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Tan lejos tan cerca - por Natalia García

Web: http://amelie-dreams.livejournal.com

Apuré el paso al escuchar las doce campanadas. ¡A buena hora se me ocurrió aceptar el plan! Bueno, en teoría, la culpa de semejante ritmo la tienen esas llamadas de familiares que te pillan aún con la comida en la boca y, que por el simple hecho de estar tú en otra ciudad trabajando durante semejantes fechas, les da todo el derecho del mundo a preguntarte sobre todo, hasta lo que estás viendo en esos momentos, incluyendo la pregunta de tu abuela, que si vas a ver las campanadas en su canal favorito, con la rubia aquella ya tan conocida. Lo gracioso de aquellas conversaciones es el punto nostálgico con el que te tratan, algo que va más allá del espíritu navideño, como si estuvieras en otro país y en otra cultura en vez de a trescientos kilómetros de distancia.

Pero, en esos instantes en los que ya debería de estar devorando mis uvas, bien preparadas entre charla y charla con el teléfono en manos libres, quitando pepitas a la vez que hablando de la situación atmosférica del lugar y escuchando el repetido consejo de abrigarse bien y que tanto me hacía reír… Ya no me reía. De nada.

Con eso de "Año nuevo, vida nueva", mis amigos me convencieron para pasar la Nochevieja en la plaza del pueblo, habiendo sido yo de toda la vida de esas personas que se quedan en casa y luego salen de celebración. Pero claro, el estar viviendo lejos de tu familia, te hace cambiar de planes sí o sí cuando los amigos, cuyos teléfonos están fuera de cobertura y no logras ver a causa del tumulto de personas que te ven correr como loca hacia el supuesto punto de encuentro, te convencen. Esa era mi situación en esos momentos. Con tal de no estar sola…

Las campanas se suceden y yo ya me pregunto si me han gastado una inocentada con días de retraso, porque entre todas esas caras, no veo a ninguno de mis amigos ni a nadie conocido…

…Excepto a mi chico, a quien no veo desde hace tres meses. Los mismos que llevo lejos de la ciudad que me vio nacer.

Sonríe. Sonrío.

Y entonces, la última campanada suena.

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