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Inconsciente colectivo ancestral - por Naletra

Luisiana se cambió nuevamente la camisa, está vez optó por la rosa. El amarillo era un color complicado, sí por la yeta y mientras se miraba en el espejo se decía _ si los actores no lo usan por miedo a la mala suerte ¿Cómo me voy a arriesgar yo justo hoy?_
Terminó de abrochar el botón del pantalón y se sentó para calzarse las botas nuevas, tenían un look muy clásico y eso era exactamente lo que quería transmitir en la entrevista de trabajo. Calzó la izquierda, luego comenzó a introducir el pie en la derecha y de repente lo vio. Ahí estaba imprimidito, en color blanco sobre la tela negra. Luisiana siempre se fija en esos detalles, siempre que compra alguna prenda, la revisa y esta vez se le escapó, ¿cómo podía ser que no se había percatado del temido número impreso en la parte interior de la bota? Un gran trece blanco sobre negro marcando sus pasos. Luisiana se sacó las botas mientras gritaba _ ¡Dios mío! ¿Qué cuernos haré ahora? ¡Justo hoy!_
Faltaban dos horas para salir, vistió un training con zapatillas y bajó a la calle, abrió el candado de su bici y se fue pedaleando a lo de Martina, su amiga de toda la vida. Llegó llorando y Martina al verla se asustó y le preguntó que pasaba. Luisiana le contó y Martina no se sorprendió, conocía bien a su amiga y a sus supersticiones. Había tratado mil veces de ayudarla para que dejara de creer en cuanta superstición andaba por ahí pero había sido en vano, cada vez habían más. En la escuela había pasado papelones caminando hacia a tras después de haber visto a un gato negro cruzársele en el camino. Escupía constantemente y tocaba cada objeto más de una vez, por épocas sólo debía ser un número par y por otras la cantidad estaba relacionada con la hora del día o con la edad. Evitaba pasar debajo de escaleras, nunca se la vio abrir un paraguas en una casa y cuidaba la sal más que al oro.
Martina le ofreció sus botas, pero no calzaban el mismo número, entonces preparó un té de tilo para las dos y se sentaron a beberlo y a pensar en una solución.
Luisiana se había tranquilizado y este estado favorecía la comunicación. Mientras hablaban Luisiana recordó un libro de un escritor estadounidense muy conocido que había leído unos años atrás. En ese libro se trataba el tema de las adicciones y tenía un capítulo dedicado especialmente a la adicción a las supersticiones. Explicaba que gente inteligente, que entendía que esos actos no podían tener influencia sobre sus vidas seguían haciendo caso a cuentos ancestrales y eso se debía a una falta sentimental o un desequilibrio psicológico. Luisiana lo leyó y sin darle importancia lo tiró a un costado, nunca siguió sus consejos. Pero en ese momento, en la casa de su mejor amiga, una hora antes de perder la posibilidad de conseguir el trabajo soñado, decidió que era el momento ideal para empezar a superar sus temores ilógicos. Uno de los consejos del libro era, que en un día clave hacer como mínimo tres cosas que supuestamente provocan mala suerte y luchar por vencer el miedo y comprobar finalmente que nada ha ocurrido. Así fue, Luisiana se lavó bien la cara, abrazo a su amiga y le pidió prestado un paraguas _ ¿para qué?_ Le preguntó Martina mientras se lo daba _Si no está lloviendo_ Luisiana lo tomó y sin detenerse a pensarlo una vez más, lo abrió dentro de la casa y se lo colocó sobre su cabeza. _Para curarme_ Le respondió temblorosa y sonriente. Se abrasaron y Luisiana salió, al despedirse Martina le gritó _ ¡Merde!, perdón ¡Suerte amiga, te quiero!_
Luisiana regresó a su casa pero antes de subir entró al cuarto de la basura, en ese lugar siempre se cruzaba con ese cuádruple negrito. El gato saltó de uno de los tachos, ella también saltó pero no dejó de mirarlo hasta que se le cruzo por su camino. Ella sonrió y subió a su departamento. Ya en su casa se bañó, se vistió con la blusa amarilla y sus botas nuevas, se miró al espejo, estaba hermosa. Así radiante salió a su entrevista llena de seguridad. Al salir escupió y pisó primero con su pie derecho, pero lo hizo por costumbre, inconscientemente.

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