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La de la mala suerte - por Angela Inciarte

Web: http://pensamientos-de-sobra.blogspot.com/

Siempre he creído en la mala suerte.
A ver, que no siempre salen las cosas como las planeamos.
Y eso tiene que ser producto de algo. Porque uno va siempre con la buena disposición, pensamientos positivos y, nada.
Así, nada.
Los planes se arruinan. La gente se arrepiente. Las cosas, sencillamente, no pasan. Pero hay señales que te mantienen prevenida. Anoche, por ejemplo, mientras cenaba se derramó el vino y ya sabía yo que algo pasaría.
Se supone que debería estar entregando un manuscrito de mi próxima novela pero, me he quedado encerrada en mi propia casa. Mi novio ha cerrado la puerta con candado y se ha llevado la llave, ¿no es eso maravilloso? Que ya he intentado llamarlo al móvil y adivinen, pues que lo ha dejado en el mueble de la cocina mientras desayunaba.
Pero en fin, como les comentaba, soy escritora. Escribo sobre lo que veo, siento y presiento. Soy supersticiosa, sí. No sé si de pequeña barrí sin querer los pies de una viuda o jugando pasé por debajo de una escalera. Puede ser que también haya abierto un paraguas dentro de la casa. El punto es que me cansé de tener mala suerte y en una feria me compré una pata de conejo. También le robé a mi abuela un manojo de perejil y me hice una corona. Las cosas comenzaron a marchar mejor y desde entonces colecciono amuletos y cumplo con ciertas reglas de sobrevivencia.
A mis amigos nunca les he regalado ni tijeras ni cuchillos, ni mucho menos pañuelos o zapatos y pasan los años y siguen a mi lado. Vaya con ponerse a tentar a la suerte ¿eh?
Aunque tengo en casa dos gatos negros y creo que uno de ellos hace poco rompió un espejo.
Lo cierto es, que siempre duermo del lado derecho de la cama, lo que al principio me causó problemas cuando Manuel se mudó a casa. Eso, y el hecho que pretendía sentarse en mi “sillón de la suerte” para ver los partidos de fútbol. Luego de una ardua discusión y que nuestro equipo perdiera, entendió que yo debo sentarme allí en cada jornada.
Lo que si le dejé bien claro es que no nos vamos a casar ni en Mayo ni un trece. Mira que esa mala suerte no la espanta ni que lleve el bouquet repleto de tréboles de cuatro hojas.
Él dice que se enamoró de todas mis “rarezas” y hasta terminó colgando una herradura detrás de la puerta.
Ustedes seguro piensan igual pero, ¿acaso ustedes no piden un deseo cuando ven una estrella fugaz? ¿Nunca han lanzado una moneda a una fuente? ¿O cuando se derrama la sal no echan un poquito sobre el hombre izquierdo? ¿Se comen o no las 12 uvas con las 12 campanadas en año nuevo? Claro, pero la rara soy yo, escribiendo esto un Viernes 13.

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