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Jefe, yo solo quería avisarle - por Mumé

El jefe, como le llamaban, caminaba por la avenida. De él se decían muchas cosas, alguna como que era sudamericano, sin precisar de que país y también se comentaba que era un timador profesional.
Su ayudante lo esperaba. Hoy había recibido un mensaje donde éste le decía que "necesitaba hablar con él", y hacia allí dirigía sus pasos.
Su olfato le avisaba que algo no marchaba bien.
Sus pensamientos retrocedieron al día en que lo conoció. Un amigo había arreglado el encuentro, en el mismo sitio adonde ahora se dirigía:
–!Mire jefe! ahí está el gordo –le había dicho, mientras le hacia a éste una seña para que se acercara.
El tipo se dirigió hacia ellos. Avanzaba torpemente entre las mesas. Alto, sobrado de kilos, cuello grueso, y una cara redonda, coronada por una mata de pelo rojizo; que conocía el peine un día sí y otro no.
El jefe, encendió un cigarrillo y masticando las palabras, murmuró:
–Es una broma ¿no?
–Espere…le aseguro que no se arrepentirá.
Cuando llegó hasta la mesa, se sentó y se presentó como el gordo Ramírez.
Ahora lo tenía enfrente. Acostumbrado a trabajar con hombres, de mirada esquiva, recelosa, estaba sorprendido. Los ojos de Ramírez, saltones, de color azul claro, tenían una mirada tan candorosa como la de un niño. Calibró que eso valía oro en el mundo en que se movían.
El gordo, hizo un resumen de sus andanzas y habilidades en el arte del engaño y al cabo de una hora, la colaboración quedaba sellada con un apretón de manos.
Hacía más de un año que estaban juntos, y se entendían bien. Le gustaba su forma de trabajar, pero últimamente lo notaba extraño.
Al llegar al bar, lo divisó sentado al fondo.
Estaba nervioso, sacaba y metía las manazas del bolsillo de la chaqueta.
–¿Para qué quiere verme? –dijo a modo de saludo.
–Mire,jefe –comenzó diciendo–. Desde hace un tiempo las cosas se han puesto difíciles para mí, y ya no sé como manejarlas.
–Si el problema es dinero, tiene solución.
–No, no es eso. Es que yo desde hace un tiempo…no veo el mundo
como usted. Me siento perdido.
–¿Se va a poner filósofo esta mañana? –preguntó con ironía.
–Lo que quiero decir, es que usted tiene una mente fria, casi matemática, se mueve con certezas, pero yo…"estoy atento a presagios, pendiente de señales" que ahora dirigen mi vida -dijo
abatido.
–No le entiendo.
–Por ejemplo: el otro día, cambié la cita con usted porque era día trece, y en esa fecha procuro no salir de casa. Hoy por la mañana, en cuanto puse un pie en la calle, pasó una vieja vestida de negro de la cabeza a los pies, y !retrocedí espantado!
–Así que resultó supersticioso! –le espetó con sorna.
–Bueno, si quiere llamarlo así…"Jefe, yo solo quería avisarle"–dijo avergonzado.
Los dos hombres se miraron fijamente. En una mirada había dureza, en la otra solo desconcierto.
–Mire Ramírez, el jueves damos el golpe en casa del escritor, luego nos tomamos un largo descanso, ¿de acuerdo?
El asunto del jueves, pintaba bien. Les habían pasado un buen dato y hacía meses que trabajaban en ello. El escritor -hombre mayor y rico- estaba escribiendo una novela histórica sobre un conocido poeta, y ellos iban a venderle unas cartas que supuestamente éste había escrito.
El día acordado, se presentaron en la casa del novelista. A primera vista al jefe le costó reconocer a su ayudante. Éste llevaba un traje oscuro, de buen corte y el cabello, ahora color azabache, peinado hacia atrás con fijador.
Luego de una breve espera, fueron recibidos.
La reunión transcurría como lo habían planeado, el peso de la acción recaía en el jefe. Ramírez, intervendría al final.
Después de examinar las cartas y el documento que avalaba su "autenticidad"; el escritor, abrió una caja cerrada con un pequeño candado, y a la vista de los tres, apareció un fajo de billetes.
Cuando llegó el turno de Ramírez, éste con gran aplomo comenzó a hablar. Fue en ese preciso momento, cuando una de las puertas de la sala se entreabrió, y una mancha oscura como la noche, precedida por un intenso maullido, cruzó veloz hasta desaparecer por el lado contrario.
Se quedó mudo, a las preguntas del escritor, respondía con balbuceos, pequeñas gotas de sudor color negro resbalaban por su rostro.
Se produjo un largo y helado silencio.
–Señores, creo que lo pensaré, –dijo el escritor, cerrando de un golpe la caja.

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2 comentarios

  1. Magnifico senor Mume. Muy buena trama contada sin desperdicios. Bien elaborada y con todos los requisitos de un buen cuento. Me gusto mucho, tiene el sello de la excelencia. Felicidades…

    Escrito el 3 enero 2014 a las 02:10
  2. 2. Mumé dice:

    ! Muchas gracias por su comentario ! Cuando alguien me lee y consigo transmitirle “algo” me da fuerzas para seguir escribiendo. Tambien quiero agradecer a los compañeros que me comentaron, por las buenas criticas que recibí.
    Gracias y Feliz 2014 a todos. Aclaración: soy ” señora Mumé” ja,ja,

    Escrito el 3 enero 2014 a las 12:27

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