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19 y 13 - por Homero Ariza

Homero Ariza tenía la necesidad de apagar y prender la luz diecinueve veces antes de prenderla o apagarla definitivamente. Si no lo hacía creía que su pareja del momento lo iba a dejar. Increíblemente eso ocurrió en tres oportunidades.
Primero con Carolina. Empezaron a salir y se enamoraron con el paso de los meses. Ella lo aceptó así como era sin cuestionarle nada. Hasta que un años después se cansó. Una noche le pidió por favor que no hiciera esa mierda de la luz. Homero le dijo que tenía que hacerlo. Ella a los gritos le dijo que no. No lo hizo. A la mañana siguiente Carolina le dijo que estaba cansada de él, de sus obsesiones pelotudas y de sus manías ridículas. Él le dijo que fue por culpa de la luz. Ella le dijo que no, que hacía tiempo que ya no sentía lo mismo. Se separaron y nunca más se volvieron a ver.
Segundo con Lucía. Se conocieron en la presentación de un libro de un amigo escritor en común. Se enamoraron a las cinco minutos, pero desafortunadamente Homero se había afeitado esa misma mañana. Tiempo atrás, cuando tenía quince años, tuvo una primera vez fallida con su primer novia. Para ella también era su primera vez, y al no poder concretarla su autoestima se fue al piso. A Homero le costó meses convencerla de intentarlo de nuevo. Para cuando lo hicieron a él le había crecido la barba. Se la emprolijó formando una barba candado y pasaron una noche inolvidable. Desde ese día Homero no tiene sexo sin su barba candado y piloteó la situación con Lucía varias semanas hasta que fue insostenible. Estaban viendo una película cuando comenzaron a besarse, luego a tocarse, luego a desnudarse. Fueron a la pieza y ella notó que el pene no estaba erecto. Le preguntó si pasaba algo. Y Homero dijo la verdad. Le dijo que no iba a poder por dos motivos, porque entraron a la habitación y él no prendió y apagó la luz diecinueve veces, y porque no tenía su barba candado. Ella se le cagó de risa en la cara, le dijo que era un cagón, un idiota y se fue. Nunca más se volvieron a ver.
Y tercero con Natalia. A partir de que conoció a Lucía Homero se afeitaba todas las mañanas si no no se iba a poder enamorar. Se enamoró todos los días de mujeres distintas pero ningún se fijó en él. Hasta que conoció a Natalia en una fiesta. Salieron unas cuatro o cinco veces, entonces Homero prefirió contar su problema a tiempo antes de tener que hacerlo en un mal momento. Le dijo que no iban a poder tener relaciones hasta que no tuviera su barba candado. Natalia le dijo que no había problema, que de todas formas iban a tener que esperar hasta que su pelo le llegara a los hombros, si no tampoco iba a poder. Homero pensó que era un chiste, pero no. Ella era como él y él como ella. Desde ese día se enamoraron como nunca más se volvieron a enamorar en sus vidas. Cuando su barba y su pelo estuvieron a punto se abalanzaron el uno al otro como animales en celo. Se metieron en la habitación y Homero le dijo que tenía que prender y apagar la luz diecinueve veces. Natalia le dijo que tenía que hacer lo mismo pero trece veces. Homero le dijo que si ella lo hacía él tendría que hacerlo de nuevo. Natalia le dijo lo mismo. Homero le dijo que si no lo hacía ella lo iba a dejar. Natalia le dijo que si no lo hacía él se iba a morir, como increíblemente ya había pasado en una oportunidad. ¿Entonces? le preguntó él. Será solo una noche le dijo ella. La única y la más hermosa le dijo él. Homero apagó y prendió la luz diecinueve veces e hicieron el amor como si fuera la única vez. Luego Natalia apagó y prendió la luz treces veces y se acostaron a dormir como si fuera para siempre. A la mañana siguiente ella se fue sin despertarlo y nunca más se volvieron a ver.
Desde entonces Homero no prende ni apaga la luz más de una vez, no se afeita a la mañana, ni se fuma un cigarrillo a las diez en punto. Solamente espera que Natalia se olvide de prender y apagar la luz trece veces a si él se puede morir sin ella.

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