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Cуеверие (Superstition) - por Emyl Bohin

Web: http://emylbohin.wordpress.com/

Cуеверие (Superstition)

La historia que voy a relatar no es una historia original. La leí hace bastante tiempo. Formaba parte de una compilación de cuentos breves del escritor sueco Polykarpus Lundqvist. Estaba amontonada en una caseta de la feria de libros antiguos y de ocasión. Era una edición en rústica, bastante ajada, cuyas hojas sumaban a la humedad del almacenamiento, la grasa de los numerosos dedos que habían pasado sus hojas. Mas o menos decía así:

Polya Kozlova llegó a Karlskrona a finales del verano de 1938. Ella siempre repetía que había huido de la Unión Soviética, pero fueron muchos los que dudaron de esta versión. Las mujeres de la ciudad preferían creer que era una muchacha sueca, que durante un tiempo había convivido en concubinato con un comerciante ruso y que, al morir éste, heredó su fortuna; mientras que los muchachos del pueblo, la imaginaban como una espía al servicio de cualquier potencia extranjera que quisiera contratar sus servicios.

Tras el mostrador de su mercería, la figura oronda y encorvada de Polya se alejaba del imaginario mundo de los espías. Los años habían atacado a su figura, pero su porte, aunque torcido, desprendía una sutil elegancia.

—Son siete coronas y trece öre. Déjelos sobre la bandeja— dijo Polya, cansada de evitar coger el dinero de manos de sus clientes.

La señora Söderström recogió sus tres brazas de tela de raso negro de doble ancho y abandonó el establecimiento. Al cerrar la puerta, el soniquete del carillón devolvió a Polya a sus ensueños.

Polya se alegró de no haber invitado a la señora Söderström a la cena previa a las navidades. Durante semanas, con gran mimo, había elaborado la lista de los invitados y esta noche todos quedarían encantados con la anfitriona. A través de la ventana, enmarcada de encajes, observó la calle alumbrada por la exigua luz de una farola. Consideró que era tarde y aún debía dar los últimos toques al smorgasbord. Decidió cerrar la tienda.

Al pasar junto a la casa azul del señor Sjöberg pensó que hubiera sido una buena idea invitarlo. Apenas habían cruzado un par de saludos, pero vivía cerca de su pequeño negocio y eso le convertía en potencial cliente. Además el señor Sjöberg era un viudo muy atractivo y se rumoreaba que conservaba todo el capital que amasó en la Gran Guerra.

Tal vez las divagaciones sobre el señor Sjöberg le trajeron a la memoria las galletas de jengibre, olvidadas sobre la mesa de costura en la trastienda.

Giró sobre sus pasos y se encaminó hacia la mercería. Sus pies competían por ser más rápidos que los pensamientos que galopaban por su cabeza. Arenques, pan, salmón, mantequilla, salchichas y queso desfilaban ante sus ojos. Por la calle vacía, la silueta torcida de Polya avanzaba envuelta en una nube de vapor de aliento, fruto de un ligero jadeo.

El tintineo del carillón de viento seguía sonando cuando la mercera entró en el tocador. Durante unos segundos, frente al espejo, se miró fijamente a los ojos. Concluido el ritual recogió las galletas y se encaminó hacia su hogar.

No era mucha la distancia que separaba el lugar de trabajo de su casa. En las tempranas noches del invierno escandinavo, esa distancia aparentaba ser mayor; no tanto por el cuidado necesario de no resbalar sobre las heladas aceras, como por la soledad interminable de las calles. Le acompañaban sus cavilaciones. Imaginaba los platos de porcelana, el mantel bordado que sólo utilizaba en ocasiones especiales y el lugar que ocuparían sus convidados. ¿A qué muchacha le correspondería el honor de sentarse en la silla del rincón? Sus invitados, ignorantes de las supersticiones rusas, desconocían que aquella que allí tomara asiento quedaría soltera de por vida.

Agradeció que ninguno de los comensales se hubiera anticipado, no era buen presagio encontrarlos en el umbral de la vivienda. Una mesa de roble, de líneas severas, ocupaba el comedor casi por entero; al fondo una alacena guardaba bajo candado la preciada vajilla. Con minuciosidad dispuso los cubiertos y las viandas. En pocos minutos daría comienzo el banquete. Hizo inventario. Estaba todo: los arenques y el salmón; el pan y la mantequilla; el queso y las albóndigas; las salchichas y las invitaciones a la cena.

Esta es la historia, o lo que de ella recuerdo. Años más tarde leí en una entrevista, que hicieron a Lundqvist, que escribía para ahuyentar sus fantasmas, que escribió este cuento para alejar sus propios miedos. En fin, gente supersticiosa.

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6 comentarios

  1. 1. Aurora dice:

    Hola, Emyl.
    Aunque tu texto no sea original, supongo que sí lo es la forma de contarlo y yo, que soy admiradora de los bardos, creo que, muchas veces, es más fácil contar algo nuevo que reinventar algo viejo.
    Felicidades por hacer esta elección, y gracias, porque yo no conocía la historia, pero me han encantado, el fondo y la forma, así que tú también tienes tu mérito.
    Que en 2014 sigamos compartiendo letras.

    Escrito el 29 diciembre 2013 a las 11:51
  2. 2. NHICAP dice:

    Efectivamente ambos situamos nuestras historias en Suecia, aunque yo la reparto entre Malmoe y Salzburgo(Austria). Utilcé Suecia porque había leído en alguna parte que muchas supersticiones sobre el 13, procedían de antiguas leyendas escandinavas. Parece que P. Lundqvist, “tu fuente de inspiración” confirma que los suecos son algo supersticiosos.

    No conocía el cuento, ni leì a Lundqvist, pero tu relato es muy bueno. Resulta un texto muy cuidado, sencillo, con una excelente técnica narrativa. Me ha gustado.

    Veremos si en el próximo taller también coincidimos en algo y entonces habrá que descartar la casualidad y pensar en fuerzas ocultas.!!.

    Escrito el 30 diciembre 2013 a las 19:15
  3. 3. lunaclara dice:

    Hola Emyl. Fue un placer corregirte. Me gusta mucho tu técnica. Esa forma de escribir daría para mucho.

    Escrito el 30 diciembre 2013 a las 21:25
  4. 4. Martina dice:

    Aparte valoraciones varias, he de decirte que tu forma de narrar me gusta mucho. Es amena, sencilla y documentada. La historia, si es real o basada en otro texto, me ha gustado mucho, pero ya te digo, que más me ha gustado tu estilo, el tono que utilizas y que muestras más que cuentas.
    Enhorabuena por tu ejercicio. Es de sobresaliente.

    Escrito el 31 diciembre 2013 a las 11:42
  5. 5. Emyl Bohin dice:

    Muchas gracias por vuestras palabras.
    Es un placer escribir y encontrar comentarios como los vuestros.
    No estaba en mi ánimo engañar, pero el tal Polykarpus es una invención, un personaje más del relato.
    Saludos y feliz 2014.

    Escrito el 31 diciembre 2013 a las 20:15
  6. 6. Aurora dice:

    Serás… a mi me has engañado, pero me encanta la idea.

    Escrito el 4 enero 2014 a las 15:32

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