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El burlador de la suerte - por marisa cuñat mafé

El burlador  de la suerte
Aquella maldita idea volvió a enredarse en sus  neuronas. El escritor había  deambulado indeciso, frente al número trece de  la recoleta plaza, mientras acariciaba su piedra blanca de la suerte, un  fetiche que jamás abandonaba sus bolsillos  desde que la había recogido, años atrás, en una pequeña playa mediterránea. Alzó sus ojos hacia el ático  de aquel edificio modernista cuya fachada habíase rehabilitado recientemente y pintado en un cálido tono ocre  que a él se le antojó amarillo. El edificio de cinco plantas, la  última de las cuales estaba abuhardillada, la placidez de las cuatro esquinas,ornadas con setos, que configuraban urbanísticamente el espacio, la cafetería  con sillas  y mesas de mimbre y hierro  cubiertas por multicolores sombrillas, lo habían seducido desde el primer instante .Fue un flechazo instantáneo y doloroso ya que un gato negro se había deslizado solemne y majestuoso  ante él de derecha a izquierda y le había lanzado su mirada fluorescente y penetrante .De inmediato , un terror inaudito, ajeno al sentido común, a  la razón y a la lógica se apoderó de él, y se encontró inmerso  de nuevo en el presagio de un maleficio renuente pero irrenunciable que le inmovilizaba y aturdía  sin remisión. Petrificado a su pesar, a sabiendas del ridículo que el pánico provocaba a su ego racional y pragmático, se coló en el funcional ascensor temiendo quedarse detenido en aquella jaula, dadas las señales tan evidentes que iban llegando a su espíritu, las más efectivas e interiorizadas que ha alumbrado el genio humano por mor de atavismos seculares e  inexplicables de los cuales él parecía haberse erigido en fiel transmisor.            Desalentado y abatido, apretó con  sus dedos su  preciado amuleto como si la fuerza del destino estuviese oculta allí. Lívido y sin fuerzas para contrarrestar  tan malos augurios, respiró profundamente, luchó  contra el deseo y el miedo y traspasó   el umbral del pequeño pero acogedor pisito. Aquel espacio estaba impregnado de una atmósfera peculiar .El salón era luminoso y abierto. Incluso  si el vacío habitaba en él, una presencia cálida se perfilaba difusa en el ambiente. En un ángulo del pasillo observó ,alarmado ,el único  elemento que los antiguos moradores habían abandonado allí, un magnífico espejo enmarcado en telas y dorados  cuyo cristal estaba hecho añicos. Se detuvo ante él, atrapado por   imágenes centuplicadas en cada fragmento de vidrio en las que vislumbró flashes de déja vu. Como en un cuadro flamenco del siglo XXI escenas familiares  ocupaban el plano principal. Con  un detallismo  y  realismo minucioso pasaron ante sus ojos las estanterías de su  biblioteca , repletas de libros, material informático de última generación ,textos, papeles, fotos, premios y como en  un zoom  y en primera línea  una primera edición cuyas páginas  casi  podían leerse, reposaba sobre una  maciza mesa de madera tallada que había soportado con él, desde siempre,largas horas de estudio y trabajo.El reflejo de su mirada  se proyectó , guiada por las líneas  formadas por las plantas verdes de  la terraza, entre buganvilias y jazmines, y convergió en  un punto del horizonte donde   se alzaba  airosa  la torre de un  campanario  que flanqueaba una cúpula cubierta con  refulgentes azulejos  metálicos dorados. La voz del agente inmobiliario lo  rescató del ensimismamiento -“¿Pasamos a ver la cocina?” -“Me lo quedo”-, respondió sorprendido  al escucharse, -“pero, bueno, necesito  diez minutos …” Tal vez  fueron capaces las dendritas de discernir  los mensajes simbólicos subyacentes , encubiertos  y portadores de numerosas y equívocas interpretaciones y transmitieron veloces  impulsos  que lograron invertir la  carga de las pruebas  y acelerar una toma de decisión cargada de  vaticinios funestos.Obediente a sus órdenes ,corrió al bazar de la esquina y adquirió un candado en el que escribió su  nombre y el número 13, regresó   apresurado y ante la estupefacta   comercial, lo   cerró en  la barandilla del balcón. -“La firma del contrato ya,  es lo de menos. -”, adujo. Realizado el ritual, aquel lugar  quedó sellado por un talismán que se fue oxidando con los años.

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2 comentarios

  1. 1. Cibeles dice:

    Muy bien escrito, me gustó especialmente la descripción de las sensaciones del escritor. Brillante la expresión “mirada fluorescente”.

    Escrito el 30 diciembre 2013 a las 01:04
  2. 2. José Torma dice:

    Me ha parecido muy interesante. Se lee de corrido. Tienes una habilidad barbara para describir ambientes.

    A mi, y es solo por gusto, me hubiera gustado que separaras los parrafos para acentuar ideas y darle un descanso a los ojos (leo sin lentes tal vez parte del problema).

    Pero muy bueno.

    Felicidades

    Escrito el 31 diciembre 2013 a las 00:57

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