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Martes 13 - por Fernando Laberinto

Hoy ha sido y todavía es, día trece, y además martes. ¿Por qué tenía que tener el examen más importante de lo que va de curso justo hoy? Además es que no tenía que haber sido hoy, sino ayer, ¡pero claro, va la profesora y se pone enferma!

Ya me he despertado mal, torcido, psicológica y físicamente, porque me he puesto las zapatillas de estar por casa al revés y casi me caigo al suelo. Mi hermana ha decidido, como cada día, que el baño es suyo, y ahí estaba yo, como un tonto, esperando en el pasillo a que la niña saliese.

Me voy corriendo de casa y nada más pisar la calle me doy cuenta de que me he dejado la cartera. Subo a por ella y al salir nuevamente del portal, veo que se va el autobús. ¡Vaya mierda! Ya llego tarde a clase. Encima, en el siguiente autobús me ha tocado ir al lado de la típica señora que dice que los chavales con mochila deberíamos ir andando al colegio aunque sean decenas de kilómetros.

Corriendo de la parada al colegio, casi piso a un gato negro que se me ha cruzado. ¡Qué susto me ha dado!

Llego al colegio. Carmen la secretaria me ha echado su clásico rapapolvos. Tengo que pasar por la taquilla para coger el estuche. ¡¡Pero quién le ha puesto este candado a mi taquilla!! ¡Cómo pille al gracioso se va a enterar!

Al entrar en clase, Diego el de dibujo me dice que me salga, que estas no son horas de llegar.
Cuando termina la clase, entro, y tras las coñas de algunos, veo que Alicia (la chica que me gusta) no me hace ni caso, de hecho, es que ni me mira, como si no existiera, y eso que ayer estuvimos hablando por el móvil hasta bastante tarde. Nadie sabe nada del candado de mi taquilla. Es de locos.

Llega la profesora, ya recuperada. Llega el examen. En las preguntas a desarrollar, ha ido a preguntar justo las únicas dos preguntas que no me había mirado. Por mucho que agarro mi trébol plastificado de cuatro hojas, no me viene la inspiración. Las sensaciones no son buenas. He preguntado a Alicia como le había salido el examen y me ha dicho que muy bien. Por lo que me dice la mayoría, a casi todos les ha salido genial, a todos menos a mi, claro.

Justo al llegar la hora del recreo se ha puesto a diluviar. ¡No voy a salir del colegio en no sé cuántas horas! Varios de mis compañeros se han puesto a abrir paraguas dentro del cole, ¡no me lo podía creer!

Al llegar la hora de comer, nos han puesto el plato que más odio del mundo, la merluza a la romana. Y para más sorna, mi amigo Paco ha derramado sal por toda la mesa, casi me da un ataque de ansiedad.

En la hora de Lengua y Literatura, Juan, el profesor, me ha pillado comiendo un caramelo “Werthers Original” , y me ha mandado que para mañana traiga treinta. Él había comentado en clase, que al que “pillara” comiendo un chicle tendría que traer al día siguiente el número exacto de compañeros de clase. ¡Pero no había dicho nada acerca de caramelos Werthers Original!

Al salir de clase, pretendía ir directo a por Alicia, pero se evaporó. Apareció Mónica, su mejor amiga, ataviada con un jersey que llevaba estampado a un personaje tuerto. Me comentó que Alicia se había ido al campus de la Universidad a ver a un chico que había conocido por internet, y que por lo visto aspira a ser escritor. ¡No me lo podía creer!

Totalmente desolado me dirijo camino a casa, no sin antes calarme por completo, gracias a que un “gracioso”, pasó por un charco, que rápidamente se convirtió en un “Tsunami” que a su vez me arroyó.

Ya en casa, mi madre me tenía preparada una última sorpresa para cenar, ¡filetes de pescado empanados! ¡No es posible! ¡No puede ser verdad! Tras una pequeña discusión pongo rumbo a mi cuarto para escribir este día tan “maravilloso” que he tenido.

Post-it: Para rematar el día de ayer, cuando ya estaba acostado, a eso de las once y cincuenta y nueve minutos de la noche, poniendo fin al suplicio de día que había tenido, recibí un mensaje whatsapp de Alicia que ponía exactamente: El candado lo puse yo, me apetecía mucho chincharte jijijiji.

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