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Fortuna - por Paola L.

Ángel de la Cruz nació un viernes 13 de diciembre en una pequeña casa a las afueras del reino de Aragón. Vivió su infancia junto a su madre, su padre y 7 gatos negros. Se preguntarán por qué había tantos gatos negros y la respuesta es muy sencilla: para que se comieran o mataran a los ratones. ¿Pero por qué había ratones? Pues porque su padre era carpintero, la mayor parte de la casa funcionaba como taller y, como sabrán, el aserrín es el lugar predilecto de los roedores para hacer su hogar.

Que Ángel de la Cruz fuera un escritor fracasado nada tenía que ver con las condiciones en que nació y pasó sus primeros años de vida. La respuesta de las editoriales en su negativa por publicar su única novela tenía siempre argumentos convincentes. “Le rogamos deje de escribirnos, sus textos grotescos son lo más nauseabundo que hemos leído jamás” o “Sólo un degenerado sería capaz de escribir algo así” eran algunos de esos comentarios.

La cuestión es que Ángel nuca creyó que su fracaso de publicación se debiera a un error en su escritura; él estaba convencido de que todo se debía a su mala suerte. Una mala fortuna que venía arrastrando como una cruz desde que nació, sin capacidad de elección. Claro, como toda persona supersticiosa, intentó revertir los malos efectos. Cargar consigo una pata de conejo y un trébol de cuatro hojas fue algo de lo que intentó, lamentablemente el daño parecía ser tan profundo que sus amuletos no eran suficientes.

Todas las mañanas, Ángel de la Cruz se levantaba, se daba un baño y salía a un parque cerca de su casa con un cuaderno, un bolígrafo y un café para sentarse en una banca y escribir. Sin embargo, cierta mañana de diciembre todo cambió. Era la víspera de su cumpleaños número 30 cuando al momento de salir se encontró con una carta sospechosa en el buzón. En el sobre no aparecía remitente, así que lo abrió… “Editorial Candado se complace en informarle que su novela titulada <<Los puercoespines azules también tienen deseos altamente perversos que los condenan a ir al infierno>> ha sido aceptada por el Comité de nuestra editorial para ser publicada. Lo esperamos el día de mañana, 13 de diciembre a las 13:00 hrs en nuestras oficinas para firmar el contrato pertinente. Saludos”. Ángel se quedó estupefacto, todo lo que siempre soñó se estaba haciendo realidad, pero en lugar de sentir felicidad una angustia indescriptible acongojó su corazón.

Esa mañana no salió al parque, ni escribió, ni tomó café. En cuanto leyó la carta regresó a su casa, se sentó en su sillón verde y miró el calendario. Al día siguiente no era sólo su cumpleaños: era viernes. La fecha más temida, un viernes 13 es sinónimo de mala suerte, de que todo saldrá mal, de que lo que se haga en ese día estará condenado al fracaso. Si haber nacido un día así es lo que había condenado a Ángel a una vida desdichada llena de desgracias, no podía arriesgarse a firmar un contrato en un día así. Pensó en llamar a la Editorial, inventar una buena excusa y pedir que cambiaran la fecha; pero en la carta no había ningún teléfono. Sus manos empezaron a temblar, su corazón latía tan fuerte que parecía que se saldría de su pecho, su respiración procedía con mucha dificultad. Prendió la computadora y escribió en el buscador “Editorial Candado”, pero no hubo resultados. Sacó el directorio telefónico, nada. En ningún lugar había registro de una editorial con dicho nombre. No tenía más opción que asistir a la cita. Debía arriesgarse o pasar el resto de su vida esperando que llegara otra oportunidad.

Todo el resto del día Ángel se la pasó sentado en su sillón verde con la mirada fija en el calendario. No comió, no fue al sanitario, no miró televisión, no leyó, no escuchó música, no habló por teléfono a sus padres para saludarlos. Sólo se quedó ahí, mirando el calendario. A las 10 de de la noche decidió que era momento de irse a acostar para poder descansar y estar preparado para el día siguiente. Se lavó los dientes, se puso su pijama y se acostó. Pero el insomnio y la angustia le impedían cerrar los ojos. Un nudo en su garganta y una presión en el pecho fue lo último que sintió. A las 3:13 am Ángel de la Cruz al fin pudo cerrar los ojos. Nunca más los volvió a abrir.

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4 comentarios

  1. 1. Emmeline Punkhurst dice:

    Muy buen texto. No me ha costado nada leerlo e incluso me parece que daría juego para un relato más extenso. ¡Enhorabuena!

    Escrito el 28 diciembre 2013 a las 17:15
  2. 2. Mar Mare Maris dice:

    Me ha gustado. Has reflejado bien la angustia del personaje y dejas al lector con ganas de más.

    Escrito el 29 diciembre 2013 a las 17:26
  3. 3. José Torma dice:

    Yo soy mexicano y en cuanto lei tu texto lo primero que se me vino a la mente fue un muy mexicano “¡no mames!” tanto luchar con sus inseguridades y supersticiones para al final morirse sin ver cristalizado su sueño de ser publicado!!!

    Me engancho, tu manera de escribir es agil y sencilla pero muy efectiva.

    Felicidades!

    Escrito el 31 diciembre 2013 a las 01:34
  4. 4. Aitor dice:

    Es un relato raro, como los que escribía su protagonista. Al decir reino de Aragón, immediatamente me he imaginado el personaje en el siglo XVII, y por más de las referencias modernas, ya no lo he podido sacar de ahí. Enhorabuena.

    Escrito el 13 enero 2014 a las 23:16

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