Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

El diablillo idiota - por Memo

El diablillo idiota

Por la manera violenta en que José Márquez despertó aquella noche, supo que algo andaba mal, y sus sospechas se vieron confirmadas cuando se encontró con que había un diablillo sentado en la silla al lado de su cama.
“¡Ah!- exclamó el diablillo- Lamento haberte despertado, procuré no hacer mucho ruido al entrar. Pero ayer llegué tan tarde que no quería hacerte esperar esta noche.”
Pero José Márquez permaneció inmóvil. Siendo un escritor, había leído lo suficiente como para saber que los diablillos (los verdaderos diablillos) que se aparecían los días trece de cada mes solo lo hacían a las tres de la mañana.
“Sé que estás despierto. ¡Ayer me dijiste que a esta hora viniera! ¡Oh!….Pero que indecente. Aún no son las tres. Esperemos.”
El diablillo encendió una vela y la colocó en la mesa de noche que se había incrustado en el tapete del recinto desde hacía ya mucho tiempo. Se puso a esperar.
“Bueno, ya son las tres de la mañana. Déjate de juegos que necesito que me ayudes” ordenó el diablillo.
“¿Quién eres?” Le preguntó José Márquez, luego de comprobar que aquel diablillo no era falso, porque de serlo, habría desaparecido al marcar las tres de la mañana. “Y debes saber que antes de dormirme tomé una infusión de almendras, hervida al de la tierra, por lo que sabré si me mientes”.
“¡Qué ingenioso! Pero vengo precisamente por eso. Soy un pobre diablo… ¡uno atormentado! Y debo acudir a ti para que me respondas: ¿Los diablillos debemos mentir?”. Pero el rostro de José Márquez se empapó de la sustancia característica de los rostros que no entienden una pregunta. “Es decir- continuó el diablillo- si miento, que es mi trabajo, haré algo bueno, porque estaré cumpliendo con honradez mi trabajo… lo que sería antinatural para mí. Pero,si digo lo que es verdadero… ¡Sería antinatural para mí! Dime,¿qué debo hacer?” terminó diciendo con voz desesperada.
“¿Y por qué habría yo de saberlo?” pregunto José Márquez. Por lo demás, se preguntaba a sí mismo cómo había podido entrar aquel diablillo a su casa. “¡Pero claro!- se dijo- No bañé el candado de la entrada con agua previamente reposada junto a una biblia. Qué tonto fui”.
“¡Porque ustedes nos crearon! Es decir, naturalmente, no existimos. Pero que seamos una invención de ustedes los humanos no nos hacer menos reales. Por ejemplo, las velas son invención humana, ¡Y cuán reales son! Por lo demás, mientras ustedes crean que existe el bien, tendremos que hacerlo posible, es decir, tendremos que hacer el mal, para que así ustedes puedan decir qué es bueno….”
“¡Ah, demonio!- exclamó José Márquez interrumpiéndole- me privas del sueño con problemas absurdos. Está claro que ustedes, los demonios, deben… ¡Pero qué hago! Te daré mejor una infusión de cebollas, que antes usaban las brujas para hablar con el demonio. Él resolverá tus dudas. Por ahora, toma- y sacó de su mesa de noche una cajita de madera, de donde tomó una piedra de color café- el café petrificado sirve para alejar los malos pensamientos, que tanto te molestan….”
“¿Pero el café petrificado no me dará pesadillas por cinco años?” preguntó el demonio.
“Me temo que si- respondió José Márquez- pero es mejor tener pensamientos malos estando dormido que despierto. Por lo demás, vete”.
El diablillo agradeció a José Márquez y se levantó del asiento. “Volveré mañana a esta hora y te diré que me ha dicho el diablo” le dijo. Pero antes de salir, José Márquez le interrumpió. “¿Por qué no he tenido mala suerte hoy? Has dicho que ayer nos vimos, y es bien sabido que un encuentro con una diablillo da, mínimo, trece años de mala suerte….”
“Solo tienes que creer en la mala suerte para tenerla. Y como no recordabas nuestro encuentro, no creíste que algo malo te pasaría” le respondió el diablillo, ya en el umbral de la puerta. Salió. “¡La puerta!…” gritó José Márquez, pero se desvaneció de repente.
La brusquedad con que José Márquez despertó luego le indicó que algo andaba mal. Sobre su mesa de noche ardía una vela casi en extinción; la puerta permanecía abierta. José Márquez quiso levantarse, pero comprendió que sería inútil.
“Todos saben que si el diablillo no cierra la puerta, nadie más podrá volver a hacerlo” pensó.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

Todavía no hay comentarios en este texto. Anímate y deja el tuyo!

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.