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Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

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ETERNO ESTUPOR DE UNA MENTE SUPERSTICIOSA - por Aitor

Era Sebastián Salazar un escritor peculiar, pues su mente bullía continuamente con historias que ansiaban por hacerse realidad en el papel. Sin embargo chocaban contra el miedo de su creador a darlas a conocer. Cuando terminó la primera historia que juzgó decente, la metió dentro de un sobre y con ella debajo del brazo, se dirigió a la editorial. Pero justo mientras cruzaba la calle, un gato negro se le cruzó por delante.

-Esto debe de ser un mal presagio- sentenció. Volvió a casa y quemó su historia.

Contrariado por este mensaje del destino, perdió todo interés por escribir. Pasó un año completo hasta que volvió a sentir el gusanillo royendo con fruición sus entrañas. Comprobó que no se trataba de ningún parásito intestinal y se sentó frente a un teclado dispuesto a dar a luz una nueva novela. No se levantó hasta 28 días y 6 horas más tarde, con un relato que encontró bellísimo.

Caminaba atento para evitar encontrarse con todo animal sospechoso de ser un felino. Aun así, el exceso de celo le impidió ver a la mujer cargada que se le acercaba cual trasatlántico en una fría noche de abril. Los paquetes de la señora salieron despedidos y kilos de sal quedaron derramados por la acera. Para Sebastián, aquello sólo podía significar una cosa, desandar el camino y destruir un nuevo trabajo.

De esta manera se vio atrapado en un bucle de creación y destrucción. Cada vez que terminaba una novela, en su camino siempre se interponía algo. Salió de casa con el pie izquierdo. Rompió accidentalmente un espejo. Abrió el paraguas antes de salir. Hasta un día se volvió a tropezar con la misma, aunque aquella vez terminaron derramados diez litros de vino.

Huelga decir que, después de este último suceso, nuestro amigo se pasó los siguientes 14 meses encerrado dentro de casa. En realidad en el mes decimotercero ya quería volver a salir, pero por aquello del mal agüero, se esperó treinta días más.

Finalizado el encierro, se encontró en la ciudad con un edificio majestuoso que no había visto jamás. Con grandes columnas y puertas de hierro. Guiado por la curiosidad, decidió visitarlo y al hacerlo se fijó en las lámparas de oro que colgaban del techo y en la cálida luz que lo envolvía todo. Hileras e hileras de estanterías de las maderas más finas se disponían con millones de libros. Nadie más, excepto una mujer, había allá dentro.

Caminó hasta el escritorio, donde la mujer trabajaba en una especie de archivo.

-Buenos días. ¿Han abierto ustedes esta nueva biblioteca?

La mujer alzó el rostro anguloso y se ajustó las gafas.

-No, señor. Esta biblioteca existe des de los albores de la civilización.

-Me perdonará usted, porqué hasta esta misma mañana no la conocía.

-Eso es porqué no estamos abiertos al público en general.

-Entonces usted me dirá para que quieren tantos libros.

-Aquí custodiamos los libros que nunca llegaron a existir.
Aquellos que se perdieron en incendios o esos otros que fueron perseguidos. También tenemos todos aquellos cuyos autores nunca se atrevieron a dar a conocer.

Y al decir esto, fijó la mirada en él con dureza.

-Puede echar un vistazo, pero no puede llevarse ningún libro.

Paseó entre aquel océano de historias olvidadas y se fijó en una caja grande encerrada con un candado. Sobre el metal se podía leer: Sebastián Salazar.

Una honda emoción le embargó. Allí estaban todas sus historias. De repente sintió un renovado deseo de darlas a conocer, sin importar los caprichos del azar.

Se volvió a la bibliotecaria:

-Perdone de nuevo, pero soy el propietario de esa caja y me gustaría llevármela.

-Ya le he dicho que los libros no se pueden sacar.

-Pero me pertenecen- protestó con un quejido infantil.

-Piénselo mejor la próxima vez que quiera destruir una historia. Ahora váyase, por favor, tengo mucho trabajo.

Dos soldados se materializaron frente a él y tuvo que darse la vuelta, derrotado. Aunque, a pesar de todo, se sentía con una nueva determinación. Iba a escribir una historia sobre una biblioteca milenaria donde se guardan los libros que nunca existieron. A dicha biblioteca llegaría un escritor supersticioso buscando sus libros no natos y una amable bibliotecaria se los devolvería encantada. Esta vez, los publicaría todos.

Justo antes de cerrar la puerta de casa, se fijó en un gato negro apostado en una esquina. Aquel gato de mirada aviesa, lo observaba con detenimiento. Juraría que ya se habían visto antes.

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2 comentarios

  1. 1. Moona dice:

    Me encanta, no solo por lo bien escrita que está la historia, sino porque la trama me ha parecido de lo más original, y hasta tiene pequeños salpicones de humor. ¡Enhorabuena! 🙂

    Escrito el 30 diciembre 2013 a las 17:41
  2. 2. Aitor dice:

    !Muchas gracias!

    Escrito el 15 enero 2014 a las 18:57

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