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Extracto de memorias - por Rafael F. Lozano

Cuentan que el señor de blanco es un viejo amargado, sin familia y calvo, que odia al mundo que le dejó sin pelo, y que prepara cada mes una particular venganza contra la raza humana. Son solo historias que cuentan las abuelas a sus asustadizos nietos, ya que los adultos hemos aprendido a poner obstáculos a nuestra inocencia, creando una explicación superficial al fenómeno. Aunque en el fondo somos más inocentes que ellos al creernos que hay un día de la mala suerte, que se repite todos los meses.
Al principio parecían ser casos aislados de vandalismo, coincidentes con el día de la mala suerte, pero con el tiempo se ha vuelto cada vez más peligroso y absurdo. La gente ya no sale de sus casas ese día, grupos de vecinos armados montan sus propias fortalezas particulares, incluso el ejército empezó hace poco a facilitar pabellones militares para refugiar a los más indefensos. El día de la mala suerte se ha ido convirtiendo en el día de los incendios, los saqueos y los asesinatos; porque muchos aprovechan el relativo caos general que hay ese día.
Nuestro día a día fue cambiándose por la histeria colectiva de un solo día. Nuestra vida ahora gira en torno a veinticuatro horas; el resto del mes, la sociedad solo se prepara para la llegada del próximo día de la mala suerte. Los negocios de armas, de seguridad y de vigilancia privada se están haciendo muy poderosos, han expandido sus actividades a otros asuntos y han conseguido un gran poder de influencia entre las autoridades y los gobernantes.
La locura es muy pegadiza, o eso pensé cuando conocí al anciano de la espesa barba blanca; al fin y al cabo, el mundo en el que vivimos está cada vez más trastornado. El anciano parecía inofensivo, se movía con lentitud y necesitaba realizar un enorme esfuerzo para sacar su ropa de la enorme lavadora pública. Me dio mucha pena, así que decidí ayudarle con la colada de ropa blanca.
—¡Déjame tranquilo! —me dijo.
—Solo trataba de ayudarle —dije—, querrá tener la ropa seca para mañana, antes del horrible día.
El anciano me lanzó una carcajada burlona. De repente, no parecía tan viejo.
—No sabes quién soy yo, ¿verdad? —No esperó mi respuesta para seguir hablando—. Soy el culpable de que tengas miedo de que llegue mañana. Soy el verdugo de la mala suerte; algunos me llaman «el señor de blanco», otros hablan de mí como «el demonio de maldito de la suerte».
Pensé entonces que la sociedad le había ganado la batalla a aquel pobre viejo, que ya no tenía remedio posible.
—Disculpe, señor, no era mi intención molestarle.
—¿Molestarme? No, háblame, no te vayas, pero puedo yo solo con mi ropa. Si no fuera capaz de limpiar mi ropa, ¿qué me quedaría en este mundo?
El viejo se había tranquilizado. Su enfado se había transformado en tristeza. Vi que necesitaba compañía, y decidí acompañarle durante un rato. Sabiendo que al día siguiente podría llegarme la mala suerte, y morir antes que él, no se me ocurría nada mejor que hacer.
El fuerte sol de media tarde taladraba nuestras cabezas mientras salíamos de la lavandería hacia la gran avenida, aunque a él no parecía molestarle. La piel sin pelo de su cabeza se había acostumbrado ya a bastantes años de sol.
—Si me permite, me intriga eso que ha dicho sobre la mala suerte. ¿Qué le hace sentirse culpable de que exista? Parece usted una buena persona.
—Llevo ya muchos años retirado, pero seguro que has oído alguna vez la historia del señor de blanco, de cómo quería vengarse del mundo por arrebatarle su preciosa melena.
Un instante de nostalgia apareció en su rostro. Se llevó una mano a la cabeza y se la acarició con suavidad. Era muy real; no parecían sentimientos de un viejo trastornado, sino melancólico.
—No tendrá usted nada que ver con el protagonista de la novela «Trece candados para trece escritores», ¿verdad? —Bastante tiempo creí que la había escrito el señor de blanco, y que estaba basada en su vida, pero eso era antes de que el mundo se volviera loco.
—Querido amigo —dijo con una enorme sonrisa—, esa novela es mi vida y obra. Déjame que te cuente cómo empecé a matar…

FIN DE LA TRANSMISIÓN
«Sobre las “Memorias del Bendito Señor de Blanco II”, parte 1 de 973. Museo Internacional de los Padres del Nuevo Orden, con motivo del Noveno Centenario de su fundación».

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