mí, o que por error quebraba un espejo y después los cuchillos más filosos me deformaran sin piedad, e incluso pensaba que de la nada aparecería un gato negro y pasaría frente a mí para que la mala suerte me persiguiese en forma de ropa que me asfixia hasta la muerte; y con cada segundo que los seguía observando una idea aún peor se venía a mi mente; sin embargo creo que logré pasar desapercibida. El día transcurrió con exasperante lentitud y con cada hora pasada yo tenía más necesidad de salir huyendo de ahí e ir en busca de alguien que me proteja a toda costa.
Cuando al fin llegó la noche y con ella la hora de dormir me sentí aliviada pero a la vez atemorizada, la noche sería el camino hacia el siguiente día, el paso del terror a la paz, lo que quiere decir que si sobrevivo esta noche mañana estaré bien, hasta el otro año. Le di las buenas noches a mi madre la cual me respondió con un: “Descansa cariño”. Ahora que me fijo en ella me doy cuenta que hoy ha estado inusualmente callada. Ella es una persona muy activa y hablantina, y siempre me dice que no sea perezosa y que haga algo, pero hoy no. Hoy me ha dejado tranquila todo el día. No le di importancia y me fui directo a la cama, tenía cosas más importantes que pensar.
En el momento que estuve acostada en mi cama con la fina tela que tengo como sábana posé mi mirada en la mayoría de los objetos de mi habitación, desde mi colección de pequeñas muñequitas de tela hasta aquel sucio y abandonado candado que mantenía el cajón de mis mejores recuerdos de la infancia lejos de los ojos curiosos. Justo a las 11:30pm, cuando ya me estaba tranquilizando y estaba dando por seguro que llegaría a salvo al día siguiente, un pequeño bulto se asomo en mi ventana. Cuál fue mi sorpresa cuando descubrí que era un gato, pero no cualquier gato. Era un gato negro. Justo después de que el gato siguiera su camino lejos de mi casa, una piedra entró por ella y quebró el espejo frente a mi cama, para este punto yo ya estaba muerta del susto y un grito de absoluto terror salió de mis labios.
Mi madre entró corriendo a mi habitación pero no se dio cuenta que estaba parada en los pedazos de espejo que habían esparcidos por el suelo y eso fue la gota que derramo el vaso. Lágrimas salían sin control, mi madre me hablaba desesperada por saber que ocurría pero yo no podía responderle. “Este es mi fin” pensé, intenté despedirme de mi madre y pedirle perdón pero no pude. Estaba paralizada.

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