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Tres veces tres - por Patricia

Web: http://deprincesasymeigas.com

Recuerdo el crepitar del carbón al arder y calentar mis manos hasta que se ponían tan rojas como la chapa de la cocina. La casa de mi bisabuela siempre olía a castañas asadas, su suelo de madera crujía bajo tus pies y te pelabas de frío cada vez que tenías que hacer pis porque el baño estaba bajo las escaleras que daban al patio. Dentro de sus paredes de piedra mi bisabuela me enseñó que las cascaras de huevo no debían echarse al fuego porque las gallinas dejarían de ponerlos, o que si se caía una cerilla encendida al suelo y ésta no se apagaba, auguraba una muerte cercana.

Mi bisabuela ahuyentaba la mala suerte levantándose de la cama y entrando en cada habitación siempre con el pie derecho, llevando un pedazo de madera en el bolsillo por si se topaba con un tuerto, convirtiendo en dieciochos todos los treces del calendario o santiguándose si se cruzaba con un coche fúnebre. La buena suerte tenía forma de tres. Tres besos me daba al llegar, tres al irme, tres veces me decía buenas noches, tres eran las galletas que me daba a escondidas, tres los cuentos que me contaba cada día.

Se fue de noche y en silencio, mientras dormía. Y entre superstición y superstición olvidó dejar testamento. Demasiados herederos que año tras año, década tras década, no se pusieron de acuerdo y la casa, descuidada, comenzó a caerse poco a poco. El tejado se hundió y la ley no tardó en llegar para derribar el resto.

Había luna llena la noche que entré a hurtadillas. Rescaté algunos libros, viejas mantas y sábanas, su máquina de coser, sus pocas alhajas y un pequeño baúl protegido por tres candados. Asombrada descubrí que allí ocultaba, en decenas de poesías minuciosamente ordenadas, un alma de escritora. Me sentí como una orgullosa arqueóloga salvando a un tesoro de desparecer tras un montón de escombros.

Probablemente ella nunca quiso compartir esa parte de sí misma, pero bueno, esté donde esté, no le quedará otra que aguantarse. Sólo espero que romper candados no dé mala suerte, tocaré madera por si acaso.

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1 comentario

  1. 1. lunaclara dice:

    Patricia, ¡qué bonito tu relato! Me ha gustado un montón. La forma de contarlo me ha dejado buen sabor de boca, a castañas asadas más concretamente, y olor a chimenea quemada. Me han dado ganas de conocer a esa abuela supersticiosa, saber qué tipo de poesía escribía, jejeje… Está muy bien escrito. Felicidades!

    Escrito el 2 enero 2014 a las 13:43

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