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3. La Llave Trece - por @lGaspaRodriguez

Web: http://letrasycanciones-laurag.blogspot.com.es/

«…la doceava abre puertas a titanes,
la treceava llave encierra y abre almas que agonizan….»

Esta frase se repetía en cada uno de mis sueños.
No me importaba pero a partir del mes empezó a obsesionarme, entonces me quise asegurar, todos los sueños tienen algo de real.
Busqué información, en Internet no encontré absolutamente nada y en la enciclopedia lo mismo.

Al llegar a casa me encontré con la misma escenita que montaba mi padre desde que adopté a aquel gato negro que parecía estar protegiendo el cuerpo de la tía Mali. Si le contará la historia de aquel mimoso gatito… A saber que haría con él.

Que por cierto, al gato parecía encantarle hacer rabiar a mi padre.
Aun no sé como, pero logró abrir un paraguas jugueteando. Rápidamente mi padre vertió un poco de sal sobre su hombro izquierdo, tocó un bastón de madera, de mi abuelo paterno, (otro supersticioso) y dijo algo en latín. Y así cada vez que el gato, o cualquiera, provocara a la mala suerte.

El fin de semana logré escapar de los exámenes, me evadí por completo en El Libro que había en la caja. La pluma la mantenía ahí guardada, desde el encuentro con Amäel, le tengo más respeto.

Ojeando las gastados páginas encontré unas pinturas. Eran trece llaves.
Luego leí el antiguo texto. Hacía poco que comencé a diferenciar los idiomas. Era Taemralí, la lengua de los susurros. Me pareció extraño ya que los textos escritos en Taemralí hablaban de los vientos, de cómo domarlos y crearlos. Además eran las mismas palabras del sueño.

«Trece llaves cóncavas, de miradas perdidas.
Una para regresar a casa, la segunda para perderse,
la tercera abre caminos, la cuarta los detiene
Una quinta abrirá corazones, la sexta los matará,
la séptima para Averno, la octava para Edén,
La novena abre libros perdidos, la décima encierra el universo bajo tierra
La onceava cierra el cielo sobre montañas, doceava abre puertas a titanes,
la treceava llave encierra y abre almas que agonizan.
Trece llaves cóncavas, de miradas perdidas.
Abren un mismo candado,
quimeras en cabezas partidas,
en el mundo de las brisas»

Los últimos versos nunca me aparecieron en sueños. Renato tenía que saber algo. Pude devolverle movilidad a parte de su cuerpo, parecía un maniquí con vida. Me contó lo que trató de decirme el otro día antes de que llegara Amäel, justo era lo que me sucedía en los sueños:
Premoniciones, visiones y algunos de los textos que no podía comprender en su totalidad.

— Lo sabrás, seguramente. Cada poder que tiene cada libro reside en su escritor — cogió el libro entre sus manos, mostrándome cada parte de este — El poder de este libro, es algo más que eso, no es sólo de sus escritores, es de cada uno de los seis reinos, por ello guarda todos sus idiomas, costumbres y dones.
— Eso me la sé…
— Lo que no sabes, es la historia de las trece llaves. Esas trece son una sola, sirve para un mismo candado…

Oímos a mi padre gritar como nunca. Salimos al pasillo, pensé en Bake. Este no estaba allí, vimos a alguien igual que mi padre. Un doble de mi padre con cola bifurcada.
Abrí el libro por la mitad, el doble se volvió hacia mi, se sentó sobre las piernas, como un gato, me miró de forma penetrante, con uno de sus dedos pasó varias hojas del libro hasta dar con una, volvió a su forma original.

Busqué a mi padre, quien estaría en la cocina buscando nerviosamente el salero. Y no estaba solo en la cocina. Había una extraña forma encima de él.

— ¡Papá! — le asusté. Esa forma se abalanzó sobre él. Era un Sombra del Miedo, lo leí en el Libro, se apodera de cuerpos que presentan más miedo de lo habitual.

¿Pero cómo y porqué justo cuando Bake hizo eso a papá?

Desde lo más oscuro de la cocina surgió una pequeñísima luz, haciéndose hueco como podía hasta inundar la cocina.

— Cornalina… ¿Tu padre…

La luz se hizo más fuerte hasta expandirse y sacudirnos de forma tan brusca hasta perder la consciencia.

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